Críticas de espectáculos

Yo soy Don Quijote/José Ramón Fernández/Théâtre de l’Oprimé

El mensaje de Don Quijote para hoy

José Ramón Fernández tiene una docena de obras traducidas y publicadas en Francia, algunas de ellas estrenadas o presentadas en lecturas dramatizadas. Una afinidad y complicidad creativa particular se han establecido desde hace unos años entre el dramaturgo español y el Théâtre de l’Opprimé de Paris, donde su director Rui Frati estrenó en 2012 La tierra de José Ramón Fernández.

Ahora, del 2 al 13 de noviembre de 2016, se estrenó en el mismo Teatro Yo soy Don Quijote en la versión francesa de André Delmas, con algunas modificaciones en el texto original que destacan y desarrollan la actualidad de algunos aspectos estupendamente modernos en la obra cervantina.

Este espectáculo Yo soy Don Quijote se repondrá en febrero 2017 en Madeira y en Paris en el Théâtre de l’Opprimé.

¿ Que se queda tras el fracaso de las ideologías y utopías colectivas del siglo XX que nos han prometido el advenimiento del «hombre nuevo», la sociedad feliz y las mañanas que cantan ?

Un poeta ruso, hace unas décadas decía «antes el futuro fue mejor».

Ante la cacofonía de ideas, movimientos que pretenden sacarnos del nihilismo ambiente, suena la voz de Don Quijote que opone a la mercancía ideológica y política actual la creencia sencilla en el ser humano, en su libertad, la convivencia con principios como el respeto mutuo y la tolerancia, la generosidad. ¿ Es utópico, loco o posible ?

En el imaginario colectivo francés la figura de Don Quijote es un estereotipo de un personaje pintoresco, quien, intoxicado por sus lecturas de novelas de caballería, se vuelve loco tomándose por un caballero errante que, con su escudero, recorre el mundo manchego ayudando a los pobres, restableciendo la justicia.

En su obra José Ramón Fernández va en contra de este estereotipo. Su Don Quijote es un antihéroe, un hombre normal de carne y hueso que ha pasado su vida intentando ayudar a los demas y cada vez resulta un fracaso.

Pero su fe en la bondad, la generosidad, la amistad y la tolerancia, en la posibilidad de mejorar el ser humano y el mundo es indestructible. Nada que ver con cualquier rousseauismo pasmado.

El Don Quijote melancólico que mira con compasión al ser humano, consciente de su debilidad y de su fragilidad pero también de su fuerza y de su capacidad de decir no, reivindicando su libertad de decidir sobre su vida. Como por ejemplo la pastora Marcela y Sanchica.

Para explicitar más algunas de las aventuras de Don Quijote, en la versión francesa de su obra José Ramón Fernández ha añadido dos escenas nuevas en las que Don Quijote se encuentra con la pastora Marcela y con la bruja Urganda, la desconocida.

Así se destaca más en la obra el protagonismo de las mujeres. Sanchica, impregnándose de las ideas de Don Quijote, constituye la síntesis entre el realismo, el sentido común de Sancho y el idealismo de Don Quijote.

En el espectáculo, Sanchica actúa como catalizador de la transformación de Sancho que se «quijotiza» poco a poco asumiendo el discurso de su maestro y de Don Quijote que se «Sanchiza» asimilando el sentido común de su escudero.

En la escena final, muy impactante, habiendo muerto Don Quijote, Sanchica toma sus armas y encarnanando el relevo de sus ideas, sube en las gradas proclamando «yo soy Don Quijote». Sanchica va a perseguir su misión.

El tema de la transmision de las ideas luminosas, generosas, del caballero andante, es el eje de la puesta en escena parisina de Benoit Felix Lombard, quien destaca la actualidad y la necesidad del discurso de Don Quijote para humanizar y concienciar nuestra sociedad cada vez más uniformizada, descerebrada.

El espectáculo empieza ante las puertas cerradas del teatro, guardadas por dos mujeres con pelucas, gafas negras y escobas, como una caricatura de alabarderos. Mientras describen, a vista de pájaro, el paisaje árido de la Mancha, detrás de las puertas se oye vagamente el texto de la novela que Don Quijote lee a Sanchica.

Es la primera imagen que vemos entrando en la sala.

Benoit Felix Lombard recurre a diversos modos de distanciamiento oscilando permanentemente, en sintonía con la obra de Fernández, entre la evocación de las aventuras de Don Quijote y nuestra mirada desde hoy sobre ellas. Esta opción se expresa también en el concepto del vestuario actual teatralizado.

En el escenario, pocos elementos. A la izquierda algunas sillas que a lo largo del espectáculo los actores desplazan en diferentes posiciones, en el sentido de las agujas del reloj, formando como una ronda, un ciclo de la errancia de Don Quijote.

A la derecha del escenario un baúl con algunos elementos del vestuario, libros, etc., que los actores utilizan en diferentes situaciones.

Un sillón sobre una plataforma con ruedas (evocando un trono o Rocinante) en que Don Quijote se sienta y se desplaza en unas ocasiones, un barreño con agua y una sábana, el palo de escoba que sirve a Don Quijote de espada y una cuerda, son otros elementos escénicos, algunos con usos diversos.

En la parte final, el barreño y la sábana se convierten en el lecho de muerte de Don Quijote.

El director de escena proporciona a la secuencia con Marcela un tono más realista y a la de Urganda uno más onírico.

A unas secuencias les imprime un ritmo muy rápido subrayando, a través de la actuación muy física de los intérpretes, de Sancho y Sanchica, la violencia de los conflictos, como el de Sancho, hombre racional ante las ficciones de Don Quijote.

Rui Frati como Don Quijote tiene algo de Rey Lear y en unos momentos un aroma crístico.

Benoit Felix Lombard destaca con pertinencia en su puesta en escena el humor y momentos poéticos en el texto de José Ramón Fernández.

Así por ejemplo los efectos cómicos con refranes que Sancho dice mal, transformando las palabras.

El tratamiento escénico de unas secuencias es particularmente inventivo, como por ejemplo aquella en que Don Quijote intenta azotar a Sancho, presentada en el modo burlesco del cine mudo.

Relevante es también la escena poética en que Don Quijote enseña a Sanchica las letras dibujando en el suelo con la escoba mojada el nombre de Sanchica.

Me pregunto sobre la necesidad y la utilidad de las proyecciones incorporadas en la trama escénica que a mi juicio distraen la atención de los espectadores.

Los actores muy implicados defienden con entusiasmo y convicción la obra, creando personajes a la vez concretos, vivos y emblemáticos.

Irène Sadowska

Estreno de Yo soy Don Quijote de José Ramón Fernández por la compañía del Théâtre de l’Opprimé en Paris

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