Y no es coña

Un momento corto

Día veintiocho de diciembre del año dos mil quince, siete de la madrugada. Escucho una radio estatal y tratan el asunto de la asamblea de la CUP que tuvo lugar el domingo en donde se dio una más que extraña circunstancia de empate. Eso mantiene la incertidumbre en Catalunya, no se sabe si el pretendiente Mas podrá ser nombrado President o deberá volver a convocar elecciones. Se utilizan graves y pesados adjetivos, de absoluto rendición, de cansancio y hastío.

La noche de ese domingo, la televisión catalana TV3, emitió una obra de teatro realizada por el equipo habitual de esa cadena que hace un divertido programa de contenido político semanal. Imitaciones que nos ayudan a entender mejor la complejidad de una situación política en una sociedad que no vive esa crispación. Hay quienes quieren ser independientes, quienes no le s importaría, peor pueden seguir igual y quienes quieren ser parte de España sin ninguna condición añadida. Es decir, no hace falta darle muchas vueltas, esto es lo normal. Se dramatiza y se encrespa desde otros puntos para conseguir marcar mejor las posturas.

Y esa obra de teatro que tiene una estructura de vodevil, es decir un hotel, habitaciones, citas, puertas, chachas, es además musical y plantea situaciones reconocibles, con personajes totalmente identificados, en imitaciones que buscan el espíritu, los tics, los dejes y no la copia. Interpretaciones dominadas por el arquetipo al que referencian, pero con diálogos graciosos, situaciones bien resueltas, dentro del género. Y la cuestión es que el público de la sala abarrotada se reía de manera desinhibida. Está claro, a mi entender, que sí tiene un mensaje hacia una dirección de lo que vive la sociedad catalana, y no lo engaña, lo que pasa es que mantiene una pátina de comicidad que hace que se pueda uno reír hasta de sus propios políticos preferidos.

Por lo tanto la elección del día y la obra por parte de la dirección de TV3 no es casual, sino interesada. Por otro lado se tarta de un producto que sale de ese mismo lugar, en uno de esos raros trasplantes de programa televisivo basado en la interpretación y la situaciones teatrales convertido en obra de escenario con la mayoría de los mismos personajes, lo único que con una trama fijada, aunque parece existir sitio para las «morcillas» que hacían mención a hechos casi del día. Por otro lado nos viene a recordar que el teatro político, yo diría que de marcado acento ideológico, tiene sus públicos.

Y es que en algunos puntos muy concretos se está volviendo a un tipo de teatro de marcado contenido político que podríamos llamar periodístico, que yo diferenciaría del que se llamó a finales de la segunda guerra mundial teatro-documento y que se hizo presente en grandes montajes. Por ahora lo que les caracteriza en nuestros escenarios es que toma un sumario y lo pone en pie, o unos hechos narrados en crónicas y los reproduce, peor también el que desde el humor y la sátira se acercan a políticos o instituciones. Y esto es sano. Quizás estemos en una fase en donde no se cuida la parte estética, no se le da demasiada importancia a la forma y a su manera, sino a lo que se dice. Y llamamos la atención sobre esto, porque a veces las formas pueden rebajar la crítica, por ser chusca y tosca. Y vale, va el palabro: populista.

Bueno, ya lo he dicho casi todo. Este momento corto de un artículo a caballo entre dos años, de miles de incertidumbres, la ciudadanía ha hablado votando y ha roto esas mortecinas estabilidades de mayorías absolutas renuentes al ejercicio democrático del pacto y el diálogo. Y nuestras artes escénicas siguen en sus coordinadas de viaje hacia casi ninguna parte.

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