Negro & negro

Todo bajo control

El fallecimiento de Adolfo Suárez ha sido aprovechado por la clase política española para intentar restituir la maltrecha imagen de los políticos y para enarbolar la bandera de la españolidad. Los mismos, o los descendientes de aquellos que maltrataron a lo largo de su carrera política al ex Presidente han sido los encargados de realizar las declaraciones más altisonantes y poner las caras más compungidas y afligidas que han podido. Los mismos, que han alejado a España del camino que Suárez dibujó. Los mismos que han recortado las libertades de los españoles y que han pisoteado sus derechos. Los mismos que han empobrecido a los trabajadores y han restituido la España pre Suárez con el ejército omnipresente, con la Iglesia más reaccionaria que recuerdo, bien representada en los actos, con un Obispo innombrable, con alguna folclórica y algún torero. Los mismos, que ensalzaban al Presidente que legalizó al Partido Comunista, prohiben manifestaciones y dirigen a los cuerpos policiales con criterios de muchos años atrás: apaleando periodistas, disparando hacia inmigrantes, dispersando a estudiantes… Los mismos, que ensalzan a un hombre que creyó en la Democracia, son los que han restituido la España cañí, con peineta, obispos y guardia civiles. Los mismos que penalizan el aborto, los mismos que restituyen la cadena perpetúa, perdón, cadena perpetúa revisable. Son los mismos, que meten a la cárcel a todo el que se mueva menos a los suyos. Son los que dan lecciones de moral, de ética y de responsabilidad. Son los que mientras lloran a Suárez se afanan en acabar con todo lo que él comenzó. Con la maquinaria informativa a toda marcha para que ningún detalle quede suelto y todo este atado y bien atado, ¿les suena?.

En este panorama político las artes escénicas adquieren un papel determinante. Acaso los teatros se erigen en uno de los pocos lugares dónde se puedan expresar todas las ideas y dónde todo pueda ser planteado. Las artes escénicas, a modo de pequeñas mirillas, para asomarse y compartir ideas, puntos de vista distintos, testimonios e historias que aporten compromiso y valentía para la disidencia. Porque el resto está bajo control. Y las artes escénicas… ¿no están las artes escénicas también bajo control?

Los artistas para confrontar sus obras con el público necesitan tener acceso a los teatros. ¿No están los teatros bajo control? En la medida que los programadores dependan directamente del poder político se plantean serías dificultades para la libertad de expresión. En los Ayuntamientos en los que se exige y asume la existencia de un proyecto artístico comienza a haber garantías. Pero esta exigencia, ¿está generalizada?, ¿En cuantos despachos los proyectos están encima de la mesa?, ¿En cuántos se plantean planes de viabilidad y objetivos artísticos cada año? Me temo que no en tantos. Se programan demasiados espectáculos amables, demasiados espectáculos políticamente correctos, demasiados espectáculos progresistamente reaccionarios: modernitos pero que no molestan demasiado. Cuando se plantean espectáculos más comprometidos la variable de excusas es toda una tesina de fin de carrera: que si es antiguo, que si le falla la dramaturgia, que si está alejado del público, que si no se entiende, que si es excesivamente localista, que si… y que si. Conclusión, se acaba programando lo «bonito», lo que no molesta, lo que no incomoda. Existe poco diálogo entre gestores y artistas. Sobran muchas cosas y falta valentía. Y sobre todo, faltan grandes dosis de sinceridad. En fin, ¿para que sirve el teatro?, me lo pregunté en un artículo que escribí en esta misma revista hace unos meses. Y me lo sigo preguntando. ¿Para que sirve el teatro? ¿No estará también bajo control?

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