Y no es coña

A propósito de las adaptaciones

Asistí a una representación en los Teatros del Canal de ‘La verdadera historia de Ricardo III’ en una producción del Teatro San Martín de Buenos Aires que sobre versión de Adrià Reixach dirige Calixto Bieito. Como siempre los espectáculo de Bieito tiene una impronta majestuosa, lo que yo denomino en mi lenguaje interior, como de una ambición teatral trascendente, como si cada propuesta fuera la epifanía del teatro y en este caso la comunión más allá de los convencionalismos con Shakespeare al que ha visitado en varias ocasiones y siempre provocando las consabidas controversias entre los puristas y los que estamos a favor de los tiempos, los que consideramos que el teatro siempre es contemporáneo y solamente la mirada del director, de la puesta en escena lo deja convertido en pieza de museo o en algo que dialoga con los públicos actuales, los presentes en la sala en cada representación.

Podemos hablar técnicamente de muchos aspectos, por ejemplo, que se coloque un preámbulo y un epílogo en donde unos forenses certifican que un cadáver encontrado hace pocos años correspondía de verdad con el de Ricardo III, asunto que convierte el reto en un incidente historiado, por lo que la trama original debe ser alterada al menos seccionada, dando la continuidad requerida, pero sin la necesidad de mantenerse en la linealidad del texto original. Todo ello conlleva un dispositivo escénico muy sutil pero importante en la dramaturgia, vestuario, elementos, movimientos y llegamos a la interpretación en donde se diferencia lo que es la parte científica, los forenses con su bata blanca, que usan un tono neutro y los personajes del drama en donde parece que se busca una expresión más reforzada, rozando a veces la sobreactuación, pero que le confieren en su conjunto una impronta, algo que se corresponde con algunos excesos escenográficos verdaderamente espectaculares como es que aparezca suspendido del telar un coche de gran tamaño, cosas que podríamos decir con cierta facilidad o banalidad, que forma parte de la firma Calixto Bieito.

Describo más que analizo porque son muchos los impulsos que me provoca siempre Shakespeare en manos de Calixto, su Rey Lear fue majestuoso e importante, pero tengo una duda razonable sobre el tono general de las interpretaciones que considero son pedidas desde la dirección y muy en concreto la del actor que afronta el Ricardo III que demuestra sus calidades, pero que me deja en una duda razonable sobre el desarrollo de su personaje a lo largo de toda la obra. Esas cosas que tenemos los forenses teatrales.

Pero como pasa casi siempre, leo críticas de amigas, conocidos, saludados, críticos de larga trayectoria o esa pléyade de recién llegados y me vuelve a resultar urgente posicionarme, con un poco de demagogia, para abreviar. Parto de mi premisa principal, una crítica nunca debe volver a escribir la obra, ni a dirigirla, ni se debe comparar con otro montaje de hace dos meses o cuarenta años. Analizamos lo que hemos visto ese día concreto, en ese lugar concreto. Por lo tanto, arrogarse la verdad absoluta sobre lo que quería decir Shakespeare o Chéjov en una obra, lo que debe ser un personaje de cualquiera de las obras magistrales de la historia universal del teatro es algo ocioso. No tiene ningún fundamento científico, ni se compadece con las nuevas corrientes dramatúrgicas y de estudio de los montajes actuales. Yo me pregunto y les pregunto a ustedes, ¿si William Shakespeare volviera a visitarnos y le ofrecieran montar el Ricardo III, qué punto de vista adoptaría? Yo estoy seguro de que estaría más cercano a lo de Calixto que a las fotocopias museísticas que se pretende canonizar en otras propuestas mucho más conservadoras.

Por lo tanto, considerando que toda adaptación a nuestros tiempos es criticable desde argumentos y herramientas generales, es preferible desde el punto de vista objetivo, los riesgos, que lo clásico y supuestamente canónico. Dentro de unos días llega a los mismos teatros del canal una versión de ‘Medida por Medida’ adaptada y dirigida por Gabriel Chamé que tuve el placer de ver en Buenos Aires, y nadie me va a decir que se dice alguna palabra que no esté en el texto de Shakespeare, pero su forma es diametralmente diferente y por ende sorprendente.

Y así sucesivamente. Aunque yo también detecto algunos espectáculos en los que alguien firma la adaptación y me parece que es un timo, pero esto es otro asunto y claro está que veo acercamientos a Federico García Lorca que me producen llagas neuronales, pero se trata de problemas técnicos, de cosas fallidas, poco trabajadas, oportunistas En cambio, cuando está Calixto Bieito, estés de acuerdo o no con su punto de vista, es algo magnificente. Teatro de verdad, del Grande, del que atrapa para siempre.

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