Críticas de espectáculos

Vangelo / Pippo Delbono / 34º Festival Internacional de Teatro de Almada

Acto de amor

Durante una entrevista que tuve con Pippo Delbono, ahora hace diez años, le pregunté acerca de lo que –según los espectáculos que hasta aquel momento yo conocía de él- parecen ser sus obsesiones: la guerra, la locura, la libertad. Tras una larga respuesta concluyó: “También me interesa el amor. Es una palabra que algunas veces parece destruida, moralizada (…). El amor es un acto muy grande. El teatro, al final, es un acto de amor.

Y ciertamente es así. Tanto en “Éxodo” que se pudo ver en la 23ª edición del Festival Internacional de Teatro de Almada (FITA) en 2006, como en “Orquídeas” en el 31º FITA (2014), el amor es un tema recurrente en Delbono. Por si no estaba claro, ahora, en el 34º FITA hemos podido presenciar y apreciar otro fantástico montaje que tiene el amor por partida doble: el amor es uno de los temas que aborda, y el espectáculo “Vangelo” se lo dedica a su madre, católica ferviente, que unos días antes de su muerte, le pidió que hiciera un espectáculo sobre el Evangelio con un mensaje de amor.

Pippo Delbono, que confiesa que siempre ha hecho lo contrario de lo que le decía su mamá, en esta ocasión ha obedecido para hacer un espectáculo sobre el Evangelio. Pero Delbono es un anarquista por naturaleza y la visión que plantea acerca del dios bíblico casi suena como una blasfemia impregnada de fe.

Y es que, para este artista italiano “Dios no creó al hombre, fue el hombre el que ha construido a dios.” Delbono, que se confiesa ateo, se muestra beligerante con un dios creado por la Iglesia católica que permite y justifica todas las masacres que se hacen en su nombre por todo el mundo; afirma que la Iglesia nos presenta a un dios triste y justiciero que habla del pecado y culpa al hombre que ha de esconderse para amar; es un dios siempre masculino, por eso Delbono prefiere al Diablo que es bisexual.

Pero en “Vangelo” no solo habla del amor físico e individual, habla del amor colectivo a los humildes, del amor a los desheredados; habla del amor a los desplazados por las guerras, del amor a los que pierden sus vidas y familias en el mar.

Muestra imágenes de inmigrantes escondidos entre maizales. “Ellos son el Cristo”. Y hace un recorrido por las Bienaventuranzas, una a una, para denunciar que hay gentes que sufren tanto aquí como en América y en Afganistán. Grita las Bienaventuranzas, grita por los pobres, por los humildes, por los perseguidos, por la libertad.

Aparte de su obsesivo contenido humanista y anticlerical, libertario y anarquista, reivindicativo y blasfemo, panfletario y consecuente con los desfavorecidos, Pippo Delbono ha propuesto una puesta en escena un tanto típica en sus montajes. Pero “Vangelo” posee cierto aire operístico en toda su extensión.

En este sentido, la pieza comienza dando la sensación de grandiosidad con un escenario inmenso y casi vacío aunque en el foro se alinean once sillas elegantes con aspecto de gran valor. Entran los intérpretes vestidos de gala y brillantes que avanzan las sillas hasta el proscenio y se sientan mirando al público; música orquestal y comienza la ópera. Pero Delbono entra en la sala como es habitual en sus montajes y, mientras lee su parlamento de amor, prosigue el espectáculo ritual.

Y es que, “Vangelo” tiene un desarrollo litúrgico que, como en la misa católica, participa de la palabra, del sacrifico incruento y de la comunión. La palabra está en las continuas intervenciones del director / actor donde vierte su doctrina laica. El sacrifico incruento está presente en las apariciones sobre la escena tanto del personaje /intérprete Bobó como con las imágenes de refugiados del Centro de acogimiento PIAM de Acti que proyecta sobre el imponente muro haciendo un paralelismo del preso que es juzgado  por un tribunal y los pasajes bíblicos de la crucifixión de Cristo. La comunión está presente en todos los bailes y coros que imprimen un carácter participativo y ceremonial.

Desde el punto de vista plástico, en “Vangelo” aparecen escenas de gran belleza, intensidad dramática y emotividad. Con respecto a esto último hay que subrayar las dos escenas que evocan a la madre: una, poniendo sobre la escena objetos personales de su mamá; la otra, al final de la función mostrando una especie de cama / cuna donde sitúa al intérprete con síndrome de Down para transmitir ternura y emoción.

La intensidad dramática está presente en el muro que se extiende a todo lo ancho de la escena. Es un muro con aspecto de inexpugnable que, presente en toda la representación, no solo sirve de soporte para las significativas proyecciones que invitan a la reflexión política y social, sino que posee movilidad: en cierto momento avanza hacia el proscenio empujando al Pippo actor. En fin, el muro también ejerce de paredón donde el reo sufre la ejecución.

Belleza y emoción están en Bobó tocando el violín y pronunciando algún sonido gutural; belleza y emoción se aprecian en el testimonio del refugiado que está presente en la sala; belleza y emoción están en la presencia del personaje / actor Gianluca Ballaré que entra en la sala y sobre el escenario reivindica su presencia esquelética por la enfermedad.

En fin, Pippo Delbono ha construido en “Vangelo” un espectáculo hermoso por su contenido y perfecta ejecución. Ciertamente, es un trabajo que incide en los estilos de anteriores propuestas pero no cabe duda de que es un gran montaje denso y festivo que lleva el sello del autor. El espectáculo no solo no defrauda, sino que es de los que engrandecen a un gran festival.

Manuel Sesma Sanz

Espectáculo: Vangelo. Texto y dirección: Pippo Delbono. Intérpretes: Gianluca Ballaré, Bobó, Margherita Clemente, Pippo Delbono, Ilaria Distante, Simone Goggiano, Mario Intruglio, Nelson Latriccia, Gianni Parenti, Alma Prica, Pepe Robledo, Grazia Spinella, Nina Violic, Safi Zakria y Mirta Zecevic. Imágenes y filme: Pippo Delbono, Música original: Enzo Avitabile. Escenografía: Claude Santerre. Figurines: Antonella Cannarozi. Iluminación: Fabio Sajz. Compañía Pippo Delbono. Sala Garret del Teatro Nacional D. María II en Lisboa. 34º Festival Internacional de Teatro de Almada, Portugal.

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