Cabos sueltos
Los que hemos vestido obligatoriamente el uniforme militar, esta expresión de cabos sueltos, nos provoca una imagen recurrente: ver a soldaditos con unos galones rojos en la hora de paseo por la ciudad donde perdimos más de un año de nuestra vida. Pero es también un buen recurso para hilvanar una entrega a base de retazos, una suerte de miscelánea compuesta por recuerdos y sensaciones, sin profundizar en casi nada
Como editor y librero en crisis vocacional sistemática por remordimientos y/o económica, empiezo a notar una especie de librofobia teatral que se me agudiza con ciertas ediciones que me resultan poco atractivas y sospechosas en este momento de mi vida, especialmente cuando sus autores se empeñan en regalarme un ejemplar. En cambio en estas dos últimas semanas, un martes y un lunes he asistido a la presentación de sendos libros, uno en el Ateneo de Madrid sobre la obra de Lauro Olmo y otro en la Sala el Mirlo Blanco de la sede del CDN en el Teatro Valle-Inclán que es una crónica del mundo del circo en España entre 1940 y 1975, que con el título de ‘¡Más difícil todavía!’ que firma Cristina Santolaria Solano, ambos libros en magnífica edición del CDAEM (Centro de Documentación de las Artes Escénicas y de la música) dependiente del INAEM.
Estos encuentros me han recordado tiempos pretéritos, me han servido para una suerte de reconciliación con estos actos que durante unos años me provocaban mucho estrés y que, en estas dos ocasiones, por el simple hecho de juntarme con viejas amistades ya me han reconfortado, además de entender que pervive una parte de la nómina teatral que se alimenta también de algo más que de estrenos y alfombras rojas. Lo que traducido en el lenguaje de mis obsesiones significa que, si conseguimos incorporar a esta bella costumbre de escuchar, de leer, de impregnarnos de ideas o datos historiográficos de nuestra profesión a los nuevos valores en todos los gremios, podremos soñar en salir del actual estado de mercantilización y superficialidad en la que transcurre un importante grueso de nuestras carteleras.
Este lunes 22 de setiembre de 2025 en el Teatro del Barrio se celebró un magnífico homenaje a Julián Ortega Muñoz, fallecido de manera repentina hace un año, y se hizo de la mejor manera posible, leyendo en semi montaje una de sus obras: ‘La boca de la carpa da al estanque’ que tuve el honor de editarla en Artezblai. Luis Bermejo, David Lorente, Juan Madrid, dirigidos por José Antonio Ortega, hicieron una representación cálida, muy bien interpretada y que nos volvió a recordar que este joven actor, director y dramaturgo fallecido tenía un gran valor en su escritura, en este caso un juguete cómico cargado de intenciones que uno, al salir del teatro, pensó que merecía tener un montaje con la producción adecuada porque es una buena obra, sin matices.
La sesión tuvo, además de su innegable valor teatral, una carga emotiva de alto voltaje. Amigos, compañeros de profesión, familia, periodistas nos reunimos algo acongojados, en un silencio respetuoso, escuchamos esas palabras del texto tan bien interpretadas por los actores y en cada frase nos acudía de manera constante la cara de Julián, su sonrisa, su gestualidad en los escenarios, su cariñosa manera de relacionarse con los demás. Por eso se le quiere tanto, porque era un tipo magnífico y que vivió los años que vivió entregado al Teatro de manera exhaustiva.
Yo seguiré juntándome con José Antonio Ortega para seguir recordando hechos, anécdotas, vivencias de nuestros años de jóvenes esperanzados en nuestra Barcelona natal y ayer, al ver a su madre, Gloria Muñoz, que actuó junto a Julián en varias obras, sentí lo que debe ser el desgarro interno. Tienen una magnífica manera de consolarse escuchando los textos de Julián y si es posible sobre los escenarios, como fue el homenaje de ayer. Y darse cuenta de la admiración y respeto que provoca el recuerdo de Julián para tantas personas.
Y no puedo más. Esto es lo fundamental que quería contar.

