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Una coartada para la danza en 8 gestos. Carmen Werner

Sobre una alfombra, alrededor de una mesa y una silla vacías, surgen conatos de escenas con el anzuelo teatral de un asesinato.

«Perfecto no está», dice Carmen Werner, refiriéndose, en una ironía cómica, al crimen perfecto, o incluso al hipotético asesino.

Entre las entradas, las salidas, los encuentros, los saludos, las desconfianzas… surgen también conatos de personajes-actor: el que asesina (el asesino), la que no ve (la invidente), quien busca y sospecha (la investigadora)… El gesto se convierte en una máscara de personaje: investigar da la máscara de la investigadora, asesinar da la máscara del asesino…

Las actitudes y los gestos pueden remitirnos a un referente real, evocar una situación dramática, incluso cinematográfica. Pero la danza altera la perspectiva de esas hipótesis fabulares, substituye la intriga psicológica por la empatía muscular y sensorial puras.

Eso es lo que pasa, por ejemplo, en una de las secuencias de esta última obra de Provisional Danza, se altera la perspectiva del plano visual cuando juegan a inclinar la mesa, la silla y sus propios cuerpos.

Así pues, 8 GESTOS sigue apostando por ese juego que consiste en que lo teatral y lo dramático, en fulguraciones situacionales, altere la percepción de la danza y ésta, a su vez, diluya nuestras conjeturas narrativas.

Aquí, la coreografía, en su lado más dancístico, extraña la anécdota teatral de la escena del crimen, e incluso de las relaciones entre las hipótesis de personajes.

La coreografía sincrónica estrangula el referente fabular que, no obstante, sirve de pivote a las atmosferas y a las imágenes que se crean en este 8 GESTOS.

La iluminación de Pedro Fresneda colabora en la estructuración del espacio lúdico y físico, acotando zonas de actuación, creando transiciones entre las secuencias, afilando clímax en la acumulación de intensidades en las diversas acciones: intensificación en el movimiento de los cuerpos, tanto en la fuerza, como en la amplitud y en la velocidad de la ejecución, intensificación atmosférica en la incidencia deslumbrante o tenebrosa de la luz, intensificación del espacio sonoro ante el vacío del silencio o la extenuación de la música, con pinceladas tonales desasosegantes, que remiten al cinema de suspense.

La imagen de la mesa, con el bailarín esgrimiendo el candelabro contra alguien. La pantomima grave de seccionar los órganos superiores de una víctima invisible. Las sugerencias gore, remeciendo en una taza trozos de cerebro o de otras partes blandas, extraídas con la precisión de un cirujano. Todo esto adobado por las actitudes, los movimientos, el espacio sonoro y lumínico, configuran escenas que remiten a una descontextualización genérica. El suspense y el humor negro se vuelven absurdos o surreales.

Igual que no hay descanso sin coartada, tampoco hay espectáculo sin ella.

La escena de un crimen puede servir de coartada, aunque la coartada, para la danza, siempre sea otra.

Afonso Becerra de Becerreá

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