Las tres gracias
Es muy frecuente ver en las programaciones de cualquier teatro obras con tan solo un actor o actriz. La proliferación desde hace años de esta circunstancia ha propiciado de forma paralela la adaptación de textos escritos dentro de la narrativa originalmente, o de propuestas de la llamada autoficción. En esta ocasión nos asomamos a una adaptación de la novela Matate, amor original de Ariana Harwicz. Esta obra se convirtió en un best seller a escala mundial, y en 2025 se estrenó su adaptación Die, my love en el Festival de Cine de Venecia, donde obtuvo la nominación a mejor película.
La obra de Harwics nos cuenta en primera persona la vida de una mujer que a la vez que se inicia en la maternidad, queda atrapada en un pequeño pueblo francés. Todo parece apuntar a una vida de ensueño; pero más que idílica, su vida, su mundo y su relación con lo que le rodea y quienes le rodean se convierte en hostil. Ella aborrece todo lo que le sucede, reniega de su familia y de sus circunstancias debido a los estragos de una depresión postparto. Sin embargo, algo en la naturaleza la hace volver a sacar su luz interior: las visitas nocturnas de un misterioso ciervo. La obra es una excelente mezcla de humor negro, sarcasmo y confesiones sin ninguna autocomplacencia o filtro alguno. El texto es de sobra interesante, es salvaje, irreverente e incómodo a la vez. Nos permite sin tapujos ver las entrañas emocionales, mentales, instintivas y subconscientes de esta especie de Medea contemporánea.
La tarea titánica de encarnar a este complejo personaje recae en la piel de la portentosa Érica Rivas que, con muchas cualidades técnicas e interpretativas, encarna fielmente ese mundo interior, a veces abyecto y monstruoso. La actriz es incombustible e intuitiva. Maneja el ritmo a su antojo y se desplaza por el escenario casi vacío, llenándolo todo con versatilidad, con variedad de registros dramáticos y una composición corporal y vocal brillantes. Es capaz de pasar de la ternura a la violencia, de la dulzura a la maldad, de la desidia intrínseca de quien detesta su vida a la esperanzadora vivacidad que provoca una ilusión. Y todo ello, ejecutado de una forma creíble en todo momento pese a tratarse de un texto narrativo y enunciado en primera persona.
Lo que es sorprendente y de agradecer en cualquier interpretación de calidad -como lo es la de Érica Rivas- es que no hay palabras vacías, no hay texto sin contenido, no hay jadeo o grito sin justificar. Todo le sucede. No nos lo cuenta, sino que somos testigos de que le pasa en todo su ser. Es decir, hace creíble palabra, voz y emoción. Esto es encarnar y dar vida en la ficción. Interpretar no es “vivir el personaje o sentirlo o creérselo”. Interpretar es ver que las cosas le pasan al personaje/persona. Todo lo que cuenta, habla, dice o explica, está dicho con verosimilitud absoluta.
Pero Rivas no está sola; está muy bien apoyada por el imaginario de su autora y además muy bien dirigida y aprovechada como instrumento creativo por la mano de Marilú Marini. Estas tres gracias proponen un ejercicio redondo en el que el brillo de Rivas es tan solo un rayo más de este crisol femenino atrevido y portentoso.
FIT de Cádiz 2025.
Teatro del Títere ‘La Tía Norica’
Lunes 27 de octubre
Dirección: Marilú Marini
Dramaturgia: Ariana Harwicz, Érica Rivas y Marilú Marini (adaptación de la novela homónima de Ariana Harwicz)
Intérprete: Érica Rivas
Diseño de Iluminación: Iván Gierasinchuk
Cía. ‘Matáte, amor’ (Argentina)

