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El bebé de Gaya de Medeiros y Ary Zara

Me pregunto si la maternidad o la paternidad son un instinto. Por un lado, pienso, sin infancia no hay futuro. Por otro lado, viendo lo que veo, pienso, ¿y no sería mejor que se extinguiese la raza humana? Para el planeta, sin duda, sería lo mejor. Sin embargo, ¿sin seres humanos cómo podríamos conocer la suerte del planeta? Porque parece que consciencia y capacidad de relato solo las tenemos nosotras, seres creadores y amorosos, pero también destructivos. Por descontado, sin nosotras, tampoco habría artes escénicas, y eso sí que sería una gran pérdida para el planeta.

Tengo que confesar que el tema de la maternidad y de la paternidad de las parejas heterosexuales no me interesa lo más mínimo. Y no me interesa básicamente por su hegemonía. Parece que ésa sea la única o la mejor solución para acoger o traer una criatura a este mundo. Todas o casi todas las personas venimos de un núcleo familiar formado por una madre y un padre. ¡Y mira tú cómo va el mundo! En todo caso, sin entrar en juicios de valor innecesarios, de eso ya sabemos algo, aunque solo sea por la experiencia.
Me suscita mucho más interés, sin embargo, cómo se puede desarrollar la cuestión de la maternidad/paternidad en una pareja trans.

Gaya de Medeiros “é uma mulher com chavinha” (es una mujer con llavecita), tal cual le dice, con humor y ternura, al bebé imaginario. “E o Ary é um home com gavetinha” (y Ary es un hombre con cajoncito). Esto no lo voy explicar, lo dejo al arbitrio de la lectura de esas dos metáforas: ser una mujer y tener una llavecita, ser un hombre y tener un cajoncito. En todo caso, eso no impide el deseo de engendrar un bebé y de criarlo. Porque el deseo es la fuerza que mueve el mundo.

‘CORRE, BEBÉ!’ de ARY ZARA y GAYA DE MEDEIROS se estrenó en los Festivais Gil Vicente de Guimarães, el 6 de junio de 2025, y allí fuimos, atraídos por esa poética del encantamiento y de la proximidad, con la que Gaya de Medeiros nos ha emocionado desde el primer trabajo que pudimos ver de ella: BAqUE (12º GUIdance 2023), pasando por Atlas da Boca (13º GUIdance 2024) y Cafezinho (Festival Dias Da Dança del Teatro Municipal do Porto 2025).

El teatro como espacio seguro, de afectos y de encantamiento, en el cual Gaya nos pone en relación con aspectos humanos fundamentales, que suelen pasar desapercibidos. Aspectos como la maternidad o la paternidad, más allá de las determinaciones tradicionales heteropatriarcales. Entonces, yendo más allá de esos condicionantes, que el sistema social con esa base heteropatriarcal y capitalista impone, descubrimos que parentalidad y filiación pueden ser algo más de piel y de afectos. Derrumbando los muros de los condicionantes, descubrimos otra manera de imaginar y sentir el ser madres y padres e, incluso, el ser hijas o hijos.

Pero, además, también están las perspectivas de quien fue bebé, antes de ser mujer trans, Gaya, y antes de ser hombre trans, Ary. Ambas recuperan, de una manera extremadamente poética, a través de la palabra y también de las corporalidades y de las acciones escénicas, la voz del bebé que fueron. También de la hija o del hijo condicionados, con esa dependencia y necesidad de encontrar el reconocimiento y la aprobación del padre, de quien pueda sentir orgullo de la hija, del hijo. Sin que eso, quizás, sea fácil o pueda acontecer, en el caso de personas que pertenezcan al colectivo trans y, aun por encima, al colectivo de las artes escénicas (donde fama y dinero no suelen ser la tónica), a consecuencia de las expectativas que siembra el sistema social y cultural heteropatriarcal y capitalista, respecto a lo que se considera una persona de éxito.

Todo esto es abordado desde una performance que pivota sobre la acción real y simbólica de montar una cuna, para después ser desmontada. De esas que se compran en Ikea, adaptando las instrucciones de montaje a una pareja formada por una mujer trans y un hombre trans. Abrir la caja, en la que vienen las piezas de la cuna, retirar los envoltorios, distribuir las diferentes partes e ir leyendo el manual de construcción, para la cual se requiere la colaboración de, por lo menos, dos personas “que querían ser tres personas”, según se nos cuenta en el programa de mano del espectáculo.

Por el medio de esa construcción, asistimos al diálogo entre Gaya y Ary que, además de compartir la Y griega en sus nombres, símbolo del tres en uno y de la encrucijada, comparten amistad, vida, arte y pertenencia al colectivo trans. Comparten el diálogo con nosotras, porque nunca hay una cuarta pared en las obras escénicas de Gaya de Medeiros.
Al mismo tiempo, hay una tercera presencia en el escenario, alguien cuyo rostro no es visible, por causa de la capucha que lleva puesta. Una tercera persona que observa y graba, desde la cámara de vídeo de un teléfono móvil, todo lo que hacen Ary y Gaya. Esto genera un mecanismo de preparación dramatúrgica para el momento en el que esa tercera persona, simbolizada en la Y griego de los nombres de Ary y Gaya, aparece como personaje fantástico, como el Bebé esperado e invocado. Una marioneta tan sencilla como la animación de un traje de oso para un bebé. Los ojos del Bebé continúan siendo la cámara del teléfono que manipula la tercera actriz y entonces podemos ver la mirada del Bebé, proyectada en la caja a la cual ha vuelto la cuna, después de trazar el camino de vuelta a la realidad, deshaciendo la cuna y retornándola a su embalaje. Pero esa vuelta a la realidad de Ary y de Gaya, jugando con el Bebé marioneta, que nos devuelve su mirada a través de ese mecanismo audiovisual, tipo “live cinema”, con la cuna embalada de nuevo, no va a ser nunca la misma que la que había antes de este viaje sensorial emocionante y bello. Porque en él asistimos a ese cuerpo a cuerpo, entre Ary y Gaya, en una especie de danza, de pie y por el suelo, en la que los cuerpos se enredan y confunden, entre la broma y la lucha, como animales mamíferos jugueteando, dejando que el contacto de los cuerpos sea el medio y el fin. Porque, a través de la performance, ya se ha construido un nido, un hogar donde se podría dar el acto de la creación, donde podría crecer un bebé y donde, de hecho, se da el acto de la creación. Porque ‘CORRE, BEBÉ!’ no es la reproducción o repetición de fórmulas teatrales tradicionales, ni utiliza un molde previo.

Para Pitágoras la letra Y era el emblema de la vida humana, siendo el palo vertical la inocencia de la infancia y los brazos divididos, la elección entre el bien y el mal de la vida adulta. Sin embargo, en la alquimia representa el Rebis, el Andrógino, según nos explica J. C. Cooper en An Illustrated Encyclopledia of Traditional Symbols. Aquí, en ‘CORRE, BEBÉ!’, también podemos sentir esas dimensiones: la autenticidad y el candor humanos, sin enmascarar por personajes de ficción prefabricados, ni por realidades externas a quien actúa, Gaya y Ary. La encrucijada de las decisiones adultas que superan el binomio polarizado del ben y del mal, en una escala que posee una complejidad que no viene de sofisticaciones intelectuales, filosóficas ni conceptuales, sino de la profundidad de lo cotidiano de personas fuera de las preceptivas y condicionantes, antes mencionados, del sistema social y cultural hegemónico heteropatriarcal y capitalista que nos reglamenta. Así mismo, también está el Andrógino en esa mezcla indiferenciada de los cuerpos que se enredan, porque se quieren, porque bromean, porque disfrutan, porque están en una relación libre y no mediada por la palabra ni por los comportamientos que interponen distancia física y, en consecuencia, también de otra índole, entre las personas. Una mezcla de cuerpos jugando, en la que incluso las determinaciones biológicas o de género pueden pasar a un segundo plano o incluso desaparecer.

En consecuencia, ‘CORRE, BEBÉ!’ ha acabado por ser, para mí, una especie de viaje iniciático a un ámbito fundacional, sin el cual no existiría el mundo tal cual lo concebimos: la cuestión de la parentalidad y de la filiación, por la que, en un principio, yo no sentía, en este momento, ninguna afición. Ha sido también un viaje sensibilizador, al permitirnos compartir esa intimidade de los desasosiegos y de los sueños de personas del colectivo trans, que intentan vivir una vida plena dentro de los derechos humanos que para alguna gente inhumana son opinables, debatibles e ideológicos. Algo que, a poco que se piense, resulta, a todas luces, insostenible. ¿En qué cabeza cabe que los derechos humanos sean cuestionables o fruto de una ideología partidista de izquierdas o de derechas? ¿No están, acaso, en el centro de la educación y del respeto más elementales?

P.S. – Otros artículos relacionados:

“El Cafezinho de Gaya de Medeiros”. Publicado el 28 de abril de 2025.


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