Incendiaria en combustión

Círculo de cenizas

Al abrir la carta, las cenizas del año estaban allí. Al vaciar el interior de la carta, las cenizas se esparcieron a mi alrededor con la esperanza de que renazca en los próximos meses. Al mirar en el interior descubro que, junto con las cenizas, alguien que conoce esta atracción por la combustión –algo que al final no es más que un síntoma de vida- ha incluido una imagen: la de Shiva, el dios que danza.

Shiva como dios de la destrucción, del fin de las cosas y de su reinicio, es también el dios de lo efímero, del teatro y de la danza. La mitología cuenta que baila desnudo en los crematorios cubriéndose con la ceniza de los muertos. «Shiva no destruye los cielos y la tierra al final de cada ciclo del mundo sino las corrientes que aprisionan el alma de cada uno de nosotros. Los crematorios no son los verdaderos locales de su danza, sino el corazón de todos los que se sienten desolados y cansados», me escribe en la parte de atrás de la imagen refiriéndose al libro «The Dancing God», de Projesh Banerji. Y me quedo mirando alrededor, con todas esas cenizas sobre las que no tiene sentido llorar sino construir.

Hace unas semanas para una entrevista me preguntaban qué consideraba que se había conseguido en el teatro gallego en los últimos diez años. No sé si influenciada por el demonio de la ilusión que Shiva controla bajo sus pies o por una necesidad de no desilusionarse la respuesta fue en positivo: una Escuela Superior de Arte Dramático, la puesta en marcha de un Centro Coreográfico Galego, la aparición de colectivo organizado de profesionales de la danza, el desarrollo notable de proyectos de nuevo circo, la aparición de creadoras y creadoras que dan pruebas de su trabajo y de su talento con reconocimientos y presencia en festivales dentro y fuera de Galicia… Pero poco a poco la ilusión se desvanecía al pensar en la desaparición de salas de exhibición, la no celebración de la Feira Galega de Artes Escénicas en este 2012, el cierre de compañías y la resistencia in extremis de otras, la desaparición de festivales, la drástica reducción presupuestaria para cultura y artes escénicas, la desarticulación de la programación y distribución, la sucesión de protestas y reivindicaciones caídas en saco roto ante una escasa voluntad política o la construcción de la Ciudad de la Cultura, ese absurdo… Construcciones y desapariciones. Así hasta la desaparición propia a fuerza de desilusiones. Todo cenizas sobre las que tal vez pueda danzar Shiva hasta hacerlas reavivar.

Este 2013 parece nacer en medio de un círculo de cenizas sobre las que se colocan discursos cada vez más asentados de una independencia que parece eximir a la administración pública para pasar a depender de la empresa privada con sus intereses privados. Una «endependencia» peligrosa que defienden aquellos que no parecen renunciar a cuantías importantes de la res pública para la distribución de sus productos.

Ojalá este 2013 resurja de las cenizas de 2012 y a lo largo de los doce meses consigamos practicar la ‘i’ y no la ‘e’: la independencia en lugar de la «endependencia», la ilusión en lugar de la elusión y así, con todas las combinaciones posibles. Es solo un deseo más para introducir en el sobre abierto al principio de esta columna.

Al ver alrededor, es curioso como comienzan a arder las cenizas. Como si lo único que de ellas pudiese salir fuese vida.

Feliz 2013. Feliz año Roberto Vidal Bolaño.

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