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Teatro para todas las edades. Lo político & la política en el 68 Festival d’Avignon 2014. Tercera parte

La patria (la matria) de la persona es la infancia, según un verso de Rilke. Según algunos estudios al respecto, la personalidad se forma en los cinco primeros años de vida, aproximadamente. El alimento en esa etapa, como en las siguientes, debe ser nutritivo y vigorizante en lo ético (el pensamiento) y en lo estético (el cuerpo y las maneras).

Los que pertenecemos a la supuesta edad «adulta», a veces, tendemos a pensar que la niña o el niño son seres en potencia más que en acto. Pues bien, en el 68 Festival d’Avignon pudimos asistir a una demostración de que esto es un error.

En 2014 COMME POSSIBLE de DIDIER RUIZ, realizado con jóvenes de diferentes procedencias, desde los 14 a los 20 años, comprobamos que la adolescencia, además de ser una época de paso, como lo es, por otra parte, cualquier edad, es un momento de la vida en el que las ideas, los sueños, los temores y la acción intervienen en lo social tanto o más que en otros momentos de la denominada «edad adulta».

Sin necesidad de ser actrices o actores profesionales, este grupo de jóvenes actuaron revelando un profundo compromiso que despertó la simpatía y el aprendizaje de toda la platea.

En la programación para todos los públicos también asistimos a MÊME LES CHEVALIERS TOMBENT DANS L’OUBLI de GUSTAVE AKAKPO, dirigido por MATTHIEU ROY y a LA JEUNE FILLE, LE DIABLE ET LE MOULIN, una obra original de OLIVIER PY a partir de un cuento de los Hermanos Grimm.

En ambos casos se trata de jugar con las convenciones del teatro que apelan no solo a la cooperación imaginativa de la recepción, sino también a despertar su conciencia respecto a valores humanos fundamentales para la construcción de una sociedad más justa, respetuosa y feliz.

2014 COMME POSSIBLE. TEATRO SOCIOLÓGICO CON ADOLESCENTES. Dirección escénica de DIDIER RUIZ y coreografía de TOMEO VERGÉS

En el Tinel de la Chartreuse de Villeneuve lez Avignon se estrenó el segundo trabajo con adolescentes que hace La Compagnie des Hommes, dirigida por Didier Ruiz. El primero fue 2013 COMME POSSIBLE, en los Ateliers Berthier del Odéon Théâtre de l’Europe, que mezclaba chicas y chicos de París y de barrios periféricos, de diferentes estratos sociales.

2014 COMME POSSIBLE tiene la factura del «teatro de creación» comunitario en el que cada participante aporta su hacer auténtico, sus pensamientos y habilidades.

No hay fingimiento ni ficción, más allá de la composición de esas aportaciones diversas que cada participante hace. Dramaturgia de «haceres» aglutinados por ejes temáticos o cinestésicos.

El espectáculo gira entorno a unos temas y preguntas clave sobre el significado y la vivencia de la adolescencia, el amor, la muerte, los sueños.

Cada joven irá exponiéndolo, de manera intercalada, arropados por una iluminación y una coreografía que distribuye el movimiento, las posiciones y desplazamientos en el escenario, de un modo en el que se articula una rica y, a la vez, sencilla panorámica de esa fase entre la edad infantil y la edad adulta.

Resulta curioso, sobre todo, que 2014 COMME POSSIBLE derrumba el tópico de que la adolescencia es una etapa polémica y extremadamente complicada.

Las declaraciones de los quince participantes, de diversas edades, desde 14 a 20 años, sobre lo que piensan y sienten sobre la familia, el futuro, la amistad, el sexo, el amor, la muerte… echa por tierra esa imagen que algunos adultos tenemos de la adolescencia como un período difícil de aguantar.

Quizás una de las circunstancias que colaboran en esta renovada asunción tenga que ver, precisamente, con el hondo compromiso que demuestran los participantes en esta experiencia espectacular, algo que resulta totalmente palpable.

La otra circunstancia son las actitudes, las miradas y la energía limpia, sincera e ingenua que desprende el elenco y que suscita la adhesión empática y la complicidad del público de principio a fin.

La descripción de algunos momentos puede servir para ejemplificar mejor esto.

El comienzo consiste en la entrada en tropel de las chicas y chicos, que se sientan en sillas mirando para nosotros, en una línea, en el proscenio, paralela a la grada del público.

Desde esa posición sedente, pero muy erguida, como las diversas notas de un instrumento social, van presentándose y/o enunciando lo que significa la adolescencia, para componer una especie de sinfonía polifónica con sus nombres, edades, procedencias y relatos.

De manera progresiva, se van levantando cada vez que nos cuentan algo y después se vuelven a sentar.

Una de las chicas habla de una música discotequera que le mola mucho y que le pone las pilas. Suena la música y todo el grupo se va a bailar, libremente, detrás de la línea de las sillas, bajo las luces de una discoteca.

Colocan las sillas en otra línea en el foro, paralela también a la grada del público. Se sientan en diferente disposición a la de la primera vez.

Van levantándose cada vez que declaran qué es lo que les da miedo. Uno de ellos dice: «Tengo miedo de tener vergüenza.»

Cambia la iluminación. Un chico negro juega virtuosamente con un balón.

Siguen las rondas de declaraciones.

Una chica rubia canta, a capela, su canción preferida, cuya letra también resulta una declaración de principios sobre la vida.

Otra chica cuenta su experiencia de cuando tuvo la primera regla.

Un chico negro dice que no le gusta nada vivir rodeado de reglas y de normas.

Una joven de piel muy blanca dice que el futuro y la felicidad para sus padres es tener un buen trabajo y ganar mucho dinero, pero que ella no está de acuerdo.

Entonces van exponiéndonos sus sueños.

Entre las declaraciones se intercalan pequeñas secuencias coreográficas hechas de pequeños gestos y movimientos localizados de brazos, manos, tronco, cadera, algún paso… que semejan una danza de signos o de esas en las que un colectivo reafirma su complicidad.

En las declaraciones sobre el amor y la muerte, una joven señala que hay un momento antes y otro después de hacer el amor y, en esos momentos, el AMOR resulta muy importante para hacer el amor. Tener a alguien que te da algo de forma desinteresada y tú también le das algo a esa persona.

Para otra chica, de dieciséis años, en el amor no hay distinciones y sin amor no hay nada. Ya sea el amor entre dos mujeres, entre dos hombres, entre una mujer y un hombre, entre la madre y el hijo, entre unos amigos…

Para una joven de origen marroquí el amor es el que se ve en la televisión, el flechazo, la pasión…

Despierta especial simpatía la parte en la que hacen las declaraciones sobre lo que piensan sobre decir «Te quiero» y cuando nos exponen sus diversas experiencias al respecto.

El movimiento, el estar en escena, el dirigirse a una grada abarrotada de público, y las propias declaraciones de ideas, de pensamientos, de sentimientos, suponen un empoderamiento y una magnífica reapropiación del cuerpo y de la palabra por parte de las y de los adolescentes.

2014 COMME POSSIBLE hace realmente posible el teatro como medio expresivo y político, como encuentro y experiencia compartida.

Para nosotros es importante como acercamiento, como modo de comprensión, como manera de establecer lazos con la generación que no solo es la generación en potencia del futuro, sino la generación en obra del presente.

MUTACIONES DE PIEL Y DE PENSAMIENTO

MÊME LES CHEVALIERS TOMBENT DANS L’OUBLI (Incluso los caballeros caen en el olvido) es el primer espectáculo de una trilogía destinada a adolescentes, titulada «Visage(s) de notre jeunesse» (Las caras da nuestra juventud) en la que trabaja el director Matthieu Roy. Este primer peldaño lo constituye la obra Même les chevaliers tombent dans l’oubli, que le encargaron a Gustave Akakpo y que se centra en la necesidad de integración y pertenencia al marco sociocultural en el que se convive, más allá de la nación de origen o del color de la piel. La segunda va a ser Martyr (Mártir) de Marius von Mayenburg. Y la tercera obra de la trilogía será Days of Nothing (Días de nada) de Fabrice Melquiot. Además de tener en común los conflictos y desasosiegos de la juventud, la acción de cada una de estas obras se desarrolla en establecimientos escolares.

MÊME LES CHEVALIERS TOMBENT DANS L’OUBLI nos interroga sobre la posibilidad de cambiar de piel.

La protagonista es una niña blanca que está convencida de que por debajo lleva una piel negra que le sentaría mucho mejor. Incluso, en el juego de transformación, cambia el nombre y se hace llamar George, en referencia al caballero Saint-George sobre el que ella había leído magníficas aventuras.

La niña admira a un chico negro que va en su mismo curso, que se llama Mamadou, que ha venido de lejos y que parece tener una vida mucho más extraordinaria que la de ella, que siempre vivió con su madre en un barrio de París.

La adolescencia es ese momento de la vida donde todo parece posible y Matthieu Roy presenta esos horizontes a través de un espectáculo que mezcla la actuación real de una actriz y un actor negros y otra actriz blanca, con la actuación de actores virtuales que intervienen proyectados en unos módulos escénicos verticales móviles.

El juego entre actores reales y virtuales y sus sombras y siluetas, le permiten convocar escenas de encuentro y de desencuentro entre los personajes, en una estética de videoclip muy rítmica y urbana.

La dramaturgia no se pone al servicio de una historia con pies y cabeza, sino al servicio de unos acontecimientos en el patio del colegio en los que se confunden los sueños con las resistencias.

El clímax viene dado por el cambio de piel de la protagonista, así como las escenas en las que su silueta se mezcla con la silueta de sus compañeros, como en una película de ciencia ficción.

Colores grises, blanco y negro. Iluminación tendente a la penumbra… Una huida absoluta de los estilos cándidos o aniñados, hacia una estética que refleja y reflexiona sobre el miedo al otro y, a la vez, la necesidad de aproximación a ese otro para encontrarse con uno mismo.

LA IMAGINACIÓN AL PODER EN EL JUEGO CON LAS CONVENCIONES TEATRALES

LA JEUNE FILLE, LE DIABLE ET LE MOULIN (La joven hija, el diablo y el molino) de OLIVIER PY

Obra original de Olivier Py a partir de la sinopsis del cuento «La hija sin manos» de los Hermanos Grimm.

Un escenario pequeño, con una cortina de fondo, dentro del escenario, sirve para representar una historia sintetizada a base de estilizar las situaciones de la misma y también de su interpretación actoral (conductas tipificadas de un modo próximo a la Comedia del Arte italiana).

La profusión de números musicales que sirven para resumir, en la letra de las canciones, elipsis de la historia, es otro aliciente que conecta, además, directamente con el público desde un ambiente festivo.

Los actores y la actriz representan diferentes personajes a lo largo del viaje que hace la protagonista del cuento. Para eso recurren a esa composición estilizada y teatral de los mismos, cambiando la utilización de la voz y del cuerpo, con apenas algunos elementos externos de caracterización (vestuario y atrezo).

Como en esta historia hay momentos sombríos y violentos, el recurso a una estilización lúdica y distanciada sirve para desposeerlos del indeseable efecto terrorífico, ya que este montaje está pensado para público de todas las edades y en la grada había, incluso, niñas y niños de unos cuatro años.

Sirva de ejemplo el magnífico número cómico hecho por un dúo de esqueletos, que ejecutan una especie de danza macabra de la muerte para entretener a la protagonista, cuyo amado, «le prince charmante» (el príncipe azul), tuvo que marchar para la guerra.

El diablo, disfrazado de mensajero, manipula las misivas entre los amantes complicando las situaciones. El mismo demonio que había pactado con el ingenuo padre de la joven y que había propiciado la primera desgracia con la que arranca la historia, que no es otra que el cumplimiento de un juramento que obliga al padre a cortarle las manos a su joven hija.

Pero el viaje iniciático lleno de pruebas superadas y las fuerzas del bien, encabezadas por un ángel guardián, como figura alegórica que representa la bondad infinita de la propia joven, acabarán por restituir las manos y el final feliz.

El «happy end» es, entonces, la reposición y solución de esa desgracia inicial, que no solo se arregla, sino que se mejora.

Teatro dentro del teatro. Explotación de las convenciones y pactos que apelan a la cooperación imaginativa y a la conciencia de la recepción de todas las edades.

Una manera de jugar con un cuento sin moralidades fáciles ni concesiones al sentimentalismo.

Afonso Becerra de Becerreá.

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