Algunos Imparables y la sombra de Lorca
En la madrileña sala Nave 73 se está celebrando la IX Muestra de Nueva Creación Artística, que lleva la advocación de “Imparables”, que es donde se pueden visionar los trabajos de algunos centros formativos, lo que siempre es una buena manera para aproximarse a lo que se está cociendo entre las nuevas generaciones de aspirantes a ir aposentándose profesionalmente en los escenarios. Cada año vemos a colectivos muy activos y donde se vislumbran individualidades que nos permiten hacer previsiones sobre el futuro, a partir de las inquietudes estéticas, formales, dramatúrgicas e interpretativas que los que se presentan nos muestran.
Esta labor de la muestra que organiza Nave 73 es de un valor inconmensurable ya que es una apuesta clara nítida, por ofrecer lo que es presente pero que mira al futuro, donde todavía n existen nombres, ni tendencias, ni nadie que llame la atención a los públicos más convencionales, por lo que se trata de una magnífica idea, entre otras cosas, porque uno que es asiduo a la sala, se encuentra rodeado de una juventud que no detecto en otros momentos y que me lleva a entender que, probablemente, estas acciones continuadas, nos pueden ayudar a ir incorporando nuevo públicos a las programaciones, porque si acuden por amistad o compañerismo una vez, se les puede abrir el apetito y la curiosidad para asistir a otras representaciones. Ojalá sea tan imparable la energía creativa como la que transmiten a los nuevos públicos para hacerlos habituales.
Sin entrar en pormenores de las cuatro primeras obras de este ciclo, se puede encontrar un denominador común, el uso de espacios muy pragmáticos, dramaturgias con ciertos vacíos pero que intentan buscar narrativas menos lineales, un uso poco profundo de los personajes y temáticas muy diversas, desde, ‘Todo lo que nunca’, que describe un mundo de trans y travestis que cantan al amor y la desafección social, pasando por ‘Un lugar, ninguno’ una propuesta formalmente más clásica, donde una madre y su hija viven en un lugar destartalado y que procura a los públicos una angustia vital donde la soledad y la incomprensión se adueñan de la situación, mientas en ‘Speedritu HD 1.25 Remix’ unos santos son enviados a la Tierra a acabar con una pantera que atemoriza a la ciudad en una magnífica metáfora que juega bastante bien con lo distorsionado que roza el absurdo como herramienta de comunicación a lomos de un equipo actoral que funciona en la misma clave y la última presenciada; ‘Hay que matar a Treplev’, una versión de ‘La gaviota’ muy alterada conscientemente, que mantiene alguno de los personajes de Chéjov pero que en su alteración introduce rasgos diferenciales en el lenguaje escénico que parecen indicar una línea sugerente de trabajo para el futuro del equipo.
Pero en unos pocos días he visto dos obras que se acercan desde diferentes puntos de vista a Federico García Lorca. En Teatro del Barrio, ‘Federico. No hay olvido ni sueño. Carne viva’, un nuevo trabajo de la compañía ‘Proyecto 43-2’ dentro de su indagación sobre la memoria histórica, con dramaturgia, dirección de María San Miguel que se centra en buscar el cuerpo de Lorca para ir explicando parte de su figura, de los acontecimientos alrededor de su muerte y mostrando los trabajos forenses para determinar la filiación de los huesos encontrados en las fosas comunes. Un teatro documental que requiere de mucha atención de los públicos para sumergirse en todas las líneas de comunicación propuestas.
En la Sala Jardiel Poncela del Fernán Gómez se puede ver ‘Poeta (perdido) en Nueva York’ que es un trabajo de indagación, dramaturgia, dirección e interpretación de Jesús Torres, que logra hilvanar poemas y cartas de Lorca escritas a sus padres durante su estancia en la ciudad que le fascinó. Es un alarde de energía, de compendio de emociones, con una escenografía que gira al ritmo que el intérprete impregna a la propuesta y que en muchos momentos sentimos que nos apisonaba debido a la intensidad que consideramos poco graduada, por lo que notamos una suerte de saturación que no nos impedía reconocer el esfuerzo y la bondad artística de la propuesta.
Eso es todo amigues.

