Y no es coña

Centro y periferia

Relato sucintamente las sensaciones de una semana marcada por las altas temperaturas y la bendita disparidad de propuestas escénicas que se han producido en los escenarios de mi residencial Madrid, con la circunstancialidad de empezarla con una nueva gala de los Premios Max, celebrada en mi querida Iruñea y en el Teatro Gayarre al que tantas veces he acudido a o largo de mi vida profesional. Rodeado de amigos en la sala de prensa que, en esta ocasión, además, estaba situada en el café Niza, una institución de la restauración pamplonesa, viví de nuevo esas sensaciones extrañas de ver como una parte de la profesión periodística celebra lo lugareño, enmudece ante premios que no entran dentro de su radar y los más veteranos establecemos discusiones absurdas cargadas de sarcasmo sobre la cantidad de premios que se llevaron las propuestas catalanas.

Dijéramos que los capitalinos tenemos un microclima teatral absorbente, que, desde los principios de estos Premios, cuando la votación era “universal”, es decir que te apuntabas por diferentes vías y votabas con la certificación notarial de los resultados, ya se comentaba que ganaban los catalanes porque eran, éramos, muy gregarios, defendíamos lo nuestro, existían consignas de voto y un largo etcétera de animadversiones más o menos ajustadas a cada percepción o frustración. No se olvide que la política creó una deplorable campaña anticatalanista que todavía tiene algunos rescoldos vivos.

Pues desde hace unos años, en los Max se sigue una sistema de diversos jurados, primero los territoriales que presentan propuestas de cada región, para entendernos, que proporcionan candidaturas de unos docena más o menos por rubro. De ahí, otro jurado hace una selección para elegir los finalistas y posteriormente, otro jurado diferente elije a los ganadores. Es decir, no hay acumulación, en el jurado final de este año con notables mujeres de la actual primera línea en diferentes segmentos de la creación teatral, no había un peso catalán para nada. Es decir, eligieron según sus criterios, en libertad y como en todos los premios, existe una injusticia estructural, gana uno, pero los otros dos o tres que quedan, podrían haber ganado. Este es otro tema.

Así que esta lucha sempiterna entre el centro y las periferias es un motivo de debate, de inspiración y cuando lo separamos de lo estrictamente político, recordando que en todas las comunidades se produce el mismo efecto que consagra un centralismo propio y muchas periferias, y estoy hablando de Barcelona, Sevilla, Valladolid, Zaragoza y podríamos seguir, como idea previa para hacer un espectáculo sucedió en “Wabi Sabi” un espectáculo enmarcado en el Festival de Danza de Madrid, pero que está más cercano a una experiencia de teatro físico, con una dramaturgia que nos pareció confusa pero que cargada de trampas para el espectador, logra una atención primaria, lo que sucede en escena está cargado de una violencia física inusitada de los tres actores-bailarines, y hasta que no aparece la mujer, Eva Alonso, no encontramos poética dancística identificable, contrapeso a lo visto durante tres cuartos de hora. Se pueden hacer muchas interpretaciones sobre lo que entiende este equipo de creadores de dónde está el centro y la periferia en la sociedad, en las relaciones humanas, el escenario o incluso, en el amor.

En el mismo Festival pudimos disfrutar de “Vlaemsch (Chez moi)”, una creación del magnífico coreógrafo flamenco-marroquí Sidi Larbi Cherkaoui, que nos propone un espectáculo exigente para los espectadores ya que en una suerte de reivindicación de su propio mestizaje cultural, vindicando lo flamenco desde una estética que se ejecuta desde un viaje a la memoria colectiva, incluso mítica, de una manera de ser de unos habitantes de una parte del mundo, pero siempre trufado de un uso de lo tradicional desde una mirada contemporánea, pero esas músicas que nos conducen a tiempos remotos, a incidencias desconocidas nos colocan en un plano demasiado etéreo, mientras el equipo de bailarines utilizan todos los resortes de una escuela sin prejuicios, libre, encadenando historias que se abren y se cierran constantemente. Es un bello espectáculo, muy difícil de abrazar en su integridad, pero de una calidad innegable.

Y así pasan los días, con sustos personales, profesionales y generales. Las bombas americanas en Irán no presagian nada bueno. El ambiente político general en España cuesta sumirlo sin entrar en una crisis existencial, las circunstancias en las que se desarrolla la vida de Artezblai van a deparar sorpresas o decisiones inmediatas. Desde el centro o desde la periferia de uno mismo, de un proyecto, de una visión del mundo.
Seguiremos acudiendo a los teatros por si acaso encontramos una luz que nos oriente en estos páramos en los que nos movemos con el GPS dislocado.


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