Y no es coña

Cancelación, extinción, anulación

Es oficial: estamos en otoño. No es oficial: estamos en un punto muerto de todo desarrollo, estabilidad, proyectos estructurados, evolución y acomodamiento de reglamentos e iniciativas a los nuevos tiempos sociales, políticos, económicos y culturales. Este es un gravísimo problema. No el único. La llegada de manera extravagante de equipos de gobierno de la extrema derecha bicéfala a ayuntamientos y comunidades autónomas nos sitúa ante unos retrocesos evidentes en cuanto a presupuestos, objetivos, libertades y poniendo en práctica políticas de cancelación de obras ya programadas, una práctica que instaura sin pudor la censura, aunque se disfrace con cuestiones presupuestarias, la gran falacia, la gran mentira, la gran excusa para mantener esa censura tibia, silenciosa, que se ha estado practicando sin cesar con muchos matices.

Establecido este campo operativo macro, lo terrible es cuando nos ponemos a pasar lista de las acciones micro, más concretas, focalizadas en pequeñas localidades o en consejerías de cultura de autonomías y es ahí donde se aventuran las situaciones más comprometidas. Y debo introducir una contradicción porque es posible que en algunas comunidades con el nombramiento de ciertos responsables, en el campo de las artes escénicas se logre hasta avanzar o, al menos, establecer un organigrama efectivo que ayude a estabilizar algunas de las acciones ya existentes y ampliarlas o hacerlas más operativas en cuanto a estructura productiva y presupuestaria.

Porque es evidente que la cancelación de actuaciones se han producido en los últimos meses en lugares con gestión de la extrema derecha bicéfala, pero la abstinencia, desorden, continuismo y desafecto real del INAEM, en manos el PSOE, forma parte ya de lo más terrible que se ha producido nunca. Por poner ejemplos directos: en pocos años, dos directores generales y tres subdirectores de Teatro. No hace falta ser un lumbreras para entender que es un desastre, que ha habido dimisiones por angustia e impotencia, que al equipo directivo les gusta las fotos, lo superficial, el ir tirando, pero es una gestión rozando la negligencia. Es cansino insistir, pero parece que quieren llevar a la desaparición de eta institución que yo cuestiono desde hace décadas, pero que dejarla morir sin alternativa es indecente.

En estos días lo más inquietante es conocer que se están anunciando la desaparición de festivales, encuentros, programaciones, algunos de ellos de una larga trayectoria y con unos objetivos de una importancia superior a cualquier coyuntura. Comprobar como compañías de primera línea, hasta con premios nacionales, están sufriendo para mantener su estructura, que se colocan casi al borde de la extinción, no ayuda al optimismo. Ver en Madrid programaciones en teatros oficiales con una profusión de monólogos, con grandes espectáculos internacionales programados tres días solamente, ver como en todas las esquinas se anuncian talleres, las salas pequeñas agotando todas las posibilidades y siendo tan dependientes que asusta, viendo como la nómina de dramaturgas, directoras, actrices, actores, escenógrafos se repite y la inmensa mayoría malviven casi fuera de la profesionalidad absoluta, solamente sirve para intentar gritar un poco más fuerte proclamando la necesidad de cambiar ya de una vez por todas con el sistema educativo, productivo y de exhibición existente. Pensar hoy, sin esa petulancia de los porcentajes de ocupación, mercantilizando todo, para colocar las Artes Escénicas en el campo de la Cultura, en lo necesario, identitario, lo que sirve no solamente para el entretenimiento, sino para la consolidación de una mirada al mundo, un disfrute colectivo de la belleza, la transmisión de conocimiento, pensamiento más allá de lo tangencial.

Termino dejándome mucho sin señalar, no pongo nombres ni apellidos, pero se vienen tiempos difíciles para proyectos que no están acabados, sino que son necesarios, aunque la incapacidad de políticos y gestores no lo sepan detectar. Estamos en una cadena maldita donde se mezclan arbitrariamente cancelaciones, extinciones y anulaciones que se van a ir produciendo sin tener algo que las sustituya de manera clara y argumentada. A veces se detecta un ideología represiva y anacrónica que impulsa ciertas decisiones. En muchas es simple ignorancia. Una ignorancia dolosa.

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Un comentario

  1. COMO TU BIEN DICES HAY QUE «gritar un poco más fuerte proclamando la necesidad de cambiar ya de una vez por todas con el sistema educativo, productivo y de exhibición existente» PERO ESTO ESTÁ EN MANOS DE LA GENERACIÓN QUE ESTÁ EN EL PODER, NO EN MANOS DE LOS CRÍTICOS QUE SON LOS QUE TIENEN CAPACIDAD DE ANALIZAR EL PROBLEMA. ÁNIMOS.

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