Y no es coña

Agradecido y concienciado

Muchas veces me he definido como una contradicción con patas debido a que, como todo aquel que lleva tantos quinquenios escribiendo sobre temas de política, de política cultural, haciendo críticas o proponiendo cualquier asunto, vamos amoldando nuestras opiniones a las circunstancias, a los cambios que se producen de manera estructural, en análisis aplicando la lógica de lo que existe es necesario y otras palancas seudo filosóficas. Probablemente todo resida en cambios en el sistema linfático, apreciaciones de la realidad desde distintos puntos de vista, oportunismo o procesos involutivos o de acercamiento o de distanciamiento.

Por eso el pasado lunes detecté en mi mismidad un cúmulo de sensaciones fuera de lo común y debo empezar por el principio para que pueda explicarme. Soy socio de la Academia de las Artes Escénicas de España desde hace varios años. Entré tras una queja, un pequeño debate y el consejo de varios de los fundadores. En mi primera época participé de una manera activa en diferentes grupos de trabajo, acudía a las asamblea y un largo etcétera. Era un lugar de encuentro, si no tanto con la vida societaria, sí con viejos amigos. Pero un día se celebraron elecciones y triunfó una candidatura que hizo presidente a Jesús Cimarro.

Por motivos que se remontan a los primeros 80 del siglo pasado, me fui apartando del día a día. Un tuit sobre una foto tras una asamblea, solicitando revisión de un número de socios mínimo, un quorum, para validar una asamblea (se hacían con muy poco participación) sirvió para que se me mandara un aviso de expediente y sanción. Lo tramitó Mariano de Paco en nombre de la presidencia. Acabó en nada, pero fue una advertencia.

Pero mi distancia se fue haciendo mayor con la vida de la AAEE, no he ido nunca más a las reuniones de las secciones en las que estoy apuntado, no he asistido a ninguna asamblea. Y hubo nuevas elecciones y llegó la actual dirección y de repente se resucitó un tema que tiene mucha enjundia: crear unos premios. Y se hicieron los Premios Talía. Desde mis medios de expresión me posicioné en contra porque creía (y creo) por un lado que iban directamente en contra de los Premios Max, que están consolidados y que tienen algunos defectos graves y además en su primera gala tenían una estética televisiva, de glamur y transmitían un mensaje que, a mi entender, chocaban con la realidad de la inmensa mayoría de quienes en verdad crean, producen obras de teatro o danza o circo en España.

Se da la circunstancia que en este grupo directivo hay personas con las que a lo largo de mi vida profesional hemos colaborado, ideado, soñado asuntos diversos sobre las Artes Escénicas, por lo que, en reuniones informales, siempre fuera del ámbito oficial de la Academia me solicitaban que volviera a participar en la medida que mi salud me lo permitiera y yo, por cabezonería y también porque veía datos objetivos para mantener la postura crítica, me mantuve alejado. Introduzco una circunstancia poco conocida, unos Premios Max fueron votados única y exclusivamente por los miembros de la Academia. No fue admisible el resultado tan marcadamente tendencioso en algunos premios.

Hay que recordar, una vez más, que la implantación de la Academia de España es muy irregular en el territorio estatal. Eso significa que haya, evidentemente, un desequilibrio territorial manifiesto. Andalucía tiene una Academia propia muy activa, con sus propios premios. Catalunya no tiene casi representación. Euskadi con sordina. El grueso de socios es desde los inicios de Madrid y de la Comunitat Valenciana. Ahora hay más participantes de otras comunidades, pero el peso recae en lo señalado.

De la segunda edición tengo pocos recuerdos, solamente que pasé olímpicamente, sentí que no me concernía. Y en la tercera, la que se celebró el pasado lunes, se produjo un desajuste emocional, una reconversión que probablemente tenga que ver con una reconciliación. Resultó que, en el rubro de Estudios y Difusión, aparecía la Librería Yorick como finalista. Se da la circunstancia de que soy administrador único de la sociedad, por lo que me sentía aludido. De entrada, pensé que era algo extraño, que íbamos a hacer bulto. Además, no va bien la librería, estamos en conversaciones con varias entidades y personas para ver de solucionar el grave problema de gestión en el que está sumida. Y como además estaba convaleciente de una operación, en una situación compleja, me inhibí. Empecé a recibir menajes en mi correo personal y los firmaban dos personas a las que he visto crecer desde jóvenes y que en un periodo de nuestras vidas fuimos familia política, por lo que les presté más atención. Me solicitaron un material que no supe enviar, me convocaron a un encuentro de finalistas a los que no fui, no pensaba ir a la Gala por miles de razones. Pero una conversación amable, me hizo reconsiderar mi postura numantina y decidí ir. Me hicieron todos los trámites, así que llegué totalmente convencido de que era un figurante.

Y resultó que nos dieron el Talía y que noté que a muchos académicos y no académicos les pareció adecuada la concesión, y vi caras risueñas cuando recogí la estatuilla, y eché en falta otras, pero al final, debo confesar que mi tendencia al enrocamiento se derrumbó en unos instantes. Recibí unas complicidades que me alegraron mucho. Hice bien en ir, en recibirlo, en desbloquear mi postura y prometo que intentaré colaborar más con la vida de la AAEE, pero mantendré mi reflexión sobre los premios teatrales, todos, su influencia real en el mercado, su capacidad de ser inclusivos y un largo etcétera.

Sí que reitero mis palabras, muchas gracias a la Academia, a las académicas y académicos que nos propusieron y quienes nos votaron. Vamos a ver si este reconocimiento ayuda a salvar a la Librería Yorick del desgaste que sufre y que puede derivar en su cierre definitivo en breve si no encontramos otras soluciones de traspaso.

Por cierto, he cubierto como informador casi todos los Premios Max y en otros muchos premios como jurado, era la primera vez que estaba en la otra orilla, pero convencido de que era imposible ganar, lo que me hizo no estar nervioso.

Recuerdo cuando con Ricard Salvat en 1975 hicimos un homenaje en L’Hospitalet de Llobregat a Luis García Berlanga y en el discurso dijo algo que quiero resaltar: los homenajes siempre a los vivos. Pues eso.


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