Mirada de Zebra

Breve cronología de la teoría teatral (2): Del Renacimiento al siglo XX

Tras la escasez de textos teóricos sobre teatro de la Edad Media, en el Renacimiento acontece un florecimiento gracias, sobre todo, a actores que reflexionan sobre su oficio escribiendo.

En Italia destaca el actor, autor y director de origen judeo-italiano Leone de´ Sommi (1525-1590) quien escribió la obra “Cuatro diálogos en materia de representación escénica” (1568), uno de los primeros y más importantes documentos teóricos sobre la representación escénica. Se trata de un texto con espíritu de manual, pero escrito en forma de diálogo, con clara inspiración en los diálogos de Platón, y donde Sommi plantea su visión sobre la dirección, interpretación y ejecución escénica.

En el mismo siglo XVII, pero en Francia, el actor y dramaturgo Molière (1622-1673) escribió “La improvisación de Versalles” (1663), una obra de teatro donde trata de responder a quienes criticaban su teatro y expone, en primera persona, a través del personaje que lleva su mismo nombre, sus propias ideas artísticas, particularmente sobre el oficio de la interpretación.

Del siglo XVIII son los textos teóricos de la saga de los Riccoboni. Luigi Riccoboni (1675-1753), actor y dramaturgo en una compañía de Commedia dell´arte, realizó una labor encomiable como escritor-historiador con obras como Historia del teatro italiano (1728). Su hijo, François-Antoine Riccoboni (1707-1772), también actor de Commedia dell´arte, escribió “L´Art du Thêatre” [El arte del teatro] (1750), con un formato más diáfano de ensayo que el de su progenitor, y donde desgrana su perspectiva del arte del teatro en todos sus estratos, pero haciendo especial énfasis en la técnica interpretativa.

De la misma época es el actor británico David Garrick (1717-1779), quien probablemente escribió uno de los textos más importantes sobre el arte de la interpretación del siglo XVIII: An essay on acting: in which will be consider’d the mimical behaviour of a certain fashionable faulty actor… To which will be added, a short criticism on his acting Macbeth [Un ensayo sobre la actuación: donde se considerará el comportamiento de cierto actor fallido de moda… Al cual se añade una breve crítica sobre su interpretación de Macbeth] (1744). Un título largo para un librito corto de menos de 40 páginas donde Garrick defiende la naturalidad de la interpretación frente a las poses y el recitado melódico habitual en los actores de la época.

En la intersección del siglo XVIII y XIX, se encuentra también otro gran actor, François-Joseph Talma (1763-1826), que desarrolló la mayor parte de su carrera en Francia vinculado a la Comédie-Française. Talma publicó el ensayo “Réflexions de Talma sur Lekain et l’art théâtral” [Reflexiones de Talma sobre Lekain y el arte teatral] (1825), donde rechaza el uso de la declamación artificiosa tan en boga en su tiempo, y aboga por un habla que remede la naturaleza humana.

Mijail Semiónovic Shchépkin (1788-1863) fue otro actor-ensayista y figura clave en el asentamiento del teatro naturalista ruso. Su texto “Memorias de un actor siervo” (1836) influyó notablemente en posteriores artistas escénicos rusos, particularmente en Stanislavski, quien lo citó repetidamente en sus propios ensayos.

De lo expuesto hasta ahora, se evidencia que una parte relevante de la teoría teatral desde el Renacimiento pertenece a actores que escriben sus reflexiones sobre el arte escénico, tal y como apuntaba al principio. Es decir, hay una parte esencial de lo que podemos llamar ensayos o tratados teatrales que surgen, no desde una inquietud académica o filosófica, sino desde la necesidad de plasmar una determinada visión de la escena que nace y se construye desde la propia práctica.

Antes de llegar al siglo XX, y como excepción a esta secuencia de actores que reflexionan sobre el oficio escribiendo, es pertinente citar otro de los grandes ensayos sobre el arte escénico del siglo XIX: “La obra de arte del futuro” (1849) de alemán Richard Wagner. En él Wagner aboga por una obra de arte total, donde cada disciplina artística presente en la escena (drama, música, danza, poesía, arquitectura, escultura o pintura) debe aportar a la globalidad del espectáculo, sin con ello desprenderse de su particular identidad expresiva. En cierto sentido, Wagner anticipa lo que será una constante de los ensayos teóricos del siglo XX: con el alza de la figura de la dirección de escena, una gran mayoría de ellos serán escritos por directores/as y creadores/as escénicos/as.


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