Escritorios y escenarios

Un viernes satisfactorio

Un grupo de estudiantes me invitó a ver una versión de Panorama desde el puente de Arthur Miller, en la que habían estado trabajando. Asistí al encuentro sin expectativas, con el pasar de los años he ido entendiendo que esa es una disposición ideal. Me citaron a las 7, pese a que la obra empezó después de las 8. Yo intenté llegar tarde, pero fracasé. Lo he manifestado muchas veces, hay una mala práctica en el teatro de este país (Colombia) y es poner al público a esperar a que llegue el resto del público. Razón por la cual, los que somos puntuales llevamos siempre las de perder. Por suerte me encontré con una colega.

Y pasó lo que tenía que pasar. Durante una hora, seguramente más, conversamos sobre neurociencias y neuropsicología. Para mí fue un descubrimiento que ella se interesara por el tema. Supongo que a ella le pasó lo mismo, pero al revés. Intercambiamos datos, bibliografía, ideas. Fue una conversación, realmente, estimulante. Después me quedé pensando y noté que sobre este tema solo he podido conversar con tres personas en toda mi vida, incluida ella. Por lo que la situación me pareció una verdadera anomalía.

Y tan entretenidas estábamos, compartiendo el impacto mutuo de lo interesante que es el funcionamiento del cerebro y de la manera en que determina nuestras vidas, que no nos dimos cuenta del transcurso del tiempo.

La presentación se realizó en un nuevo espacio cultural, llamado casa quemada puesto que una buena parte de la casa se incendió y algunas de sus paredes aún conservan los rastros del fuego. En otras partes de la casa las paredes se conservan intactas, resguardando la arquitectura y el estilo de las casas bogotanas en las que vivieron las generaciones de nuestros abuelos y bisabuelos. Está ubicada en la localidad de Teusaquillo. Los estudiantes realizaron la obra en la sala, sin tener que preocuparse mucho por el diseño del espacio, porque el espacio real ya tenía todo lo necesario. Y, precisamente, en términos espaciales, la casa me pareció un detonante creativo.

A la obra, le faltaban muchas capas para ganar espesor y complejidad, sin embargo, las situaciones y los conflictos fueron comprendidos. Por lo que, en tanto ejercicio estuvo bien. Lo que más admiración me produjo fue el haber sido invitada a ser cómplice y testigo de esas ganas, de esa hambre que tienen estos jóvenes de comerse el mundo, de crecer en el teatro y de tomarse los oficios que de él derivan, en serio, muy en serio. Fue un viernes satisfactorio.

Bogotá, Colombia.
Domingo, 27 de julio del 2025.

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