Aclárate la voz

Cada 15 días

En un reportaje realizado con motivo de la presentación del disco «Opera Proibita» se cuenta como la mezzosoprano romana Cecilia Bartoli, considerada como una autentica diva de la ópera actual, es una amante de los pasos que caminan despacio, de los ritmos que pueden que pueden ser asimilados por el cuerpo sin estrés y sin acelerones. De hecho, nombrada como la mejor mezzosoprano mundial del momento, no realiza más de dos óperas al año, y es más probable escucharla en recitales de arias barrocas. No viaja en avión, prefiere el barco en sus viajes a América. Le gusta disfrutar de los paisajes, las comidas y las gentes. Escucha.

Esta forma de conducir una carrera me hace pensar en los tiempos que un proceso creativo, independientemente de su envergadura, necesita para nacer de la inspiración y del impulso, para gestarse, para construirse, para ser presentado, para ser ofrecido con entidad consistente y plena consciencia de lo que se entrega. Me hace volver a mis sensaciones corporales que desde hace ya un tiempo largo me estaban diciendo que voy demasiado deprisa y que hace falta regular para poder ir más de acuerdo con mi ritmo y poder tener el tiempo de sentir la satisfacción en lo profundo con cada paso dado y entregado. Por eso, os cuento a todos aquellos y aquellas que leéis esta columna que, tras un año de citas semanales, a partir de este artículo nos encontraremos cada quince días.

No sé si la calidad será mejor y tampoco sé si las historias que os cuente, a partir de ahora os gustarán más o menos. Lo que sí sé es que para mí va a ser más un proceso de creación que de producción, y esto ya es algo con efecto refrescante. También sé que voy a disponer de más tiempo para una reflexión menos presionada y eso ya alivia. Lo siento como un buen comienzo para una etapa nueva. Cuando la cabeza va diez metros por delante de los pies hay muchas posibilidades de caerse y darse de bruces.

En estos tiempos repletos de un «buscarse la vida», de un reinventarse, donde la información corre a velocidades de la luz, donde los sistemas de comunicación informáticos aceleran los contactos, nos podemos encontrar llevados en volandas por los acontecimientos. Pareciera que, a veces, más que estar en los actos corremos detrás de ellos para poder llegar para, al final, no estar plenamente y con placer en ninguno. Hablo de ese tranquilo placer profundo que se baña en la alegría consistente y burbujeante que se mueve en el interior del suelo pélvico. Ir a contra ritmo de este sentimiento, tesoro conquistado y cuidado por mí durante muchos años, tiene un efecto interior discordante. Una contradicción que quiebra bases y construcciones personales. Sería mantener una dinámica que va opuesta al discurso que mantengo. Sería mantener una incoherencia. Y no puede ser.

Quiero agradecer a Carlos Gil que me da la oportunidad de mantenerme en este espacio y seguir encontrándome con vosotros desde un ritmo más acorde con mi persona.

Nos vemos dentro de quince días. Un abrazo.

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