Mirada de Zebra

Teatro invisible

Cuando se quiere estudiar en profundidad un determinado tema científico es habitual hablar del llamado sesgo de publicación. Dicho sesgo advierte sobre la tendencia a publicar aquellas investigaciones cuyos resultados son aparentemente más significativos o que son, desde un punto de vista divulgativo, más atrayentes. Las revistas científicas, aunque parezca una contradicción, también tienen una perspectiva comercial -mucho más soterrada que cualquier revista de otro ámbito, eso sí- y con frecuencia rechazan estudios de buena calidad, pero cuyo impacto en la comunidad a la que va dirigida intuyen que será pasajero. Así, por ejemplo, cuando se investiga el efecto de varias terapias en la curación de una enfermedad, la tendencia general es publicar los resultados de aquellas que han mostrado un efecto significativo, bien a favor o en contra, mientras que los resultados donde las terapias no muestran efecto alguno tienden a relegarse. Al fin y al cabo, es fácil entender que el hecho de que un fármaco demuestre eficacia en una enfermedad sea más seductor para los ojos de un lector especializado que el hecho de saber que otro fármaco no tiene efecto alguno.

Desde un punto de vista estrictamente científico, sin embargo, ambas conclusiones son igual de relevantes, ya que la primera indica un camino a seguir indagando y la segunda un camino sin salida. Es decir, dibujar el mapa del saber de un determinado tema implica conocer descubrimientos de uno y otro signo, lo significante y lo intrascendente, los caminos habilitados y los caminos cortados. Pero sucede que, debido a ese sesgo de publicación que mencionamos, con frecuencia no hay acceso a esos estudios que demuestran la nulidad de unas terapias en ciertas enfermedades. Dichos estudios, aunque tengan calidad contrastable, pasan a formar parte de la llamada «literatura gris» o «literatura invisible», esa masa incuantificable de documentos o escritos no publicados, o publicados por cauces no convencionales y, por tanto, difícilmente accesibles.

El sesgo de publicación, como toda práctica tendenciosa, se propaga por inercia humana, y así, algunos investigadores, para quienes es más importante publicar que investigar, se anticipan a dicho sesgo y tienden a estudiar aquello que tiene más probabilidades de acabar impreso en una revista de alcance. Su tiempo se organiza con el objetivo de colmar un curriculum con infinidad de artículos, de tal manera que aquella investigación, por muy interesante que sea, si corre el riesgo de acabar enterrada entre la literatura invisible, probablemente no se llevará a cabo. El afán investigador, su inocencia y su falta de prejuicios, desaparecen a costa de hacerse visibles por los cauces habituales del marketing científico. No parece descabellado pensar que la dimensión de un investigador debería medirse no sólo con la literatura visible, sino también con la invisible.

Es difícil tratar de definir lo que es investigar en teatro. No hay estilo ni proceso que nos diga con certeza a qué nos referimos cuando esa palabra que habitualmente habita el ámbito científico, se aplica al arte escénico. Si tratásemos de explicarlo por una vía negativa, no por lo que aparenta ser sino por lo que esconde, algo así como aproximarse a una escultura por el molde de piedra que se abandona, quizá diríamos que la investigación escénica deja tras de sí un teatro invisible. Ejercicios invisibles, entrenamientos invisibles, espectáculos invisibles, encuentros invisibles. Toda una serie de acciones que surgen no para ser mostrados, sino desde un resorte instintivo de búsqueda. Quien investiga en teatro creo que propicia y asume el hecho de que muchas de sus actividades no serán visibles a gran escala.

Al hilo de esta disertación me viene un espectáculo sobre Hamlet que Grotowski creó junto a sus actores, allá por los años 60, y cuya existencia pocos conocen actualmente. Sólo se representó una vez, debido fundamentalmente a presiones externas (las autoridades políticas mostraron su desacuerdo por la visión que traspiraba la puesta en escena). A pesar del aparente fracaso, aquel Hamlet invisible resultó crucial, según el propio Grotowski, para alcanzar la concepción de «acto total» del actor que tan brillantemente se plasmaría después en «El Príncipe Constante» con Ryszard Cieslak.

El caso del Hamlet de Grotowski no deja de ser una excepción circunstancial, una mera punta de iceberg de todo un entramado de personas, colectivos y compañías que hacen de la investigación su norte artístico y de los que apenas nada sabemos, ni siquiera para colar su nombre entre algunos de estos párrafos, precisamente porque su invisibilidad es parte esencial de su búsqueda. Esta página es un humilde reconocimiento para ellos.

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