El Chivato

Carta a los «artistas» de este país

Prefacio:

Es la primera vez que voy a hablar abiertamente de lo que veo en mi profesión (*véase profesión como colectivo de artistas y/o profesionales dedicados a la cultura, más concretamente al arte escénico, y que constituyen y/o construyen la estructura y relleno de la industria en este país).

Confieso, antes de empezar, que si no lo he hecho antes ha sido por falta de valor:

miedo a supuestos «palos» que pueden caerle a una por ser honesta.

miedo a ser juzgada por «incoherencia ética», o sea, decir una cosa y luego hacer otra. (Este punto ya me da igual. He descubierto que se puede ser incoherente y no pasa nada, además está de puta madre.)

la absurda creencia de que si opino «en contra» no me van a dar trabajo (*funny point, pues jamás me han dado trabajo, así que arriesgándome a que me lo den ahora les abro mi pecho pá que mamen de él)

Prólogo:

Mi intención no es sacar a relucir mis juicios de valor u opiniones de carácter profesional o estético, sería poco interesante la verdad, gracioso, pero inútil. Tampoco pretendo acusar ni responsabilizar a otros de lo que ocurre, de ahí mi «exposición» en este escrito. Mi deseo principal es expresar la alarma interior que me provoca la absurda existencia de nuestro sector (o mejor dicho su inexistencia esencial).

Carta:

«Se supone» que nuestra profesión se ocupa de alimentar la cultura (*cultivo de las ideas, el arte, el pensamiento, el crecimiento, el ocio, la transgresión ideológica, el conocimiento y una gran lista de apasionantes apartados dedicados a la creación/ investigación pro-bienestar del ser humano). Cuando hablo de «sector» me refiero a «una parte» de la sociedad que se dedica a ofrecer a «otra parte» un servicio, beneficio o aportación a cambio, o no, de otros beneficios, servicios o aportaciones.

Si tenemos en cuenta el párrafo anterior es una evidencia monumental que nuestro sector es un fraude –si, córtenme la cabeza, es lo que pienso. No estamos haciendo bien nuestro trabajo y sin embargo queremos nuestros beneficios. Estamos estafando a la sociedad con caretas de farsa y leones, no estamos honrando el poder del teatro y lo que es mucho peor, no estamos escuchando el grito silencioso del pueblo (*véase pueblo como público, consumidor, espectador o beneficiado), desorientado y desnutrido de valores, drogadicto de este circo de basura y superficialidad.

Querido pueblo, no siendo mi intención juzgar el gusto por las cosas que consumen, mi deseo es denunciar en voz alta al colectivo de profesionales de la cultura -teatro, cine, TV, música-, y reconociéndome como parte de ella les confieso mi visión:

Somos unos cobardes, mentirosos y oportunistas, disfrazados de héroes e intelectuales con talento. Somos un sector infantil y egoísta -sí, lo sé, parece estar muy de moda en todas las profesiones-, un colectivo individualista, débil y herido que se mueve «al son» de lo que dicen papá y mamá (*véase mamá y papá como productores ejecutivos, directivos de cadenas de TV, compañeros con visibilidad, programadores y zombis – sí, hay muchos zombis, de un lado y del otro, zombis con mucha pasta). Carecemos de raíces y valores, trabajamos por y para el aplauso, nos dais igual, no nos interesa el crecimiento, ni la búsqueda, somos una secta adicta a la risa de butaca y a la luz de foco. Y me pone triste, porque me doy cuenta de la falta de amor que tenemos, de un lado y del otro, pues no escucho la demanda de lo que el pueblo merece. Artistas sensibles y heridos agarrados a la teta, muertos de miedo a no gustar. No merecemos subvenciones, ni ayudas. No, desde esta pobre dimensión. No les estamos ofreciendo nada necesario en esta crisis existencial disfrazada de monedas. Estamos transitando un cambio de consciencia único en la Historia de la Humanidad, y nosotros los artistas -muchas veces visionarios y/o mediadores del mundo abstracto- estamos entorpeciendo el camino de la consciencia, anteponiendo nuestros egos y miedos individuales al progreso y al conocimiento colectivo. Entiendo que la vida nos ponga un 21% de IVA en toda la cara.

Sé el riesgo que corro al hacer una afirmación como ésta en mi entorno, pero no me voy a callar la boca, porque yo también soy pueblo y necesito de las artes, de la sensibilidad de mis compañeros, de sus visiones honestas y de la magia de la creación comprometida. ¡Necesito del teatro! Y lo que estoy es hasta el coño de que me traten como si fuera gilipollas, de ver monigotes recitando palabras vacías y directores/as sin talento ocupando los teatros nacionales. Hasta el coño de escuchar a los/las actores/trices que no cobran por su trabajo como merecen y luego ver las mierdas en las que participan, pues jódanse. No existen las víctimas, ni las injusticias, eso son creencias medievales. Hasta el coño de creer que tengo que escalar montañas para poder hacer lo que me hace feliz, que si no salgo en la tele no soy nadie, y que es imposible cambiar las cosas porque el monstruo que hemos creado se alimentó de nuestros sueños… ¡Anda ya a tomar por culo!

Queridos compañeros/as , «artistas de la cultura», famosos e invisibles, los que no han podido elegir otra cosa, los enamorados de la esencia de esta profesión… ya está bien. Se nos salen del pecho las ganas de hacer las cosas de otra manera. Estamos deseando ofrecer historias que merezcan la alegría de ser escuchadas, de compartir nuevas visiones, de trabajar desde el corazón, de sentirnos útiles en esta sociedad. Dejemos de creernos todo lo que no nos lleve directo a la vida que deseamos fuera y dentro de las tablas. Sólo hace falta una cosa, sólo una cosa: VALOR.

Silencio. Escuchen… ¿oyen los gritos?

Bibiana Monje

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