Y no es coña

¿Se hunde el Titanic?

Cada día una noticia nueva nos va dibujando un futuro casi inviable para lo que es la concepción de la Cultura como la hemos ido entendiendo desde la mitad del siglo XX en las democracias occidentales europeas. Hasta la excepcionalidad cultural que se había logrado imprimir en los tratados europeos para rsguardar este ámbito de las tensiones del mercado, se está cuestionando, y en ocasiones se hace con el amparo y excusa de la crisis económica y financiera que está atravesando el mundo, por su excesiva dependencia ideológica a los conceptos capitalistas más extremos.

Si las noticias globales son poco propicias de optimismo, aunque sea patológico, cuando vamos acercando la lupa a lo que está sucediendo en el Estado español, tanto desde las distintas autonomías, como desde el gobierno central, la desmoralización avanza y como no se tomen decisiones precisas de contención, el desmontaje de todo el entramado jurídico-competencial-estructural que ha propiciado llegar hasta aquí, puede acabar hundido de manera irreversible. Uno diría, así en un lunes soleado, en donde la vitalidad de la naturaleza llama a otras actividades, que el Titanic de la Cultura se está hundiendo. Que instituciones básicas se están debilitando de tal manera que un día amaneceremos salvando las joyas de la abuela y embarcando en los botes salvavidas mientras la orquesta sigue tocando canciones tristes y el siniestro se anuncia total.

El tejido real de las Artes Escénicas en todo el conjunto del Estado español, está sufriendo una desatención más que manifiesta, que parece que la desaparición de grupos, compañías, es algo más que un rumor. Que se presente la programación del Teatro de La Zarzuela y se advierta que en tres años el presupuesto bajará un treinta y seis por ciento, es una malísima noticia. Que en Galicia, por poner un ejemplo de primera mano, se rebaje las cantidades de ayudas a los festivales de Artes Escénicas, algunos históricos y vertebradores y otros más nuevos, con otras tendencias pero que todos han contribuido al dibujo reconocible de la actividad, y se haga sin tiempo apenas para reaccionar y sin argumentaciones de peso, es un dato que demuestra no solamente falta de sensibilidad, sino que deberíamos considerar que se trata de una injusticia.

Remarquemos que todo lo anteriormente dicho, no afecta solamente a los profesionales, que está claro que es así, sino que empobrece a la sociedad entera, a todos y cada uno de los ciudadanos, porque se les priva de una oportunidad de acercarse a uno de los actos culturales más imprescindibles, por su importancia y trascendencia, como son los espectáculos en vivo y en directo.

Se puede admitir que se reconsidere todos los asuntos, que haya ajustes presupuestarios, que en esta situación económica, todo debe sufrir recortes, pero una cosa es ajustar y otras es impedir no el desarrollo, sino la misma existencia. No se puede desmontar todo el sistema de ayudas a la producción, a la exhibición, a la movilidad, de repente. Porque nos tememos que se hace sin pensar nada más que en el hoy, pero que de paso, como no existe ninguna contestación popular, como en ningún lugar se va a montar una manifestación porque se ha suspendido un festival, o porque la programación habitual baje un cincuenta por ciento en número de ofertas, algunos pueden estar pensando que si no hay demanda popular, no hay razones para seguir protegiendo esas actividades. Estemos alerta, procuremos incidir para que se contenga al máximo la tendencia destructiva o autodestructiva. Otro modelo es posible, pero se debe tener algún plan, algún compromiso que sirva para minimizar los daños, que, se insiste, en algunos sectores ya están produciendo estragos irreversibles. Ha costado más de treinta años llegar hasta aquí, pero en dos años de decisiones equivocadas, precipitadas, economicistas de corto alcance, podemos retroceder décadas, y hasta es posible que aniquilemos conceptos básicos.

¿Se hunde el Titanic? ¿Es cierto que desaparece el Ministerio de Cultura? ¿Cómo es posible que haya en el mercado espectáculos con marchamo de profesionales que se ofertan a seiscientos euros? ¿Hasta cuándo este silencio de los corderos? Que no cunda el pánico, las mujeres embarazadas y los niños primero.

 

 

 

 

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