Reportajes y crónicas

41 Festival Internacional de Teatro y Danza Contemporáneos de Badajoz

Una edición entre la calidad y los desbarajustes organizativos

El Festival de esta 41 edición ha dado un vuelco positivo al que anteriormente se venía celebrando castigado por la crisis económica y la desidia de algunos políticos culturales, que con altibajos en la organización ofrecían una programación que sólo se prestaba a cubrir el expediente. Esos años, el evento, bastante disminuido por los recortes -como ya había comentado de sus ediciones desde este medio- se había convertido en una simple «Muestra de Teatro». Obviamente, se alejó de sus señas de identidad y de su objetivo de crecer y de innovar, de lograr saltos cualitativos en la selección de espectáculos comprometidos con las nuevas tendencias y metas concretas -en jornadas, representaciones y actividades paralelas con un alto nivel de coherencia- sobre el papel que juegan los festivales trascendentes como lugar de encuentro y de diálogo.

Mis críticas, contrarias a la «Muestra», siempre explicaron que el éxito de los llamados festivales internacionales estaba en su voluntad de revelar demandas que no eran atendidas en temporadas regulares. El Festival pacense nació con esa voluntad. Y así lo manifestaron sus primeras Jornadas de debate en 1972 (organizadas en unas comprometidas Semanas de Teatro), tratando de romper la incomunicación cultural a través del teatro independiente. Jornadas que después fueron avanzando en la consolidación de un Festival con carácter internacional. Y que tuvo su gran auge en 1992 con aquel Patronato «Badajoz 2000», creado por J. C. Rodríguez Ibarra/J. Naranjo/G. Montesinos, y también en los mejores tiempos -entre los años 2000 y 2005- con la política cultural del consejero Paco Muñoz.

Este año, siguiendo las recomendaciones y reflexiones de las I Jornadas del pasado año, expuestas por los ponentes internacionales y por los creadores que participaron en los coloquios, su director artístico Eugenio Amaya ha presentado un atractivo programa de espectáculos de calidad y unas II Jornadas Internacionales en la que participaron ponentes de España y Portugal. Actividades que resultaron interesantes, pero carentes del necesario público. Algo lamentable que en las Jornadas desconcertaba a los organizadores.

A mi entender, el fiasco formaba parte de algunos desbarajustes organizativos observados, en los que la oficina de comunicación del Festival (Ana González) funcionó muy mal. Sin embargo, esta opinión de la parte negativa del Festival que publiqué en un periódico local no sentó bien al responsable del Festival, al ínclito Miguel Murillo (del que siempre he admirado su talento de dramaturgo), pues en una carta dirigida a EL PERIÓDICO EXTREMADURA (14-11-18), haciendo un delirante panegírico del evento que organiza y de «la absoluta entrega profesional del departamento de Comunicación del López de Ayala injustamente tratado por el crítico teatral«, me pidió que explicara las razones «para corregir lo que haga falta e incorporar las mejoras que, supuestamente, hay que llevar a cabo«.

Para este crítico, esta edición del Festival ha funcionado entre la calidad de los espectáculos y muchos desbarajustes organizativos. Valoro la recuperación de su orientación y los cambios cualitativos en la selección de espectáculos y actividades paralelas, pero considero que la organización ha dejado muchos cabos sueltos que no han permitido a las actividades sacar un mayor rendimiento cultural y, por otra parte, satisfacción a artistas y espectadores.

En primer lugar, ha sido un hecho constatable la falta de publicidad e información del evento en los medios usuales de comunicación. Sólo se ha sabido de él por las pequeñas reseñas publicadas diariamente sobre las funciones (algunas únicamente en las agendas). Tampoco se han visto esos carteles que otros años llenaban Badajoz con la imagen de los artistas participantes en las obras. El Festival pareció no haber existido. Si lo comparamos con el Festival Clásico de Mérida se observaría la enorme diferencia vista en sus anuncios, reportajes y comentarios de páginas enteras. Quienes siguen mis comentarios conocen mis discrepancias con las obras que programa Jesús Cimarro, pero el gabinete de prensa y propaganda de Mérida -llevado por Nico García y Toñi Escobero– siempre funcionó impecablemente. De ahí su éxito de público.

A Murillo, que alardeaba de los 4.500 espectadores que asistieron a las 14 representaciones, debo aclararle que a su «éxito» le delatan las matemáticas, si consideramos que el aforo del teatro López de Ayala es de 800 butacas. Si multiplicamos las 800 butacas por 12 de las funciones (pues 2 se hicieron en otros espacios, con poco público) el resultado es de 9.800 asientos, de los que sólo se cubrieron 4.500 (menos de la mitad). Luego, fue más bien un fracaso de público, que se suma al de las Jornadas Internacionales donde los ponentes hablaban para 10 asistentes, de los cuales la mayoría eran organizadores. Una sola compañía asistió a las sesiones (Teatro del Noctámbulo). La presentación del acto para la Secretaria de Cultura de la Junta, que apoyaba la actividad, debió ser desolador. Tengo que recordad que este Festival en sus mejores tiempos lograba una media de 12.000 espectadores. Y en la X edición -1985- que se hizo descentralizado, teniendo sedes en 30 pueblos, llegó a 36.000 espectadores.

En segundo lugar, la información en el programa de mano -único que se editó en el Festival- tuvo errores que causaron problemas. Me facilitaron uno cuando fui a comprar mis entradas una semana antes de empezar el evento. El programa informaba que las Jornadas se celebrarían los días 24 y 25. Me desplacé desde Don Benito el 24 y me enteré de su retraso al día siguiente (es testigo la directora del CEMART que pasaba por allí). Pero lo peor fue que una función de teatro infantil tampoco se dio en el día programado sino al final del Festival. Y por falta de información el público parece que no se enteró porque hubo apenas 80 espectadores. Triste final de la clausura del evento, al que Murillo no asistió para comprobarlo.

En tercer lugar, tengo que decir que el mencionado programa fue escasísimo de información de los espectáculos. No se editaron después los programas de cada obra (sólo hubo el de algunas compañías que lo llevaron por su cuenta). Y note de algunos espectadores su malestar, sobre todo en las funciones de las producciones extranjeras. Para el crítico esto también supone un inconveniente al no facilitar claramente las propuestas, que ha de ver luego si se materializan o no en escena, aparte de que si ha de destacar la labor de un actor no se sabe su nombre ni el personaje que interpreta.

En cuarto lugar, creo que un Festival de teatro está considerado como un encuentro de creadores, a los que hay que facilitar su asistencia a los actos. En esta edición el asunto no se ha tenido en cuenta. Las entradas en la taquilla (abonos) costaban el doble que otros años. Tal vez, por ese motivo -y porque cada día grupos de jóvenes estudiantes entraban invitados gratuitamente, ocurrencia muy discutible- la asistencia a las representaciones y Jornadas también han sido muy escasas de artistas de teatro.

En fin, podría seguir detallando más desbarajustes. Muchos de ellos, se los hice saber -los días de las Jornadas en una larga conversación- al director artístico, Eugenio Amaya, que tomó nota.

De los espectáculos, ninguno causó esta vez decepción. Pero, entre ellos destacaron: «Findig Joy» (Reino Unido), «Speakasy» (Francia), «Crimen y telón» (Madrid), «Contraescena» (Madrid), «Así que pasen cinco años» (Andalucía) y la infantil «El reto de Zeus» (Extremadura). Además de dos excelentes monólogos extremeños: «Diario de un loco«, interpretado por Pablo Bigeriego en un espacio mal acomodado (donde los planos medios y bajos de actuación -los más álgidos- no los veía el público) y «@Lone«, una pieza sobre los peligros de las redes sociales en boga, muy bien escrito y actuado por Simón Ferrero.

En las Jornadas Internacionales, las ponencias trataron sobre la importancia de la movilidad internacional a la hora de aprovechar fuentes de financiación que faciliten mejorar la actividad profesional de artistas y gestores de las artes escénicas regionales. Los expertos ponentes que participaron, informaron sobre las maneras de acceder a oportunidades disponibles a través de distintas convocatorias internacionales y nacionales para desarrollar prácticas de excelencia.

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