Y no es coña

Disquisiciones ociosas

Algunos consideramos que el teatro siempre es fruto de un compendio de voluntades y contribuciones de todas las personas que en diferentes grados forman parte del colectivo que levanta una obra, mantiene un teatro u organiza un evento. Ni que decir tiene que un periódico, una revista, una editorial es la suma de muchos esfuerzos que deben estar bien coordinados. Y, sin embargo, hablamos siempre de obras, montajes, colectivos refiriéndonos a una persona, que consideramos que lidera el fondo y es parte esencial de las formas en las que se manifiestan, especialmente cuando hablamos de un grupo o colectivo dedicado a la creación.

Y eso ha sucedido y me parece que sucede porque la historia reciente de nuestra parte sustancial de los últimos cincuenta años, por poner una cifra redonda, los grupos que existieron, los que existen y los de nueva creación parecen rodos marcados por las mismas estructuras, de tal manera que es difícil encontrar continuidad cuando alguien se retira o fallece, es decir, aunque hayan pasado muchos años juntos, incluso con parentesco en primer orden, no dura mucho la inercia y lo que se mantenía a base del impulso, carisma o capacidad de una persona, a lo sumo dos, casi siempre emparentados, se disuelve, se pierde, no queda casi nada, quizás un libro, unos archivos, pero lo que nos pareció durante tanto tiempo algo importante, se vuelve prescindible. Y eso duele.

Esos libros, esa memoria, esos estudios que podrían dejar alguna constancia de lo que fue, con la vorágine actual, se queda circunscrito en un ámbito de investigación que no trasciende demasiado, ni siquiera es tratado ese pasado cercano de una manera importante o circunstancial en los programas de estudios de escuelas oficiales o privadas. Se ignora. Es como si todo volviera a nacer de nuevo, si acaso mirando a las modas comerciales del momento, lo cercano, el dato, la confesión o el testimonio de los que vivieron aquellos tiempos, aquellos grupos, aquellas experiencias no parece que interese mucho, se usa como relato lo escrito desde la distancia y la hemeroteca restringida.

Por eso y por tantas otras cosas, la necesidad de incorporar todas las experiencias, de una manera activa, no nostálgica, sino para que las nuevas generaciones entiendan que es cierto, que la fuerza está en lo colectivo, aunque las instituciones propongan lo contrario, el individualismo, el éxito en el audiovisual, lo perentorio a base de incertidumbre y castings, lo importante es saber, estudiar, conocer y Hacer. No hay nada más importante que Hacer. Y si se hace con una idea conjunta, con un grupo de personas, con intención de trascender o de innovar o buscar nuevas formas, no simplemente subsistir, todavía mucho mejor.

Todo acaba, todo tiene su fin, eso es inapelable, y la rueda no se debería parar, aunque existan signos claros de que ciertas actividades ya no interesan en la misma medida que interesaban, hace diez años. La obstinación en ocasiones ha sido fundamental para consolidar ciertos proyectos. Pero no debe ser el único factor. El proyecto, la iniciativa, la influencia, todas esas cosas que se otorgan por acción u omisión forman parte fundamental y cuando desaparecen o se pierden en otras necesidades es el momento de tomar decisiones. Aunque sea tarde, pero tomarlas. Aunque cueste más de lo imaginable, pero tomarlas.

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