Críticas de espectáculos

¡Han matado a Prokopius!/Alfonso Satre/Justo Alonso Producciones

Personajes
Obra: ¡Han matado a Prokopius!
Autor: Alfonso Sastre
Intérpretes: Fernando Sansegundo, Leire Ruiz, Almudena Moreno, Maite Jiménez, Ana María Ventura, José Hervás, Juan Garrido, Julián Navarro
Escenografía: Ana Garay
Vestuario: Teresa Rodrigo
Iluminación: José Martini
Dirección: Francisco Vidal
Producción: Justo Alonso
Antzoki Zaharra –Donostia – 26-01-07
Es una obra de personajes. Personajes con paisaje, con pasado. Uno omnipresente, Isidro, el policía descreído, cínico y propenso a la melancolía, y otro el cadáver, el muerto, Prokopius, al que se va dibujando externamente. Este es el juego dramático, el muerto, el asesinado, un diputado de HB, es explicado por sus allegados en interrogatorios o conversaciones. Descubrimos una vida no lineal, con lagunas biográficas, militancias puestas en solfa, seguridades convertidas en dudas. Todo pasa por el filtro de Isidro, uno de esos personajes sastrianos, “héroes irrisorios”, en esta ocasión sin llegar a esta categoría, pero sí con todos los resortes para establecer esa relevancia escénica, que llevan sus contradicciones hasta las últimas consecuencias, que partiendo de una serie de fidelidades personales, acaban siendo un ridículo peón de un entramado superior en donde a él solamente le queda la conciencia desgajada y los vestigios de una profesionalidad fundamentados en algunos principios difusos.
Un crimen político que se desmenuzando en una distensión dramática que nos aleja de morbosidades y nos hace mirar en perspectiva. El policía va a Donostia a seguir los pasos del asesinado, pero el criminal, al menos la mano ejecutora es atrapado en Madrid. Se ha encontrado un supuesto culpable y se corta la investigación. Todo sucede en un todo que va de la gravedad de lo contado, a la liviandad de cómo se cuenta.
Recurre Sastre con acierto a sus queridos juegos pirandelianos. Momentos en donde se corta la trama para colocarnos en el artificio netamente teatral. Son personajes los que hablan, se trata de algo que pudo haber sido, y al final los personajes principales, Isidro y su ayudante Pepita, nos lo recuerdan con rotundidad, recordando al propio autor que va escribir la siguiente frase: baja lentamente el telón.
La puesta en escena es sencilla en cuanto a su ámbito espacial y decorativo, con limpieza de líneas y paleta cromática. El equipo actoral se mueve en un tono medio alto, sin alardes, con una dirección muy templada, y nos asalta una duda metodológica respecto al personaje principal, Isidro, el policía, que interpreta con soltura Fernando Sansegundo, pero que lo lleva a un territorio muy cargado de referencias, de derrotas, remarcando su desaliño. Posiblemente le falta algo más de seguridad, para que tome el vuelo que está siempre apuntando. Y es que, repito, estamos ante una obra de personajes y eso requiere ajustar mucho más las intenciones. Todo el espectáculo se irá haciendo más compacto y ágil con las funciones. Y esperemos que este teatro policíaco sea aceptado ampliamente por los públicos porque tiene elementos suficientes para su disfrute como teatro político.
Carlos GIL

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