Y no es coña

En los pliegues del destino

Atascos, incendios, calor sofocante. La rutina veraniega crea monstruos. Una sensación de parada general ocupa todos los espacios. Se atrasan decisiones, se atrasan cobros, se diluyen pagos, se merodea por el abismo. Neblina o arenilla flotante, ¿qué será del mundo ante tanta barbaridad que se nos ofrece en selecciones bien depuradas en todas nuestras pantallas. ¿Estarán las Artes Escénicas a la altura de las circunstancias o se escaparán por los pliegues del destino, por los dobladillos del entretenimiento vacuo?

Estoy pasando por unos complejos meses con episodios de sueños muy reconocibles, casi la mayoría de ellos relacionados con asuntos del Teatro, viajes, momentos delirantes perdidos en carreteras, hoteles disparatados, teatros inverosímiles, montajes imposibles que parece que se llegan a hacer, pero al final sucede algún incidente inesperado, fisiológico o mecánico, y todo se clausura. Con vivos y muertos. Convivo con ellos en proyectos que fueron y otros que van a ser, en una suerte de recalcitrante optimismo en medio de la debacle.

Lo que queda claro es que es más apetecible ese mundo donde se sufre, pero se avanza, que en el de la vigilia en el que se sufre también y no se avanza y los vivos se mueren, mientras que en los sueños los muertos reviven y te siguen retando y proporcionando motivos para el crecimiento. Así estoy de confundido, o de extrañamente lúcido. Tengo mil ideas que fenecen en el simple enunciado por cansancio o por desidia. Estar planteándose todo el día si merece la pena seguir o ya ha llegado el momento de parar definitivamente es doloroso, imposible de asimilar sin que se conmueva toda la estructura biográfica.

Siguiendo con los mensajes que recibo en mi vida con Morfeo todo está por hacer, mis colegas de antaño, vivos y muertos, me convocan para seguir haciendo teatro, es decir ideando producciones, escribiendo, dirigiendo, incluso actuando. En ninguno de estos bellos y dinámicos episodios nadie me ha reclamado que siga dedicando toda mi energía en la difusión teatral, la información, la edición.

No, nunca, ni por asomo, todos de manera imperativa me impelen por activa y por pasiva a volver a aquel lugar donde la incertidumbre era mayor, pero la ilusión arrasaba con todo. Donde no representaba a nadie más que a mí mismo. Sin el peso de la responsabilidad de una trayectoria que has contribuido a que se cumpla, pero que ya no inspira otra cosa que apatía, miedo, agobio. Quizás los sueños sean nuestra auténtica terapia, nuestros consultores más certeros.
Que Freud me coja durmiendo o sesteando.

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