Un cerebro compartido

Teatro, lenguaje, neurociencia

El teatro es una de las formas más antiguas de expresión artística, donde el lenguaje juega un papel fundamental, pero ni fue la primera herramienta expresiva ni en el teatro contemporáneo es la más importante. Se dice, que desde los tiempos de los griegos hasta las modernas producciones teatrales, el lenguaje es el vehículo a través del cual se transmiten ideas, emociones y experiencias, y no falta razón en ese decir, pero se está reduciendo el abanico de recursos escénicos a palabras y esta idea queda lejos de la concepción contemporánea de teatro en el que el mismo texto puede ser significante sin un significado expreso. En este panorama, ¿qué aportan las neurociencias sobre el lenguaje, sea el que sea, en el teatro?

Por un lado, hay que entender que la comprensión del lenguaje está intrínsecamente ligada a la respuesta emocional generada en el cerebro. La neurociencia del lenguaje revela que se implican neurotransmisores como la serotonina, clave en la regulación del estado de ánimo o la dopamina importante en el aprendizaje y la toma de decisiones. Cuando se escucha una obra desde la butaca, el cerebro no sólo procesa su significado literal, sino que también activa regiones asociadas con nuestras propias experiencias, emociones y memorias. Esto significa que el lenguaje en el teatro comunica información además de provocar respuestas emocionales profundas en el público.

Uno de los aspectos que definen este arte, es su capacidad para transportar al espectador a mundos imaginarios y hacer que experimente emociones y, si bien en estos artículos me empeño en destacar la importancia de todo lo que rodea a la palabra para conseguirlo, pocas veces he hablado precisamente del lenguaje. Las palabras cuidadosamente elegidas por los dramaturgos, los diálogos entre personajes y los monólogos tienen el potencial de conmover, inspirar, provocar la risa o las lágrimas en el público. Y hay ocasiones, lo reconozco, que el texto es suficiente para conseguirlo. Pienso en castellano y en varios autores, pero en especial en Lorca, Calderón y Valle-Inclán. Además, el lenguaje en el teatro también desempeña un papel crucial en la construcción de la identidad de los personajes y en el desarrollo de la trama. Hace poco cayó en mis manos un libro particular, “Readers Theatre handbook”, como reza el subtítulo, una aproximación dramática a la literatura. Escrito por Leslie Cogner y Melvin White, se trata de un volumen que estudia el teatro leído, producciones teatrales normales pero con los intérpretes leyendo lo que en teoría deberían memorizar. Básicamente se trata de un medio por el que los intérpretes leen sus líneas provocando en la audiencia una nueva experiencia de percibir la literatura. Inciden en los cambios de tono, el ritmo y el estilo del lenguaje que indican el estado emocional de un personaje, su trasfondo cultural o su evolución a lo largo de la historia. El objetivo, es informar no sólo sobre lo que está sucediendo en el escenario, sino enriquecer la experiencia teatral al proporcionar una mayor profundidad y complejidad a los personajes y a la trama, repito, sólo con el lenguaje. Nunca he asistido a este tipo de representaciones (que no son lecturas dramatizadas sino dramaturgias leídas) así que no puedo opinar sobre su recepción. El caso es que me resulta curioso hasta qué punto el lenguaje puede hacerse prevalecer sobre las demás expresiones artísticas.

Desde una perspectiva neurocientífica, el lenguaje en el teatro también tiene un impacto significativo en la cognición y la percepción del público. Hay estudios que han demostrado que la exposición regular al lenguaje artístico, como el que se encuentra en el teatro, puede mejorar la capacidad de atención, la empatía. Por ejemplo, en 2006, Raymond A. Mar, asociado en la Universidad de York en Canadá, llevó a cabo investigaciones sobre la relación entre la exposición a la ficción y el desarrollo cognitivo y emocional. En su estudio «Explorations in narrative psychology: Connecting fiction and reality», examina cómo la exposición a la ficción narrativa puede influir en la empatía. y la teoría de la mente. La teoría de la mente se refiere a la capacidad de comprender los pensamientos, deseos y creencias de otras personas, y está estrechamente relacionada con la empatía. Los hallazgos de Mar sugieren que la exposición regular a la ficción narrativa, como la que se encuentra en el teatro, puede mejorar la capacidad de los individuos para entender las experiencias y emociones de los demás, lo que a su vez puede llevar a un aumento en la empatía.

Hay, por tanto, evidencias de que la exposición regular al lenguaje teatral, moldean tanto la experiencia emocional, como la capacidad de atención y la empatía. El texto teatral, no sólo puede entretener, sino que tiene beneficios cognitivos y emocionales para aquellos que lo experimentan. No es, por tanto, muy aventurado, decir que el lenguaje en el teatro trasciende su función meramente comunicativa desempeñando un papel vital en la creación de conexiones emocionales, participando en el desarrollo de la trama y la mejora de la cognición y la percepción del público. Una vez más, puede afirmarse que el teatro, y en esta ocasión, la dramaturgia teatral, es una poderosa herramienta para explorar la complejidad de la mente humana y sus interacciones sociales. Tenemos que ir más al teatro y fijarnos en todo, hasta en el lenguaje.

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