Críticas de espectáculos

Auto/Ernesto Caballero

Una verdadera mentira
Obra: Auto
Autor: Ernesto Caballero
Intérpretes: Carmen Machi, Vicente Diez, Marisol Rolandi, Eva Santolaria
Escenografía: Jose Luis Raymond
Vestuario: Sol Curiel
Iluminación: Txabi Pastorius
Dirección: Ernesto Caballero
Producción: Teatro El Cruce, S.L.
Arriaga Antzokia –Bilbao- 24-02-07
Un lugar idílico para el ocio y el descanso de las clases medias convertido en un territorio recargado de misterios, aventuras y otras circunstancias que colocan a un matrimonio con hermana de ella y una jovencita ávida de experiencias que le proporcionen sensaciones fuera de su acomodado mundo pequeño burgués en un espacio y un tiempo para narrarnos una historia que parece una sucesión de mentiras verdaderas que acaban convirtiéndose en una verdadera mentira.
Si aparentemente parece que los cuatro personajes están esperando el momento de declarar para ponerse de acuerdo en un accidente de coche, al final nos queda la duda si están esperando no para un juicio, sino para el juicio final, porque la incertidumbre se nos va dosificando y no sabemos si está muertos. El realismo se cruza con el terror fantástico. Los personajes van de la concreción al desvarío, la situación es única, y la escenografía parece en construcción, es decir estamos frente a una rareza, pero los personajes son identificables, la situación, es comprensible, el lenguaje empleado absolutamente cotidiano, cercano y de perfil populista, y todo ello, sin alardes, van tejiendo un manto de intenciones y de lecturas que se agrandan y resumen un mundo más imaginado que tangible.
¿Es precisamente lo inverosímil lo que atrae o por el contrario se trata de una identificación pasiva con los personajes? ¿Se puede dar en un espacio tan reducido una infidelidad entre cuñados, un robo, un alivio de la cornuda, una joven que se prostituye por afición, un posible crimen? ¿Y todo haciéndonos reír? Pues, esto es lo que hay, lo que parece suceder. Los ingredientes son un texto eficaz y un buen reparto donde Carmen Machi vuelve a dejar constancia de su calidad interpretativa y a partir de ese puntal, el resto funciona a la perfección. Al acabar nos damos cuenta de que hemos estado metidos en una historia delirante que nos retrata. O no.
Carlos Gil

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