El aprendiz errante

¡A lavarse los dientes!

¡No hay tiempo, No hay dinero y No tengo espacio! Esas son algunas de las frases que he escuchado más de una vez, sobre todo de los actores y actrices más jóvenes. Así que cuando les comentamos la necesidad de entrenar todos los días como algo “básico” y no como algo “excepcional”, resultamos una especie de marcianos raros, que aterrizan en el aquí y ahora del “difícil “ y complejo mundo de la “industria cultural”, con su astronave grotowskiana, barbiana o de quizás, una rara “secta teatral”.
Entiendo en parte esas exclamaciones, pero no las justifico. Stanislavski hace más de un siglo, ya hablaba de la importancia de entrenar y de cómo era una práctica de bailarines y músicos, olvidada por los actores.
Hoy, por lo menos en esta parte de mundo, poco ha cambiado.
¿Los tiempos de producción, las necesidades económicas y/o organizativas empujan para que los tiempos de ensayos sean cada vez más reducidos? No lo creo. Creo en que se trata de “defender” unas prácticas necesarias para el trabajo del actor sobre sí mismo.
Yo tuve la suerte de nacer como actor en Italia a final de los 90´s donde era bastante fácil tropezar con algún maestro, actor o director que estuvo en aquello que fue definido en Italia, “ i gruppi di base”, que inspirados por Grotowski, Barba o por los grupos de teatro latinoamericanos, hacían del entrenamiento un proceso de crecimiento y de construcción de identidad del propio quehacer teatral.
Vengo de esa cultura del entrenamiento en la que el actor-bailarín invierte, ocupa, dedica un tiempo de su vida en “lavarse los dientes” todos los días, así como Grotowski definió, una vez, el entrenamiento.
Proteger el entrenamiento se vuelve entonces una necesidad de defender una parte de la teatralidad, del quehacer teatral, de algo “esencial” de nuestra profesión.
Tú te lavas los dientes no para ir a una bonita cena, te lavas los dientes y punto: todos los días.
El entrenamiento enfoca al actor sobre el trabajo de sí mismo, sobre el trabajo del cuerpo, voz, texto cantado o hablado, la relación con los otros, el espacio, el tiempo y los objetos. En lo que definimos como su instrumento de trabajo.
Así como el músico, el bailarín, o el actor-bailarín de teatro clásico de oriente, en las practicas del entrenamiento están las semillas de lo que será el trabajo creativo.
Llegar a los ensayos con esos “cuerpos” aptos, listos, disponibles, no solo favorece tu trabajo como actor/actriz, sino también el del equipo y del director que se relaciona con actores capaces de reaccionar, dispuestos a responder con acciones físicas y vocales, que ofrecen propuestas, o que reaccionan a los estímulos del dramaturgo o del director.
Los ensayos entonces son más eficaces y productivos, porque las partes involucradas se entienden en “acción”, porque reconocen la práctica diaria como una herramienta para construir posibilidades.
Así que ese tiempo vuelve a nosotros. En la música es muy claro, si has practicado y ensayado esas escalas, a la hora de componer no piensas en ellas.
En la danza, tu cuerpo podrá responder ¿Y en el teatro? Lo mismo. Tu cuerpo/voz/mente estará listo para reaccionar.
Entonces, en esa maravillosa cena de gala, que será el espacio escénico, gozarás de todos los sabores con tus dientes sanos.
¡A lavarse los dientes!

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