Sud Aca Opina

Cara B

Por todo y por nada, me di cuenta de que desde hace un tiempo me he enfocado en escribir centrándome en el aspecto negativo de la situación que sea, quizás pensando ilusamente que el ponerlo en evidencia es el inicio como para enmendar el error.

Siendo profesor Universitario, me centraba en corregir los errores en los trabajos de los estudiantes, pero creo que ahora, después de que ha corrido mucha agua bajo el puente, me enfocaría más en potenciar las fortalezas, por pocas que están sean o los enfoques diferentes, independientemente de si coinciden o no con mi visión del proyecto en cuestión.

En mi profesión de arquitecto, para obtener el título profesional se debe presentar un proyecto final donde se muestre lo aprendido durante los años de formación, y para el proceso de desarrollo de este, se debe elegir un profesor guía.

Me atrevería a afirmar que existen de 3 tipos de guías:

El que no se compromete con el proyecto del estudiante y que lo deja hacer sin opinar, cuestionar o sugerir. Nefasto.

El que impone sus ideas por sobre las del alumno, quien termina presentando un proyecto correcto, pero no de su plena autoría. Nefasto.

El que guía sugiriendo alternativas de búsqueda, no de solución, y que le permite al alumno plasmar sus ideas en un proyecto arquitectónico.

Debo confesar que, en mi inmadurez veinteañera, elegí un guía que se encuadraba perfectamente en el primer tipo. Hice lo que quise porque mi guía tenía sus años, y en más de una ocasión llegaba de un almuerzo de trabajo con más ganas de dormir siesta que de corregir.

También debo confesar que, hasta el día de la presentación ante la comisión calificadora, nunca estuve seguro de la nota a la cual podía aspirar. Cuando después de hacerme salir de la sala se quedaron discutiendo sobre mi proyecto, todas las posibilidades desfilaron por mi mente; desde la reprobación por haber cometido un par de errores al contestar unas preguntas, a sobresaliente porque presencié las exposiciones de algunos compañeros y consideraba que la mía había estado por sobre la media. Solo cuando los profesores me hicieron entrar y me llamaron colega, pude respirar aliviado, con una sonrisa idiota que no se me borró de la cara durante algunas horas.

Presumir no es bueno, pero como placer culpable, debo decir que estuve bastante cerca de la calificación máxima.

¿De haber elegido cualquiera de las otras 2 alternativas de guía me hubiese ido mejor?

Nadie lo puede saber, pero lo que si sé con toda seguridad, es que disfruté muchísimo el proceso, principalmente porque entre varios compañeros arrendamos un taller y nos corregíamos mutuamente.

De verdad creo haber aprendido más durante ese periodo que en todos los años anteriores en las aulas universitarias.

Aprendí de mis pares porque había de todo; uno muy bueno para el diseño, otro genial en estructuras, otro en construcción y otro, aunque no sea una habilidad directamente necesaria para ejercer la profesión, experto en argumentación.

Tuve que cumplir con el lado A del proceso y elegir un profesor guía, pero sin duda, aquello que le dio forma a mi idea, fue la interacción con mis pares; el lado B.
A

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