Sin noticias de mi nave espacial
Hace tiempo que decidí salir de mi enmascaramiento y anunciarles que soy un extraterrestre que me mandaron con dos o tres misiones a la Tierra. Los logros de mis misiones son escasos, pero ahora resulta que no encuentro señales de mi nave espacial para volverme a mi lugar de origen que, dicho sea de paso, cada día me queda más lejano y me cuesta mucho más fijar mi punto de partida con exactitud. Todo son emoticones que se han enredado con nociones muy sólidas que se han licuado con el transcurrir de las décadas y de la acción despiadada de políticos y técnicos en el organigrama de las instituciones dedicadas a la Cultura y, especialmente, a las Artes Escénicas que se han inhibido o simplemente han aplicado conceptos obsoletos disfrazados de decisiones para el futuro, que se alejan de lo que piden las circunstancias y los conocimientos sobre gestión cultural, sobre acción cultural más allá del escaparate.
Estoy recién llegado de Ciutadella de Menorca para asistir a la proclamación del ganador de la edición número cincuenta del Premi Born de Teatre que organiza desde hace cincuenta y cuatro años el Cercle Artístic de Ciutadella, una entidad de largo historial y que representa en estos tiempos actuales, la magnífica tradición de una sociedad civil en la que sus miembros, de manera altruista, se preocupan por las ciencias y las letras para difundirlas entre toda la población. Algo que es fácil identificar si se aproxima a mirar los entresijos, su funcionamiento, al menos como yo tengo el placer de hacer desde hace unas décadas y que Artezblai, primero editaba la obra ganadora en euskera y posteriormente añadimos la edición en español, porque este premio, les recuerdo, es el único que se edita en los cuatro idiomas oficiales que contempla la Constitución española. Y que yo sepa “El Principio de Arquímedes” de Josep Maria Miró tuvo montajes en los cuatro, además de una magnífica vida en Europa con muchas traducciones y montajes y en América.
Pues este premio, en estos momentos, está sufriendo bastante por unas decisiones del INAEM. En un redactado de una convocatoria de ayudas a las que se acogía esta entidad, se quitó en un párrafo una frase final que hablaba de otros eventos y etcétera (perdonen que transcribo de memoria), pero eso significó que dos premios teatrales muy importantes quedaran fuera de la posibilidad de recibir esas ayudas. Se recuerda que se dota con cerca de quince mil euros y esas ediciones mencionadas, por lo que es difícil sostenerlo sin colaboraciones privadas, pero, sobre todo, públicas.
Pero es que, salvado este bache administrativo, se encuentra la entidad ahora mismo litigando con la parte más difícil de solventar y es que le piden devolver una subvención del año 2020, debido a que indica la inspección que se pusieron en la justificación del gasto partidas que no correspondían. Asunto siempre peliagudo, pero que no estaba escrito en la convocatoria de ese año, cosa que sí sucede en las convocatorias de 2024 y 2025, en la que se marca el campo de asuntos que pueden ser sufragados por la ayuda. Pero estos asuntos retrospectivos, sin una claridad jurídica, desestabilizan de manera importante y es luchar contra un aparato de un ministerio sin tener interlocución solvente para intentar aclarar la situación.
Esta actitud de los servicios jurídicos o contables del INAEM parece estar últimamente muy exacerbada, porque sé de varios damnificados más, en algún caso, poniendo a una compañía señera al borde de la extinción, y las motivaciones, al menos en el relato que yo conozco son similares, vaguedades en la justificación de las ayudas con partidas que antes sí servían y ahora no sirven para ello.
Lo cierto es que el INAEM es un ente zombi, algo que sabemos que está, que vemos su logo, yo coincido ordinariamente con su directora general en los teatros de Madrid y siendo vieja conocida no hemos cruzado más de una palabra, porque para muchos es algo extraño, seguro que no son de mi planeta, que tomen decisiones incompresibles como es que los teatros del CDN tengan una programación restringida, parece ser, porque nadie da explicaciones, por falta de presupuestos. Es decir, si miran su programación hay vacíos de dos, tres o más semanas entre una obra y otra, cosa inverosímil y que contradice todo lo que significa tener estos buques insignia que forman parte de la identidad del propio INAEM y que deben cumplir una función cultural y social, y dejar las salas cerradas es justo lo que no deben hacer.
Por lo tanto, mientras encuentro la nave que me devuelva a aquel planeta en el que crecí tan lleno de ilusiones imposibles que se fueron haciendo posibles, seguiré maldiciendo estas gestiones híbridas, que no son ni públicas ni privadas, sino todo lo contrario, esta falta de perspectivas de futuro y este alineamiento en contra de lo que parece necesitar la sociedad española. Y se recuerda, otra vez, que este Centro Dramático Nacional es un teatro madrileño para las élites madrileñas. Y algunos amigos y conocidas. El resto es ruido sórdido.

