Cuando muere un payaso
Cuando muere un payaso, el cielo sonríe. Sonríe porque tendrá un poquito más de esa magia celeste: la risa. Y teniendo más risas, el cielo será aún más grande, tan grande que todavía más grande será su no-dimensión.
Cuando muere un payaso, aquí nos quedamos también sonriendo, por saber la suerte de haberle conocido. Y a pesar de las lágrimas por haber marchado demasiado pronto, la fuerza de la sonrisa puede mecer nuestra tristeza.
Hace unas semanas nos dejó Claret Papiol, referente del clown. Ya sabiendo que su cáncer le arrebataría la vida, narró a su hijo cómo quería su funeral. Su hijo, entre lágrimas y alguna carcajada, como pudo fue escribiendo las escenas que su padre le dictaba. Y así, tras la primera despedida en Hostalric (Girona), el pasado 28 de junio hubo el Funeral descrito por él.
Escenas compartidas por la familia del circo y del teatro en Circ Cric, en St.Esteve de Palautordera, donde Claret també vivió años.
Hubo una primera parte, en la carpa más pequeña, donde amigos y familiares pudieron homenajear al payaso. Relatos personales, lectura de textos, alguna imitación ingenua, música y músicos, danza y pase de fotos del álbum familiar y profesional. Ya después entramos en la gran carpa, gran familia, gran emoción, gran silencio interior. Apareció un ataúd con ruedas, al que habían atado 3 globos de colores, el séquito lo formaban un grupo de payasas y payasos…., y el espectáculo empezaba…, y el espectáculo continuaba…, y el espectáculo acababa con un sinfín de metros y meeeeetros de lanas de colores que se entrelazaban entre el público y la pista del circo. Todo real, sutil, directo y lleno de risas y sonrisas. Ya después salimos en comitiva al exterior, donde se soltaron los globos para que volaran por fin, y se sembró un ciprés -árbol de gran significado simbólico- en la entrada del recinto.
Claret Papiol nos recordaba que “…venimos de la nada, y vamos hacia la nada, y por eso no perdemos nada”. Sí perdemos, Claret. Perdemos verte sonreír. Pero hacerlo, seguro que ya lo haces, y con otra mirada, la de la seguridad de haber dejado un gran legado de humanidad y generosidad. Gracias por haber existido. Feliz viaje.

