Reportajes y crónicas

Una Muestra en crisis que exige cambios reales

La X Muestra Ibérica de las Artes Escénicas (MAE) de Cáceres llega a una década de recorrido con un balance que, lejos de generar celebración, invita a una reflexión profunda. Lo que nació como un proyecto destinado a impulsar el talento extremeño y fortalecer el diálogo artístico con Portugal parece haberse desviado hacia un modelo incierto, marcado por decisiones difíciles de justificar y por un alejamiento progresivo de su misión fundacional.

La muestra sigue siendo necesaria —nadie duda de ello—, pero su evolución reciente ha generado un malestar creciente entre las compañías extremeñas, que ven cómo el espacio concebido para su visibilización se ha convertido en un escaparate ajeno, en ocasiones errático, y cada vez más distante de su realidad.

Un desequilibrio que ya no puede ignorarse

Este año participaron diecisiete compañías: únicamente seis eran extremeñas —más dos coproducciones—. No es un dato aislado, sino una tendencia que se repite de edición en edición. No se trata de reclamar proteccionismo, sino de recordar que la MAE nació precisamente para garantizar un espacio de impulso al sector regional. Reducir su presencia a un mínimo simbólico no solo contradice el espíritu del certamen, sino que desincentiva a quienes, con años de trabajo, buscan en la muestra una oportunidad real de proyección.

La situación se agrava cuando propuestas solventes de la región —algunas con amplia trayectoria fuera de Extremadura— quedan fuera mientras entran montajes cuya pertinencia o calidad genera perplejidad entre profesionales y críticos.

Un formato que perjudica a todos

El habitual recurso a las presentaciones breves, concebido en su día como solución logística, se ha convertido en un obstáculo para la evaluación artística. Ninguna obra escénica puede ser juzgada con rigor a partir de fragmentos mutilados. Tanto programadores como críticos lo saben, y muchas compañías han expresado su frustración ante un formato que no solo distorsiona su trabajo, sino que banaliza el proceso de selección.

Advertencias ignoradas, discursos que no se cumplen

La asociación de compañías extremeñas advirtió el año pasado de la falta de identidad y de una estrategia clara en la MAE. Señaló la necesidad urgente de revisar criterios, de abrir procesos y de ofrecer estabilidad al sector. Las instituciones copatrocinadoras —la Junta, las Diputaciones y el Ayuntamiento cacereño— respondieron con declaraciones de buena voluntad, pero un año después los cambios siguen sin materializarse. La distancia entre lo que se promete y lo que sucede en la práctica aumenta el descrédito y alimenta la sensación de que la escucha es más performativa que real.

Las palabras oficiales suenan optimistas: se habla de respeto ganado, de transformación, de diálogo. Sin embargo, la realidad que percibe el sector es otra: falta de claridad, falta de coherencia y una gestión que no termina de asumir la urgencia de rectificar.

Un síntoma revelador: la compañía argentina

La inclusión, este año, de una compañía argentina en una muestra supuestamente ibérica es el ejemplo más elocuente del desconcierto conceptual del certamen. No se cuestiona el valor de la propuesta, sino la ausencia de una justificación clara. Cuando los criterios no están definidos, cualquier decisión se vuelve arbitraria y contribuye a erosionar la credibilidad del evento.

Un sector fuerte que no encuentra su escaparate

Pese a las dificultades, Extremadura cuenta con un sector escénico diverso, profesional y con capacidad demostrada para producir obras de calidad. Lo que falta no es talento, sino una estructura que lo acompañe, que lo potencie y que lo represente con coherencia. La MAE podría ser ese espacio, pero para ello debe dejar de mirar hacia dentro de sí misma y volver a mirar hacia las compañías a las que dice servir.

Incluso algunas de las compañías participantes este año han manifestado su desconcierto ante la deriva del certamen: participación no equivale a conformidad. El problema no es solo quién entra o quién queda fuera, sino la sensación de que no existe una visión clara capaz de sostener un proyecto de largo recorrido.

El camino de salida: volver al diálogo real

La buena noticia es que la solución no requiere reinventarlo todo. En las Muestras que se realizaban antes de esta década existían espacios de diálogo efectivos entre organización, programadores y gente de teatro. Foros y actividades paralelas que, sin ser perfectos, permitían una escucha real y una revisión compartida del modelo. Recuperar esa dinámica sería un primer paso indispensable.

La MAE necesita valentía: reconocer sus fallas, abrir sus procesos, justificar sus decisiones y, sobre todo, escuchar sin defensas. Necesita abandonar la autocomplacencia y apostar por un rediseño serio que devuelva al certamen coherencia, credibilidad y utilidad.

Extremadura merece una plataforma a la altura de su potencial escénico. La MAE puede serlo. Pero solo lo será si deja de mirar al pasado como excusa y lo toma como punto de partida para una transformación necesaria, urgente y plenamente posible.

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