Reportajes y crónicas

Almagro celebra el latido de medio siglo: Homenaje al CELCIT

Almagro, referencia mundial del arte escénico, acogió el 30 de noviembre un acto histórico para celebrar los cincuenta años del Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT), institución fundada en Venezuela en 1975 y clave en el desarrollo del teatro iberoamericano. El evento, organizado por el Ayuntamiento de Almagro junto a la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, la Diputación Provincial y diversas entidades culturales, tuvo lugar en el Teatro Municipal y rindió homenaje a Luis Molina, uno de los pilares del proyecto y representante del CELCIT en España.

La conmemoración reunió a destacadas figuras del teatro y a instituciones que han acompañado la evolución escénica de las últimas cinco décadas. En un momento especialmente emotivo, también se recordó a Elena Schaposnik, compañera de vida y de creación de Molina, cuya contribución permanece como esencia viva del CELCIT.

El programa, conducido por Roberto Mendés y Mayu Redondo, combinó intervenciones oficiales, expresiones artísticas y testimonios que repasaron el impacto de la institución en la formación y proyección de compañías de España y Latinoamérica. Directores y actores que han transitado por el CELCIT compartieron escenario y evocaron la importancia del Teatro La Veleta, sede de la entidad en Almagro y núcleo de una intensa actividad que ha convertido a la ciudad en capital teatral.

El público asistente pudo ver dos vídeos inéditos: un mensaje de agradecimiento enviado por compañías iberoamericanas que reconocieron al CELCIT como puente cultural, y un recorrido audiovisual por la trayectoria de Luis Molina y por la evolución del centro, subrayando su papel en la creación de redes internacionales de cooperación.

El alcalde de Almagro y el presidente del Ateneo, destacaron la relevancia del CELCIT en la identidad cultural de la ciudad, acompañados por representantes de la Junta, la Diputación de Ciudad Real y los ayuntamientos de Calzada de Calatrava y Aldea del Rey. Entre los momentos centrales, Luis Molina recibió el homenaje principal por su visión artística y su impulso internacional. El director teatral Francisco Ortuño leyó el manifiesto oficial del cincuentenario, reafirmando los valores de cooperación, creatividad e identidad cultural. Y el crítico teatral José Manuel Villafaina revisó la historia del CELCIT y su influencia en el panorama escénico iberoamericano.

La celebración del 50 aniversario (1975-2025) se convirtió en un reconocimiento a medio siglo de compromiso con la cultura y la innovación teatral. Una cita que reafirmó el papel de Almagro como puente natural entre Europa y Latinoamérica y como territorio donde el teatro continúa escribiendo su propia memoria.

Este noviembre, el Centro Latinoamericano de Creación e Investigación Teatral (CELCIT) celebra cincuenta años de existencia. Medio siglo de un sueño hecho institución, de una travesía incansable que ha unido orillas y voces, llevando al teatro iberoamericano a encontrarse consigo mismo y con el mundo.

Es imposible abarcar en unas líneas la magnitud de lo que significa el CELCIT desde aquel noviembre de 1975, cuando se decidió su fundación. Desde entonces, rara vez ha habido iniciativa, encuentro, éxito o frustración en el ámbito teatral latinoamericano, español o portugués en la que no latiera, discreta o intensa, la presencia de este organismo. En cada festival, en cada intercambio, en cada diálogo entre dramaturgos y actores, se siente su huella: el sacrificio, la imaginación, la tenacidad apasionada de quienes lo sostuvieron.

Un organismo nacido del exilio y la fraternidad

El CELCIT fue, desde sus inicios en Caracas, un refugio y un motor. Allí, unido a Luis Molina López, manchego de Aldea del Rey, que pocos años antes había creado la Federación de Festivales de Teatro de América en Puerto Rico con exitosas experiencias —entre ellas las Muestras de Teatro Iberoamericano de San Juan y otras organizadas en distintos países de América Latina—, confluyeron exiliados de las dictaduras latinoamericanas —como el dramaturgo argentino Juan Carlos Gené o el investigador teatral chileno Orlando Rodríguez—, junto a voces españolas y venezolanas decididas a tender puentes donde antes había muros. Su espíritu no fue nunca el de levantar una torre institucional, sino el de encender una lámpara en medio de las sombras: crear espacios de solidaridad, diálogo y encuentro.

Pronto se convirtió en referencia decisiva, articulando festivales, encuentros y redes de colaboración en el continente latinoamericano y en España. Fue así como nacieron intercambios que permitieron a compañías de distintas latitudes compartir escenario, generando un conocimiento mutuo que, antes de su intervención, parecía impensable.

Luis Molina, fundador y alma del CELCIT, encarnó esa misión quijotesca de ir de país en país, de festival en festival, convencido de que el teatro debía ser movimiento y no compartimento aislado. Y en efecto, su empeño abrió caminos.

La Veleta: una casa para la utopía

Tras décadas de labor en su sede de Venezuela y de incontables viajes por América, Luis Molina regresó a España. Eligió Almagro, la ciudad del teatro por excelencia, para dar al CELCIT una nueva casa. Allí, en una finca manchega cargada de resonancias cervantinas, nació en 1998 el Teatro Laboratorio La Veleta, un espacio de creación, acogida y memoria.

Más que un edificio, La Veleta es un símbolo: un puerto donde recalan compañías de todo el continente y un escenario que guarda las huellas de más de 400 grupos latinoamericanos. Bolivia, México, Cuba, Ecuador, Chile, Perú, El Salvador, Costa Rica, Venezuela, Uruguay, Colombia, Brasil, Argentina, Puerto Rico… y otros países han dejado allí su acento, su cuerpo, su historia.

Y La Veleta es también un homenaje vivo a quienes dieron su vida por el proyecto. Su escenario guarda la energía de una mujer muy querida tanto en América Latina como en España: Elena Schaposnik, secretaria general del CELCIT, quien falleció este año. Elena fue brújula, ternura y rigor, fuerza discreta que sostuvo con amor y disciplina la travesía de esta institución. Hoy, su voz late en cada tabla del teatro.

El puente perpetuo

El CELCIT y La Veleta de Almagro no se conformaron con ser espectadores de la tradición. Han organizado festivales, encuentros, talleres y publicaciones que dialogan tanto con el Siglo de Oro español como con las dramaturgias contemporáneas de América Latina y España. Han tejido complicidades con instituciones y festivales en Caracas, Cádiz, Bogotá, Manizales, Badajoz, Trujillo y otros lugares. Han recibido numerosos premios y distinciones —en España desde la Medalla de Isabel la Católica hasta un MAX de las Artes Escénicas—, pero lo esencial no está en los reconocimientos, sino en las vidas tocadas y las comunidades creadas.

A lo largo de este medio siglo, más de una generación de artistas ha encontrado en el CELCIT un faro. Jóvenes actores que iniciaron sus pasos en sus escenarios hoy son maestros y referentes; compañías que viajaron con incertidumbre hallaron allí un hogar común. En sus salas se han escuchado voces diversas, lenguas hermanas, silencios compartidos. El CELCIT ha sido, y sigue siendo, una cartografía viva de la memoria teatral iberoamericana.

Si el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro es el esplendor barroco que recuerda de dónde venimos, el Festival Iberoamericano de Teatro Contemporáneo, organizado por el CELCIT/La Veleta, es la respiración de un presente vivo que une a Europa y América en un mismo latido.

Medio siglo de una lección viva

Hoy, al cumplirse cincuenta años de su nacimiento, el CELCIT sigue siendo una lección de constancia y de fe en la cultura. Una demostración de que el teatro no es solo espectáculo, sino también resistencia, ternura y comunidad.

Desde su constancia y su penumbra —como su fundador expresó en algunas ocasiones—, el CELCIT es un faro hecho de personas concretas, que entregan horas y vida a un diálogo que no conoce fronteras. Un diálogo que se reinventa en cada encuentro, en cada escenario, en cada silencio compartido.

Cincuenta años después, el CELCIT/La Veleta ondea todavía en tierras manchegas, como signo y metáfora: un sueño que no pertenece a un país, sino a todos; un hogar del teatro iberoamericano en su tránsito infinito.

Porque el CELCIT nos recuerda, con la voz de sus fundadores y de quienes lo han acompañado, que el teatro es puente, es viaje y es pregunta. Y que mientras haya quien suba a un escenario a buscar respuestas, este sueño seguirá en pie, iluminando el camino del teatro iberoamericano.

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