Sud Aca Opina

Zombis de aeropuerto

De vez en cuándo trabajo como guía de turismo principalmente por tres razones; la primera es porque trabajo con grupos de franceses que vienen a conocer mi país, y como en Chile no es tan fácil encontrar a alguien que hable francés, así mantengo fresco el conocimiento del idioma que aprendí siendo niño. En segundo lugar, porque nunca están de más algunos pesos extra, y por sobre todo, porque amo mi país y me gusta mostrarles sus atractivos a otros, no solo la rica variedad de paisajes dada su particular geografía, sino que nuestras tradiciones y comportamiento social. Me encantan los contrastes de Chile y desearía que encantara a otros con su magia.

Por supuesto debo ir a buscar a los grupos al aeropuerto, y aunque hago este trabajo desde hace ya mucho tiempo, es primera vez que me doy cuenta de que hay gente que vive en el aeropuerto.

No son personas que trabajen tanto para mantener en funcionamiento todas las actividades del terminal aéreo, de las cuales de manera eufemística se dice que viven en el aeropuerto, me refiero a personas en situación de calle que viven deambulando por las instalaciones.

En invierno he visto mendigos y vagabundos durmiendo en las salas de espera de los servicios de urgencia públicos para cobijarse de las inclemencias del tiempo, pero en el aeropuerto jamás.

No sé si es algo reciente o siempre ha existido, pero eso no es lo importante, hoy en día gente vive en el aeropuerto internacional de Santiago.

Viven de las sobras de quienes están de paso, ya sea por negocios o por turismo y esperando su vuelo, se compran un sándwich y un café que no son capaces de consumir íntegramente, dejando tazas a medio vaciar y comida a medio consumir. Antes de que el personal de los lugares de comida limpie la mesa para los siguientes comensales, aparecen los zombis del aeropuerto a recolectar el sustento diario.

¿Qué pensar?

Será gente sin esperanza que solo encontraron un lugar donde sobrevivir.

Será que mientras deambulen de un lado para el otro nadie los molesta porque no están infringiendo ninguna ley.

Será que esperan embarcarse en el vuelo que los saque de su miserable realidad.

No mendigan monedas, simplemente deambulan somo zombis de la sociedad.

De camino a casa, reflexioné sobre los maravillosos regalos que me ha dado la vida; un lugar estable donde dormir en mi cama sin tener que preocuparme del siguiente día, una mesa donde comer mi comida y no la comida de otros, una familia que, como todas, tiene sus problemas, pero siempre solucionables con la voluntad de las partes, un pasado que recordar para, desde el presente, tomarlo como base para ir construyendo futuro.

¿Lo tengo todo?

Por supuesto que no se pueden imposibles, pero comparado con quienes vi, soy demasiado afortunado por tener lo que tengo, y no me refiero solo al campo material, sino fundamentalmente al campo emocional y afectivo.

No se trata de ser un conformista sin ambiciones, porque a otra escala, sería como ellos, sino de atreverse de vez en cuando a mirar el vaso medio lleno y a beber del elixir que significa vivir la vida que nos ha tocado.

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