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Un enemigo del pueblo en Carballo. Kamikaze y Rigola

¿Quién es un enemigo del pueblo?

¿Aquel que atenta contra los intereses de la comunidad?

¿Y si esos intereses resultan nocivos?

Esto está a la orden del día. O mejor dicho, esto está incorporado en nuestro día a día. Yo cojo el  coche para poder ir al teatro en O Porto, por ejemplo, porque en mi ciudad, pese a ser la más populosa de Galicia, no tengo acceso a danza y teatro en la medida de mi demanda. También podría coger el avión a Lisboa, a Madrid o a Barcelona. Aviones y coches contaminan, pero los utilizamos a discreción mientras podemos. Nuestro bienestar se asienta en usos y costumbres que, mayoritariamente, aplastan el planeta, pero hacemos la vista gorda. Intereses para el pueblo, nocivos para el planeta, pero como sus daños no actúan a corto plazo, entonces atenuamos nuestra responsabilidad o, simplemente, la obviamos.

Un enemigo del pueblo es la controvertida obra de Ibsen. En ella un médico de una villa con un balneario denuncia la corrupción de las aguas. Si esa denuncia ve la luz la villa pierde su principal fuente de ingresos. Es como si la Citroën se fuese de Vigo o la Seat de Martorell. Sería la ruina, no solo por los puestos de trabajo directos que se pierden, sino también por todas las industrias auxiliares y por todo el sector servicios que depende. Así que si esos baluartes del sistema económico y del “bienestar” fuesen nocivos, habría que intentar al máximo esconder y atenuar su efecto pernicioso, para que siguiesen siendo motores económicos.

Un enemigo del pueblo sería aquel que destapa o descubre algún aspecto pernicioso que al sistema establecido no le conviene revelar. Aquel que no hace concesiones y, por ello, se ve abocado al ostracismo o al exilio. Aquel al que empezamos a mirar como antisistema o como a un “conspiranoico”.

¿Y Carballo? ¿Qué es Carballo? Carballo no es O Porto, ni Lisboa, ni Madrid, ni Barcelona, pero en otoño tiene un festival de teatro que a mí me hace coger el coche y cruzar Galicia para ver algunas de sus substanciosas propuestas. “Carballo”, en gallego, o “carvalho”, en portugués, es un árbol robusto, en castellano: “roble”, en la cultura celta consagrado a Dagda, el Creador y, según Juan Eduardo Cirlot,  asociado al culto de Júpiter y dedicado al dios del trueno.

Un enemigo del pueblo es como el rayo de un trueno, iluminador y a la vez hiriente, ya que nos pone al descubierto algunas de nuestras contradicciones. Las concesiones poco justas que hacemos en pro de nuestro acomodo.

El domingo, 28 de octubre de 2018, el FIOT de Carballo nos concedió la posibilidad de asistir a un debate teatral sobre las bases de la democracia, la libertad de expresión y, en suma, la ÉTICA: Un enemigo del pueblo (Ágora) de Àlex Rigola con El Pavón Teatro Kamikaze.

Un enemigo del pueblo (Ágora) es un espectáculo de proscenio, en el que la actriz y los actores dialogan, directamente, con el público.

Àlex Rigola crea una dramaturgia muy coherente que potencia el debate ético que propone la obra de Henrik Ibsen. No realiza una representación de Un enemigo del pueblo de Ibsen, sino que la actriz y los actores defienden las posiciones de los personajes, sin interpretarlos, empleando en el debate, como argumentaciones, la descripción de las circunstancias que desarrolla la fábula de Ibsen. Dicho de otro modo: no hay una representación de la fábula, sino una utilización de las circunstancias de la misma, presentadas, relatadas como argumentaciones para el debate por parte de cuatro actores y una actriz, que defienden los roles principales de la historia. Israel Elejalde defiende la posición del médico, que denuncia la corrupción de las aguas del balneario. Frente a él se posicionan el poder de la prensa, defendido por Nao Albert y Óscar de la Fuente, y el poder político local, defendido por Irene Escolar, a quien corresponde el rol de la alcaldesa (en el original: alcalde, jefe de policía y presidente del directorio de la sociedad de las termas y del balneario del pueblo), hermana del médico, y también un representante del pueblo, defendido por Francisco Reyes.

El debate, en si mismo, se vuelve espectacular precisamente por la estructura dramatúrgica que convierte en acción la asamblea formada por los cuatro actores, la actriz y las espectadoras y espectadores.

En la escenificación de esta misma obra, realizada por Thomas Ostermeier, que pude ver en el 66 Festival d’Avignon 2012, la parte central era el debate en el que los personajes ofrecían el micrófono al público, hendiendo el desarrollo de la historia, que, en el espectáculo de la Schaubühne de Berlín, sí se representaba, aunque de una manera muy actualizada y pegada a la realidad del escenario.

La propuesta de Rigola amplía ese debate al grueso de su dramaturgia y deja en un segundo plano el desarrollo de la historia, de la que recoge, a nivel referencial, algunos aspectos para la confrontación.

También me resulta inevitable recordar el empleo de acciones caligráficas, en la versión de Ostermeier, en la cual, los personajes, dibujaban los planos de la ciudad balnearia y calculaban con tiza, sobre las paredes escenográficas. En la pieza de Rigola un enorme encerado ocupa la parte izquierda del escenario y sobre él dibujan con tiza el trazado de las canalizaciones de agua y también apuntan los resultados de las votaciones en las diversas fases del debate.

Nuestra participación, desde la grada, se hace, directamente, ejerciendo el voto, afirmativo o negativo, respecto a preguntas básicas que implican un posicionamiento muy importante en los tiempos que corren.

El Prólogo de la pieza consistió en la presentación de la compañía y en la exposición de unas cuestiones iniciales, para las cuales nos pedían que votásemos. Tarjeta verde: SÍ. Tarjeta roja: NO.

¿Cree usted en la democracia?

224 personas votaron que SÍ, frente a 28 personas que votaron que NO.

¿La compañía KAMIKAZE debe poder decir lo que piensa, aún a riesgo de perder las ayudas de algunas administraciones?

275 personas votaron que SÍ, frente a 6 personas que votaron que NO.

Realizar una acción por la libertad de expresión interrumpiendo el espectáculo al poco rato de iniciarlo.

89 personas votaron que SÍ, frente a 158 personas que votaron que NO.

Una vez acatada la decisión de la mayoría respecto a no parar el espectáculo, Un enemigo del pueblo (Ágora) discurre como una asamblea, cuyo centro pivota sobre el debate ético: ¿Es lícito y justo el poder ejercido por la mayoría en el sufragio universal?

En este debate intervienen las personas del público. En Carballo hubo 4 intervenciones de 4 hombres y no intervino ninguna mujer. Aunque la actriz lo comentó para ver si alguna se animaba. Uno de los espectadores expuso que en la jurisprudencia actual se estaba debatiendo la cuestión del voto ponderado, pero que no había acuerdo.

Isra (Israel Elejalde) hace el discurso que pone en cuestión el sufragio universal, conectándolo con las circunstancias en las que todo un pueblo prefiere envenenar a la gente que acude al balneario, antes que arruinarse perdiendo las ganancias que reportan esas visitas y asumiendo las costosísimas obras para evitar la contaminación de las aguas.

En la votación realizada por el público, el 28 de octubre en Carballo, respecto al sufragio universal, 189 personas votaron que SÍ, frente a 58 personas que votaron que NO.

La pieza remató tal cual remata la obra de Ibsen: el impopular doctor queda apartado y repudiado.

Un final amargo, aunque Nao Albert acabase cantando, a la guitarra, Creep de Radiohead. Aunque sobre el foro negro se proyectase la conjugación del presente de indicativo del verbo «amar». Aunque la actriz y los actores situasen en el proscenio los globos en los que flotan las letras ETHIKE.

Quizás es eso: la ética es un globo que flota y que se puede pinchar o desinflar en cualquier momento y no una raíz que asegure el crecimiento de una árbol tan robusto como un carballo (roble).

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