Sud Aca Opina

Circo

Hoy después de muchísimos años, fui al circo.

Sin que interviniese mi voluntad, los recuerdos me atacaron por sorpresa para llevarme a la distante infancia cuando siendo un niño entré por primera vez a ese mundo de luces, destrezas y fantasía.

De inmediato, por la reacción de rechazo de mi hijo hacia ese personaje de cara pintada, recordé que en un principio los payasos me asustaron mucho y fue más la sensación de rechazo que la risa que me provocaron pero tomado de la mano de mi madre, poco a poco los encontré más simpáticos. Ahora me tocaba a mí cumplir la función de tranquilizar ese nervio infantil.

El circo es una experiencia global, una puesta en escena total donde se ve lo que se va a buscar y para quien la busque, se siente la realidad.

Las destrezas físicas son admirables transmitiendo sensaciones que nos llevan fácilmente del asombro de boca abierta al miedo de ojos cerrados, por supuesto con la búsqueda del asombro ensayada y la del miedo también.

El pago del aplauso suele ser lo que sostiene la actividad porque salvo honradas excepciones que han pasado del circo pobre trashumante en camionetas que se mueven más por la voluntad y un alambrito salvador bien puesto que por una eficiente mecánica, a ser empresas de muchos ceros en su contabilidad, viajes en avión y hoteles de muchas estrellas para las vedettes de la gran carpa.

Detrás del romanticismo y la magia del espectáculo está una vida de mucho trabajo y superación y por sobre todo, de esfuerzo y constancia. La familia circense se perpetúa genéticamente pues seguramente el gen del malabarismo influye en la cadena de ADN para transformarla en elipses, círculos, cuadrados y figuras geométricas variadas en pos del show que a pesar de todo, siempre debe continuar.

Por supuesto todo cambia y me llamó la atención que el señor corales, presentador oficial, quien solía ser el empresario dueño del circo, había sido reemplazado por una grabación, los antiguos juguetes vendidos en el intermedio que alguna dosis de imaginación aportaban, ahora eran todos electrónicos, con llamativas luces led y un sonido monótono chillón repetido hasta el límite de la exasperación. Los trapecistas estaban un poco entraditos en carne pero a pesar de sus kilitos de más, lograban volar por el asombro, sobre todo de los más pequeños.

Con la invasión mediática contemporánea, cuando aparecieron sobre la poista los muñecos de series de televisión, el revuelo fue total; Bob Esponja sacó más aplausos que el malabarista lanzando 8 clavas al aire con destreza imperturbable y la cerdita Pepa provocó mayor admiración entre las niñitas que esa mujer capaz de cambiarse de vestuario 10 veces en un minuto.

¿Será que esa supuesta magia del circo está siendo reemplazada por la magia mediática de efectos especiales que demuestran más la capacidad de las maquinas que la del ser humano?

Es fácil encantar con fuegos artificiales multicolor es dados por los avances tecnológicos pero afortunadamente para quienes aún creemos en el poder de la imaginación, algunos espectáculos en vivo han sido capaces de replantear sus puestas en escena y el resultado se ha transformado en algo encantadoramente simple. Claro que un análisis posterior de la situación nos llevará a la conclusión de que esa simpleza es el producto de muchas horas de reflexión y trabajo para llegar a la fascinación que nos puede llegar a producir solo un artista sobre el escenario con pocos o ningún elemento de apoyo en su labor de seducir al público.

Las formulas repetidas solo están destinadas a caer en la indiferencia mientras la novedad en el hacer siempre mantendrá atento al auditorio.

Cambiar no necesariamente significa logro pero quien no se arriesga no cruza el río y del otro lado la promesa de éxito es más probable.

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