Y no es coña

Y etcétera

¡Cómo se notan los años! Mientras escribo estas líneas debería estar en una asamblea donde se nombrará por “aclamación” a la nueva directiva de la Academia de las Artes Escénicas de Madrid, perdón, de España. No puedo acudir por circunstancias propias de un convaleciente clínico. Esas cosas que nos hacen ser dependientes. Pero me encantaría haber acudido, por ver las caras de todos los que aparecen en la plancha que encabeza Jesús Cimarro. Hay cosas muy curiosas. O dicho de otra manera, aparecen nombres que nunca se pudiera haber imaginado nadie que concurrirían en la misma lista. Pero son cosas de las circunstancias, de la debilidad, a mi entender, de esta organización. Y no parece que esta nueva muestra de falta de interés, es decir solamente hay una lista, sea un buen síntoma. Esperemos que estos cuatro años próximos se consiga algo más que convertir esta Academia en una plataforma del teatro comercial con discursos vacíos. Porque lo que uno calla se resume en un diplomático y etcétera.

Decía lo de los años porque en casi todos los lugares donde voluntariamente quiero participar y donde no suelo encontrar un acomodo satisfactorio, se cruzan los memorialistas, los que te cuentan su rollo, al precio que sea, y que siempre se basan en su supervivencia, es decir en un concepto cuartelero de la experiencia y la jerarquía, como si ser sargento chusquero fuera algo más que una acumulación de frustraciones y los adanistas. Los que creen que al nacer ellos, nació el mundo y que al descubrir antes de ayer a La Zaranda, pongamos por ejemplo, se anulan los cuarenta años de su existencia previa y acaban descubriéndola. Y un largo, pero larguísimo etcétera.

Eso sentí en otro ámbito. La experiencia de las 24 horas de una propuesta de Jan Fabre que se produjo en los Teatros del Canal. Se debería abrir un congreso multidisciplinar para analizar este evento. Por un lado lo que sucedió en escena, a lo que se le puede poner algunas objeciones, pero desde la admiración y el reconocimiento de la libertad para hacer una propuesta de esta magnitud.  Y la asimilación de que esa exuberancia fue posible porque existen estructuras que lo permiten, instituciones que lo patrocinan, lo sustenta. Libertad de expresión, libertad de creación. Y otra larguísimo etcétera.

Por otro lo que sucedió en la sala, lo que pasó en los pasillos, salas y bar y a mí, lo que me duele más, cómo se narró en los medios, cómo se analizó. No se puede ser más oportunistas, más insustanciales, más epidérmicos, morbosos, amarillistas. Una crónica superficial, reaccionaria, con titulares que nada tenían que ver con lo sucedido. O al menos sin entender lo que había detrás de los momentos más “fáciles”. Debería matizar, nombrar, ajustar este comentario, pero como estamos en una circunstancia muy circunstancial, prefiero esperar, soltar este exabrupto y revisar en unos días todo el cliping, porque seguro que aparecerán sesudos comentarios.

Lo del público, los públicos, de nuevo la edad se nota. O la experiencia acumulada. Cuando se conoce a Jan Fabre, casi antes de que Manolo Llanes se hiciera de su religión, la actitud de jóvenes artistas, gestores, dramaturgas, aceptando de una manera tan fanática desde el minuto cero estas 24 horas como si fuera un concierto o una fiesta juvenil, me resultó paradójico. Llegaban convencidos, se reían, se tragaron una hora de perreo con devoción, no buscaban otra cosa que convertir esas horas de borrachera artísticas, en una experiencia sensorial,  en una fiesta acrítica…. Y etcétera.

Debe ser la edad, ponerse delante de una acontecimiento así, sirve para abrir la cajita de los recuerdos, de otros momentos, de comparar, de contextualizar. Me sorprendió que había una suerte de competición en remarcar que habían visto todo. O casi todo. ¿Qué más da? Apuesto con quien quiera que dentro de unos meses o años, las 800 personas privilegiadas se convertirán en millares. Nadie se lo habrá perdido. Con dos imágenes televisivas, dos comentarios de amigos y una lectura esquinada de comentarios aleatorios, serán todos protagonistas diferidos de este evento. Como lo fueron otros, en otros tiempos de otros eventos. Es un reflejo social y profesional cualificado en las patologías o las mentiras curriculares no revisables. Y como no voy a contradecirme más de lo necesario, voy a cerrar aquí mis impresiones con un recurrente…. y etcétera.

La cuestión política, trascendental a mi entender, de que esto suceda en un teatro de titularidad pública, dependiente del gobierno de Madrid, que está en manos de un sector del PP, nos debe poner a reflexionar. Y dos preguntas sobre algo que me llamó la atención. ¿Por qué no había dentro de una treintena de actores y bailarinas, ninguna persona de origen africano o asiático? Otra: ¿Qué país o estado es Flandes? ¿No es dónde está Carles Puigdemont? Y así podría estar media mañana. Pero lo resumimos…. y etcétera.

 

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