Críticas de espectáculos

Carnicero español / L’Alakran (Trabajo Final del Taller de Crítica Teatral del Experimenta 4 Teatro)

El Recuerdo hecho Carne

Obra: “Carnicero Español”
Grupo: “L’Alakran”
Dirección: “Oskar Gómez Mata”
Intérpretes: Espe López, Pierre Mifsud, Oskar Gómez Mata.
Escenografía: Michel Favre
Fecha y Lugar: “TEATRO DEL RAYO”, Rosario, Argentina, Lunes 10 de Diciembre de 2001.

Un espacio ecléctico, ordenado y bizarro es no sólo la escenografía que albergará, durante poco más de una hora, al trío de maravillosos actores. Representa, además, la violencia, la inocencia perdida y añorada, la soledad, la carne y su consecuente deseo carnal. Basada en el talento de una terna actoral que representa lo tragicómico en su máxima expresión, la propuesta del Grupo “L’Alakran” cumple con creces con el objetivo de entretener al espectador hasta el punto de la carcajada, provocando sin embargo una intensa reacción en cadena que hará eclosión lanzando a ese mismo espectador a un análisis profundo acerca del egoísmo, la miseria y la soledad del ser. Delimitando claramente desde la puesta escenográfica y lumínica, el recinto destinado a los actores será una barrera infranqueable ante la posible invasión, involuntaria, del público. Así aclarado por ese patético y payasesco carnicero interpretado por un sólido Gómez Mata, el pacto quedará sellado elevando las escenas a un status cinematográfico. El ingreso a escena de López y Mifsud, resaltados por una intermitente banda sonora, implicará el comienzo de una función a la vez profunda y clownesca. Mifsud es el hijo de un carnicero que no es éste carnicero de la “pantalla”. Mifsud es, a la vez, el solitario personaje ensimismado en el recuerdo de una época tan perdida como idealizada. Mifsud es en medio de sus partidas temporales en tiempo y espacio, el integrante de un trío que bien podría ser pasional y amoroso, tópicos remarcados por el desenfreno y la relación de amor-odio entre el carnicero y aquella diva de manicomio. Pronto, la parodia humana comenzará a abandonar su status de tragicomedia en pantalla. Será en primer término el genial Mifsud el que, aterrado y acobardado, rompa el cerco infranqueable haciendo abandono de sala. A su turno, Gómez Mata, legalizará la ruptura anunciando su violación de la frontera. Su interacción con el público, su violentación de lo hasta entonces privado y seguro, no es sin embargo un mero Guiño al Café–Concert. Es, por el contrario, el ingreso de la miseria a ese espacio de supuesta pureza angelical: El público también está infectado de miserias, deseos carnales y soledades. Su invasión al espacio de gradas lo ratifica. Lentamente, y quizá en un defectuoso ralentamiento demasiado prolongado sobre el final de la obra, el nombre de Tita Merello se verá suplantado por el de un Pepe Biondi que significará nuevos recuerdos idealizados. Nuevas miserias. Nuevas soledades.

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