Y no es coña

Por si acaso el ocaso, ni caso

Cada lunes al empezar a escribir esta homilía tengo la sensación de finitud. Como normalmente ya he editado a mis compañeros y compañera que siempre aportan puntos de vista muy excitantes o que al menos nos alertan de lo que está sucediendo en otros escenarios o desde otros miradas teóricas o prácticas, me siento en la necesidad de extrañarme, de abandonar todos los espasmos contables, laborales, empresariales que me acorralan y como he superado situaciones personales y colectivas bastante complejas en estas mil y pico semanas anteriores, me pongo en modo resiliencia pese a tener cada día más ganas de llegar, de una vez por todas, al puerto de destino.

En Madrid ha empezado su Festival de Otoño, con nueva dirección artística a cargo de la gestora mexicana Marcela Diez y pude disfrutar el espectáculo inaugural, “Coup fatal”, creado por Alain Platel en el año 2014 y que el año pasado se repuso. Un auténtico show donde se mezclan las músicas, los bailes, las coreografías que se ensortijan, los rasgos culturales y étnicos convertidos en un acto escénico superior. Todo cuanto se presencia es significante, la calidad musical donde existe una fusión fascinante proporción unas horas de inmersión en lenguajes y estéticas provenientes de África, el Congo, pero pasadas por el tamiz de una integración activa en la cultura escénicas europea, en este caso belga.

Una nota al margen, la semana pasada les hablaba del FIT de Cádiz, y me parece una opción magnífica que se pongan de acuerdo los festivales que se celebran alrededor de las mismas fechas y compartan algunas de las obras programadas, asunto que aligera gastos y coloca a las obras iberoamericanas en la posibilidad de hacer varias actuaciones en marcos diferentes que les proporcionen más posibilidades de ser conocidas y reconocidas. Un ejemplo majestuoso es que este viernes 14 y sábado 15, se presenta en los Teatros del Canal, “Labios de liebre” que se ha presentado en Cádiz, que había realizado gira en España hace unos años y que es una de las obras mayores del teatro colombiano de las últimas décadas, una pieza de Teatro Petra con texto, dirección y actuación de Fabio Rubiano. Este cura la ha visto tres veces en diferentes espacios y tiempos y cada vez que la veo, al poder detenerme en los detalles, me parece mejor. Así que no se la pierdan.

Pero entre festival y festival tenemos discusiones, debates, cambio de impresiones de asuntos locales o generalistas. Y uno que creo he traído aquí ya algunas veces es la cantidad de adaptaciones de textos narrativos, la mayoría de ellas sirviendo de percha debido a su éxito de ventas temporal o al valor literario histórico del autor o autora que celebra un aniversario redondo. Si algo me gustaría proponer a quienes no les importa nada lo que yo proponga son dos acciones encadenadas. Primero declarar una moratoria de cinco años y que ninguna institución pública derive dineros para la producción de estas obras y la segunda, obligatoria, es impartir talleres, cursos, cursillos para enseñar a convertir con herramientas eficaces, los textos narrativos en textos dramáticos solventes. Y de paso que también enseñen a usar correctamente el concepto de autoficción.

Y, además, se producen estrenos ordinario, es decir, dentro de las programaciones propias y producciones de los teatros de titularidad pública y como no es cuestión de emponzoñar estas reflexiones con señalamiento personales, pero sí partiendo de la experiencia propia, considerar la cantidad de veces que en algún lugar oficial se ven obras que no tienen la calidad, ni por forma, ni fondo, y que cuesta entender las razones por las que forman parte de lo que es una programación estatal de bandera. Obras que hasta se pueden entender su programación debido a la nómina de dramaturgo, director, intérpretes, pero que son productos excelentes para el teatro comercial. No se trata de fundamentalismo, sino de defensa del teatro como valor cultural, trascendente y no un entretenimiento banal.

Cada vez que repetimos las mismas ideas básicas sobre estas cuestiones, entramos en una etapa de reafirmación del dogma, por lo que se aventura que estamos ya con demasiados lustros con la cartilla de racionamiento cubierta de sellos y lo que sería preciso o enrocarse y venderse al enemigo, es decir el teatro mercantilista oficialista.

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