Y no es coña

Un ciclón, una foto y Rosalía

La vida pasa a una velocidad intermitente. Se acelera o se para de golpe por asuntos externos o por brotes internos. Considero que las Artes Escénicas son parte de la vida. O al menos de mi vida. O considero que mi vida se acopla a los ciclos creativos, organizativos y de gestión de las artes escénicas, tengo que hablar de la vida, del sexo de los ángeles y de la cantidad de paradojas que se acumulan. En Madrid, capital y Comunidad, se han cambiado a todos los responsables de los teatros y festivales. En otros lugares había sucedido ya anteriormente, y es posible que con la supuesta conformación del nuevo gobierno se produzca alguna cascada de nombramientos y despidos.

 

En los madrileños, por acumularse en el tiempo y por ser de difícil comprensión algunos de los movimientos, se ha producido un leve, pequeño, discreto acto de protesta, en forma de comunicado, pero en positivo. Parece que nadie o casi nadie se atreve a ir de cara y denunciar las tropelías, los caprichos, las venganzas, el amiguismo, los asesores nefastos de las autoridades incompetentes. Debemos ir a lo general, la discusión sobre si es mejor, más democrático, más transparente la designación a dedo, por el político o la política de turno o emprender esos procesos de convocatoria y selección que desprenden un tufo asfixiante. En general, de manera universal, yo diría que lo mejor es una convocatoria pública. Pero a la experiencia reciente me remito: eso no asegura nada de nada. Y no solamente porque el equipo seleccionador lo nombra la entidad que después decide previa terna de optantes, sino porque no se garantiza que se presenten los mejor dotados para el puesto y que no quieren someterse a la vejación de la venganza, de la arbitrariedad, de la estigmatización partidista.

Dicho lo cual, es sorprendente que se cambien a todos y cada uno de los responsables sin otro criterio que esa vaguedad de que hay que darle otra orientación, referido a un Teatro, un festival o una red. No se sabía la orientación que se anula, ni la que se va a imponer. Entre otras cosas porque hasta la fecha todo es nominal, juzgamos a los individuos, no a sus proyectos. Y eso sí es una deficiencia estructural admitida y aumentada día a día. Pero insisto, lo de Madrid es una escabechina. Y me temo que no hay otra cosa detrás que ánimo de venganza, o algo más ínfimo en la escala de las incapacidades, romper con lo hecho por los anteriores gestores, sean de otro partido, sean de otra familia. En el nombramiento de los asesores está la clave. Y en el Ayuntamiento de Madrid, la evidencia es gorda, banal, sectaria y de ínfima categoría intelectual.

Por lógica, en estos ciclones que arrasan, la vida debe seguir y por eso se deben hacer asambleas gremiales, renovar direcciones, pasar cuentas y reactivar los proyectos, que en términos generales es dar continuidad a la nadería que se presenta como fundamental. Y para completar todo este marasmo, aparece una foto magnífica, es del Ministerio de Cultura de España, que se recuerda una vez más, esto, la Cultura, está transferida a las autonomías y en algunos estatutos pone: Exclusividad de la Cultura, por lo que este Consejo General de la Cultura es un brindis al sol, una reunión de alumnos de un instituto cerrado hace tiempo, una manera de mantener un espíritu de centralización imposible de mantener y un lugar donde mueren los elefantes, abrevan los oportunistas y se hace una terrible publicidad de ineficacia. 

En la foto están todos los que están. Y son todos, según ellos mismos, importantes. Sí, es cierto, está la mayoría del negocio, pero faltan, como siempre los materiales más sensibles, los imprescindibles, lo que le dotarían de aliento cultural y no funcionarial o gremialista. Y de esa foto, solamente salen orlas, vermús, canapés, comidas y alianzas secretas provisionales, porque nadie sabe si mañana el convocante será alguien o será un recuerdo, bueno o malo.

Ya saben el amor que profeso a la catalana Rosalía, especialmente agrandado por el odio que despierta entre los españolistas más reaccionarios y envidiosos. Y se ha sabido que en la actuación de hace unos días en Madrid, precisamente, saludó a Pedro Almodóvar, con el que ya ha trabajado en una película y con el que mantiene una amistad basada en el reconocimiento artístico mutuo, y en una foto se añadió la princesa del pueblo, Belén Esteban, populismo barato, y cuentan las crónicas que de repente, la cantante cuando vio a alguien que quería saludarla, preguntó: “¿Quién es este señor?”. Y ese señor era el Ministro de Cultura en funciones. Un tipo al que le profeso admiración, pero que al ser ministro se convierte en un objeto de críticas y risas. Algunos se ofendieron o criticaron a Rosalía por no reconocer al ministro. Y es lo más significativo de todo esto: Rosalía lleva muchos años cantando, creando, pisando escenarios y hasta que no es mundialmente famosa no ha acudido ningún ministro ni subalterno a saludarla. Es millonaria sin sus subvenciones ni regalías, y no lo conoce. Porque no lo conoce nadie que no sea del gremio. Y no todos los del gremio lo reconocerían sin el protocolo y la parafernalia ministerial.

Así es, si así os parece. Yo, como todos ustedes, a mis asuntos de comidas, cenas, bebidas y familias. El horror. Casi peor que una convocatoria de subvenciones.

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