Críticas de espectáculos

Y DiosK/Antonio Riojano/Víctor Velasco

Como nacen y caen los dioses

¿Quiénes son nuestros dioses contemporáneos? ¿De qué son modelos para nosotros? ¿Qué proyectamos en ellos? ¿Cómo se construyen estos nuevos mitos modernos, de dioses que parecen figuras intocables, invulnerables y como estos gigantes caen de sus pedestales cuando se descubre que tienen pies de barro y son poseídos por un demonio?

A partir del acontecimiento: la violación en mayo de 2011 de una camarera de raza negra en el hotel de lujo Sofitel en Nueva York, por Dominique Strauss Kahn, el hombre poderoso, rico, director del FMI (Fondo Monetario Internacional) y candidato en esa época a la presidencia de la República Francesa, el autor Juan Francisco Ferre y Antonio Rojano, dramaturgo de DioS K. transcendiendo la anécdota interrogan sobre el funcionamiento de la irresistible ascensión de los dioses de poder y de sus caídas.

El reto de Víctor Velasco en su puesta en escena, de esta reflexión sobre lo «divino» y lo humano del hombre de poder y las interferencias entre la esfera pública e íntima en su actuación, es a la vez alcanzar la dimensión emblemática del personaje de D.S.K. y trascender en su visión escénica los límites del teatro. «Nuestra intención – dice – no es relatar ni representar una vez más el horrible y manido suceso. Nuestra intención es asomarnos al abismo que todos llevamos dentro. Al poder erótico del poder. A la tergiversación del modelo de modelo. Al, como diría Sartre, la dialéctica de la cosificación en nuestros tiempos.»

En mayo de 2011, en el cumbre de la crisis económica, cuando los Indignados ocupaban la Puerta del Sol, Dominique Strauss Kahn, uno de los hombres más poderosos del mundo, director del F.M.I., líder socialista y candidato a la presidencia de la República Francesa, protagonista en los medios -desde la prensa política hasta la especializada en escándalos sexuales-, fue detenido en el aeropuerto de Nueva York cuando tomaba el avión de regreso a Francia, acusado de violar a una camarera de raza negra en el hotel Sofitel de Nueva York.

Desde hacía años Dominique Strauss Kahn alimentaba la prensa con escándalos sobre su vida privada, sus aventuras sexuales, su gusto por el lujo, pero lo que pasó el día 14 de mayo de 2011 en la suite del hotel neoyorkino desencadenó una tormenta y un linchamiento mediático.

Si en Francia, donde la moralidad es bastante relajada, se han tolerado los excesos de D. S. K., no ocurrió lo mismo en los Estados Unidos donde la opinión pública, los medios y múltiples asociaciones, denuncian y sancionan con severidad los atentados contra la moralidad y las conductas racistas.

La caída espectacular del ambicioso D.S.K. fue comentada y juzgada en los medios a lo largo de semanas por sus amigos y adversarios políticos, por psicólogos, y gente de la cultura como Michel Houellebecq, Amelie Nothomd, Michel Onfray, etc. El acontecimiento neoyorkino ha inspirado inmediatamente una película con, en el papel de D.S.K., Gérard Depardieu, otro monstro sagrado y maestro en la transgresión de las normas. También dos obras de teatro nutridas por este escándalo se estrenaron en Francia poco tiempo después.

En oposición a cualquier aproximación anecdótica, inmediata, de esa historia, DioS K se distancia de la anécdota, la convierte en una obra de ficción, un drama a semejanza de la tragedia griega o raciniana, sobre un dios poderoso convirtiéndose en un fauno ridículo que cae a la vista de todos.

La trama de DioS K no se reduce al abuso de un hombre sobre una mujer y tampoco a un abuso con una connotación racial, «es un viaje alucinatorio a través de excesos, pecados y los males de la sociedad contemporánea» explica Antonio Rojano. El viaje en el cual se plantea una serie de preguntas sobre la ejemplaridad de estos nuevos dioses, su poder y su impacto en la sociedad, sobre su discurso con el cual nos manipulan ¿Por qué los necesitamos y por qué los destituimos?

Hartos de los dioses que nos ofrecen las religiones tradicionales, esos dioses castigadores con sus exigencias, prescripciones, prohibiciones y la obligación de sufrir para merecer un paraíso hipotético, creamos los dioses hedonistas, símbolos de la felicidad terrestre. Los ídolos que encarnan una religión que tiene como valores el poder, el dinero, el sexo, el éxito. Son modelos de la felicidad que intentamos alcanzar.

Pero ahora, en nuestra sociedad, donde lo público y lo íntimo se confunden y todo se exhibe en los medios, ¿qué pasa cuando se descubren los fallos, las actuaciones criminales, el desprecio arrogante de los límites y de las normas que estos dioses nos imponen pisoteándoles con toda la impunidad? ¿Cuando se descubre que son débiles y como este rey del cuento, desnudos, parecidos a nosotros o peores? No pasa nada. Los dioses contemporáneos son mortales e intercambiables. Podemos hacer un simulacro de castigo y tirarlos a la basura.

Todos aspiramos a crear una semejanza con estos ídolos teniendo ahora las herramientas para acceder a la fortuna, recuperar la juventud, protegernos contra la enfermedad y la muerte.

«La figura de D.S.K., dice Víctor Velasco, es por excelencia el paradigma del triunfador, poderoso, rico, popular, socialdemócrata, liberal y libertino, arrollador, simpático y follador.»

En la escena Víctor Velasco, confiriendo a la figura de D.S.K., la dimensión emblemática y metafórica, le confronta a la mujer, una especie de coro femenino, los siete personajes: la bruja buena del Norte, Wendy la prostituta, Kaasey adolescente patrocinada por una ONG, Nicole esposa del DioS K, la mujer que trabaja en el aeropuerto JFK, Dorothy Mayo inspectora de policía, la víctima… todas interpretadas por Mona Martínez.

La esencialidad, la evocación con pocos recursos, son los principios tanto de la dramaturgia escénica como de la escenografía. En el espacio vacío, mental, privado y público a la vez, con una tarima rectangular que sirve de asiento, de cama, detrás una serie de altavoces y en el fondo una pantalla sobre la cual se proyectan imágenes, formas no realistas y las caras de las personalidades célebres con sus nombre que hablan de D.S.K.: escritores, sociólogos, filósofos, etc.

En un momento, cuando D.S.K. dialoga con Shakespeare, se proyectan sus caras perfiladas, sus ojos y sus labios que se mueven. El aeropuerto, cuando D.S.K. intenta a tomar el avión, es evocado sólo por las luces y la proyección de los horarios de salida de los aviones. En este espacio mental irrumpen las voces, el ruido mediático, la gente opinando sobre el asunto D.S.K.

La toma de partido por privilegiar la forma del relato en que se inscriben unos breves diálogos, corresponde a la intención dramatúrgica y estética de evocar, de crear una distancia con los hechos contados. Tampoco hay ningún parecido entre los personajes y los intérpretes. Alberto Jimenez, D.S.K., lleva un traje gris, camiseta y corbata, sus pies están desnudos. Mona Martínez, con el mismo traje y zapatos rojos, con tacones altos, interpreta a todos los personajes femeninos. No existe ningún realismo en la actuación, todo pasa por las imágenes, las actitudes y la gestualidad, sugestivas, evocadoras. Así por ejemplo, el éxtasis erótico de D.S.K. en estado de erección, es sugerida por el excelentísimo Alberto Jimenez, sentado, su cuerpo tenso, inmóvil, fusionado con la violencia de la música demoledora del Réquiem de Verdi. En una de las secuencias finales la imagen poética del arresto de D.S.K. cuando la mujer ata sus muñecas con una braga roja.

No se representa la violación en el hotel y las relaciones de D.S.K. con diferentes mujeres son sólo evocadas, esbozadas por las palabras, los gestos, la mímica de los actores. Con una interioridad y en el mismo tiempo con escarnio Alberto Jimenez encarna el cinismo del político y del depredador sexual, su insaciable apetito de poder y de sexo. «Soy un animal politico, un león, el rey de la jungla o de una república». Parecido a Ricardo III quiere el absoluto, sea ganar o perder. Pero este dios se cree inmortal, no concibe perder, no renuncia a nada, su vida pública no se ha acabado.

La escena final en que D.S.K. desnudo, sólo con una braga, se dirige a los espectadores con su discurso político cínico, demagógico, electoral de un seudo progresista, es muy ponente con la imagen aterradora de esta bestia política que nada puede detener. Quizá porque sabe que la «sociedad del espectáculo» necesita superhombres, los dominadores, para mirarse en este espejo.

A parte de la gran sensibilidad, la precisión perfecta de los actores, la cualidad excepcional del lenguaje visual, se debe saludar el uso inteligente en la dramaturgia escénica con una coherencia ejemplar del micro, de voces off y de las proyecciones.

Es un espectáculo esencial que abre el debate sin dar respuestas, poniéndolas ante nuestra responsabilidad. Porque juzgar a D.S.K., es también juzgarnos a nosotros mismos.

Irène Sadowska Guillon

 

Y DioS K

Dramaturgia: Antonio Rojano

Basada en la novela Karnaval, de Juan Francisco Ferre

Con Mona Martínez y Alberto Jiménez

Escenografía, vestuario, iluminación y video: Juan Sebastián Domínguez

Dirección: Víctor Velasco

En la Cineteca del Teatro Español Matadero

Del 24 de febrero al 20 de marzo 201

 

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