Sud Aca Opina

Ad portas

Estoy ad portas de un viaje, me fascina viajar, salir de mi metro cuadrado de confort para recibir las enseñanzas de lo nuevo y por sobre todo, de lo inesperado.

Ni siquiera valiéndose de los medios contemporáneos como el Google Earth que nos permite ir de manera virtual a casi cualquier lugar del mundo, pasando por las reservas on line, nada, nada podrá evitar encontrarnos en algún momento con lo inesperado, y que bueno que así sea para no perder nuestra capacidad de improvisar. Y quedaron atrás los planos en papel o el tener que llevar mucho dinero en efectivo. Con la tecnología de las aplicaciones capaces de usar geo referencia y el dinero plástico, ya no es necesario estresarse tanto.

Pero afortunadamente, por más que se planifique un viaje con todo el tiempo del mundo, siempre existirán variables imposibles de controlar. Una reserva anulada, las cada vez más frecuentes huelgas de trabajadores de los diferentes servicios implicados en el turismo, obligará a encontrar la solución no siempre fácil. Improvisar con buena disposición es la clave salvadora para no terminar en una catástrofe.

Las consecuencias de lo imprevisible pueden tener un resultado nefasto o ser una de las experiencias más enriquecedoras de nuestras vidas. Todo es cuestión de actitud.

Cuando en el año 2010 la erupción de un estratovolcán Islandés obligó a cerrar el espacio aéreo europeo por lo corrosivo de las cenizas en suspensión para los motores de los aviones y ninguna compañía aérea se arriesgaba volar por saber que los seguros no cubrirían una avería mecánica, me tocó presenciar en el terminal aéreo de mi ciudad a personas descontroladas por no poder volver a sus países de origen según lo planificado. Incluso insultaban al pobre funcionario de la aerolínea cuando este les informaba sobre la incertidumbre de cuando se re establecería el tráfico aéreo normal. Otros en cambio, los menos, aprovecharon la adversidad e hicieron efectivos sus respectivos seguros de viaje para disfrutar un poco más de la experiencia fuera de sus respectivos metros cuadrados de confort. Esa es la actitud.

De adolescentes no existía internet ni la inmediatez que esta provee, por lo que el ritmo de la vida era más lento, brindando la posibilidad de disfrutarla a plenitud. Hoy sin embargo lo queremos todo para ayer porque si lo tenemos hoy, ya estamos atrasados.

Un buen ejemplo de esto son las fotografías.

Antes las fotografías se lograban porque la luz desataba una reacción química en un rollo de película, el cual había que mandar a desarrollar y ampliar las fotografías. Los rollos más comunes eran de solo 36 fotografías y una vez terminado, se debía esperar un tiempo considerable para ver el resultado de lo que nuestro ojo había captado. Se tomaba mucho más tiempo antes de apretar el botón para no desperdiciar la toma. Ahora en cambio, con la tecnología digital de los pixeles, son pocos los que gastan más de 1 segundo antes de apretar el botón. Prefieren sacar muchas fotos para luego eliminar algunas.

Cada uno tendrá su opinión de cuales fotografías pueden tener más carga emocional.

Yo por mi parte, creo que al observar algo por un tiempo prolongado, se visualizan cada vez más y más detalles que van enriqueciendo la vista.

Estoy ad portas de un viaje y dudo si llevar mi antigua cámara que aún conservo o solo llevar el teléfono como todo el mundo.

Seguramente va a ganar el telegfono, total si me perdí de algo, siempre estará la posibilidad de Google Earth, aunque este no entregue las sensaciones de temperatura, olores, sonidos, de la vivencia real. Aunque la fotografía antigua tampoco lo hace, al menos se estaba más tiempo viviendo la experiencia.

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