Y no es coña

20 años del festival Catropezas de Teatro Ensalle de Vigo

A menudo ignoramos u olvidamos que lo grande depende de lo pequeño. Conocemos los refranes y dichos alusivos, pero se quedan ahí, en teoría, sin darnos cuenta de que la teoría, como el teatro, es una visión, una perspectiva para la experiencia. Refranes como “el diablo está en los detalles” o todas esas frases que dicen que la felicidad está en las pequeñas cosas, terminan convirtiéndose en lugares comunes que, precisamente por eso, se desactivan. Y es una pena que así sea, porque, al fin y al cabo, el cuerpo vive gracias a las células y cuando estas empiezan a fallar, sobreviene la enfermedad e incluso la muerte.

Recuerdo la insistencia de José Sanchis Sinisterra, en sus clases de escritura dramática, en que el arte es la atención al detalle, al trazo fino, al cuidado de lo implícito, de lo sugerido más que de lo mostrado. Esto, por otro lado, fomenta la participación del espectador y su emancipación, otorgándole mayor libertad para crear, junto con los artistas en escena, su propia obra. En otras palabras, esta atención al detalle y a los trazos finos, este cuidado por lo implícito, el subtexto, termina convirtiendo a los espectadores en artistas creadores, poniéndolos al mismo nivel que quienes actúan en escena.

Uno de los lugares privilegiados para este tipo de dinámica en las artes escénicas es el festival Catropezas que el Teatro Ensalle de Vigo organiza desde hace veinte años. Un festival pequeño, en un espacio pequeño, con piezas de pequeño formato, que tienen un gran impacto en el reducido número de personas que deciden participar en esta experiencia extraordinaria e inolvidable.

En el XX festival Catropezas 2025 del Teatro Ensalle, celebrado los fines de semana de noviembre, pudimos disfrutar de espectáculos muy especiales, algunos de ellos generados ad hoc o modelados con la participación colaborativa de diversos artistas, de Galicia y de otros lugares. Pienso, por ejemplo, en la simbiosis entre la textualidad poética y teatral de Antonio Fernández Lera Magrinyana, interpretada por el portentoso Gonzalo Cunill y la increíble violinista gallega Elena Vázquez Ledo, de quien ya hemos disfrutado en otras experiencias singulares que van más allá de la interpretación más convencional. Aún recuerdo el fantástico bucle de ‘Calidoscopio’ de Gallaecia Ensemble Barroco en el X festival Escenas do Cambio de la Cidade da Cultura. Otra experiencia artística colaborativa tejida con mimbres catalanes y gallegos fue ‘Palíndromos e viceversos’ de Andrés Corchero, con la poeta lucense Nieves Neira Roca y la violonchelista, improvisadora, performer y artista visual gallega Macarena Montesinos. Y también la intervención especial de un coro improvisado de Vigo en la última secuencia de ‘Familia’ de Amalia Fernández, que nos impresionó mucho en la última edición de Escenas do Cambio 2025 con ‘Solala’.

El XX Catropezas ha contado con nombres de lujo y una simbiosis que unió a artistas de otros ecosistemas culturales con artistas de Galicia, desde la delicadeza y la escucha de lo más pequeño, para dar lugar a cuatro joyas escénicas invaluables. Sobre ellas, me gustaría compartir aquí mis primeras impresiones:

‘UNA OBRA IMPERFECTA. Tres variaciones’ (9/11/2025) parece hecha a nuestra imagen y semejanza: el ser humano, esa obra imperfecta que se reproduce en millones de variaciones. Esta, de Antonio Fernández Lera, es una maravilla en la lectura/interpretación de Gonzalo Cunill, dando el poso preciso a esos textos que exploran el estupor con la clarividencia de la poesía y sin rencor, vislumbrando nuestro papel.

El diálogo entre la palabra y la interpretación musical de Elena Vázquez, al violín y la zanfona, junto con la interpretación videográfica de Pedro Fresneda y la luz, también con Raquel Hernández, hacen que ‘UNA OBRA IMPERFECTA’, por momentos, nos toque directamente en el estómago (o eso me pasó a mí).

De las reflexiones, quizás solo una certeza: el final es el final. «Siempre pensamos / – cuando llegamos al final – / que cada final es un nuevo comienzo / Ya quisiéramos».

‘FAMILIA’ de Amalia Fernández (16/11/2025). Veo esta pieza por segunda vez; la primera fue en mayo en el festival Escenas do Cambio, y confirmo que en las artes vivas no hay nada que pueda ser un “spoiler”, más allá de lo más anecdótico. De hecho, la propia Amalia vino a hacer una demostración empírica ensayando, justo antes de la pieza y como si fuera parte de ella, la intervención del grupo de personas que, en un momento determinado, sube al escenario para cantar “Salí de Granda un día / camino de Santa Fe…”. Aunque esta participación está preparada, el desarrollo de la pieza sigue siendo emocionante, y el momento de la intervención ensayada funciona igual de bien y sorprende por su sencillez.

Esa parece ser la seña de identidad de esta pieza: sencillez y sinceridad, en su ser y en las historias que Amalia nos cuenta a partir de fotos familiares y que, de repente, nos hablan de la esencia de la persona, con sus gracias y desgracias. Incluso aceptando parcialmente lo que su padre le decía de joven: «La vida es una decepción. Ya te darás cuenta».

Creo que esta ‘FAMILIA’ de Amalia es hermosa y entrañable. Sin ser ideal, es verdadera e incluso «real», sea lo que sea esa «realidad». Y creo que, gracias a ese análisis de las fotografías y la historia que despiertan, nos reconcilian.

‘PALÍNDROMOS E VICEVERSOS’ de Andrés Corchero, Nieves Neira y Macarena Montesinos (23/11/2025) puede parecer una improvisación teatral entre un bailarín, un poeta y una violonchelista muy singulares, porque la escucha activa del proceso y las improvisaciones que los trajeron hasta aquí sigue estando vibrantes.

Sin embargo, es una pieza redonda con una dramaturgia que lo integra todo, en la que el sonido del violonchelo resuena en el movimiento del cuerpo y ambos preparan las apariciones y acciones posteriores, al igual que resuenan las palabras poéticas.
Macarena y Andrés tocan con sus arcos un violonchelo que cuelga como un botafumeiro. Nieves entra, abrazando un segundo violonchelo, mientras nos dice que así se escribe, abrazada, a su vez, por Macarena y su arco.

El contraste humorístico cuando Andrés usa uno de los violonchelos como máscara y el instrumento termina transformándolo en un rockero.

La escena imaginaria del caballero reclinado y el libro. Las texturas de los papeles que trae Nieves. El poema «El pichón» de Abu-L-Hasan Ali Ben Hisn (siglo XI) y el transporte que Andrés realiza del cuerpo de la poeta y de todos nosotros.

‘PALÍNDROMOS E VICEVERSOS’ es una pieza que nos deleita, nos fascina y nos transporta.

‘EL VUELO’ de Daniel Navarro clausuró el XX festival Catropezas 2025 el domingo 30 de noviembre. Un solo de danza que, por su relación con la luz y el espacio sonoro, evoca la poética alucinante de Jefta van Dinther, también por esa insistente flexión del torso que deja el rostro en sombra.

En ‘EL VUELO’, Daniel Morales (creación y performance) emprende un viaje desde el ser encorvado y retorcido, aferrándose a sus reflejos, mientras genera un dueto con la acción de la luz de Alfredo Díez. Una luz que parece trazar las líneas del pensamiento, el universo de la mente, aquello que nos convierte en espejo.

En el viaje hacia el vuelo hay una liberación de la lucha contra los espejos (las imágenes/pensamientos que regresan a nosotros) y un despojamiento. Entonces el cuerpo se abre, pasa de inclinarse hacia el suelo al “cambré” y a la apertura de los brazos hacia el cielo. Y sí, percibimos el vuelo y lo disfrutamos.

Cuatro piezas aparentemente pequeñas, en un festival aparentemente pequeño, en un espacio que también lo es en apariencia. Sin embargo, la grandeza y la profundidad de la experiencia artística son difíciles de explicar. Hay algo enorme que me conmueve mucho más, en estas pequeñas piezas, que los espectáculos que son éxitos masivos, o aquellos que casi todas las compañías y programadores buscan: aquellos que agotan las entradas en taquilla, aquellos que presumen de “Sold Out”, aquellos con mayoría absoluta. ¿Por qué? Tengo que seguir preguntándomelo. ¿Será que, al final, esos dichos sobre las pequeñas cosas tienen razón?

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