Reportajes y crónicas

Clausura del 61 Festival de Teatro Clásico de Mérida

Premios Ceres: Una gala para Marujas 

Todo lo contrario que el año pasado, el Festival de este año ha dado un paso atrás cualitativamente y cuantitativamente. Su programación no ha logrado elevar la calidad en la mayoría de sus espectáculos y ha tenido menos asistencia de público (sólo dos producciones consiguieron parcialmente llenos absolutos). A medias, las propuestas artísticas han seguido con el resabio de producir espectáculos comerciales, que no han funcionado bien por estar pensados no para una representación apropiada en el Teatro Romano sino para la explotación de representaciones en giras. Y un hecho igualmente penoso ha sido la eliminación de la internacionalidad, que el pasado año se había recuperado con la participación de una excelente compañía griega.

Lo mejor han sido las propuestas artísticas de los extremeños que -orientadas con objetivos y fundamentos que valoran el hecho dramático grecolatino- nuevamente, con menor presupuesto, han superado a otros montajes foráneos (propuestas del director Cimarro), demostrando por tercer año consecutivo que conocen muy bien las posibilidades artísticas del espacio romano. Esta vez, han triunfado en la comedia, con «Hércules» de Rodetacón Teatro (Don Benito), y en la tragedia, con «El cerco de Numancia» de Verbo Producciones (Mérida).

La clausura de los Premios Ceres, ese invento de Cimarro tenido como la actividad cultural más prominente del anterior gobierno del PP, en esta edición sigue siendo un despropósito. Algo que ya ha supuesto cuatro años de derroche con ecos de protestas, tanto de artistas como de colectivos sociales. Todo por un espectáculo mediocre para lo que cuesta (725.000 euros), que han repetido en su estructura artística los organizadores. Una gala que, además, ni siquiera han procurado cambiar ante el nuevo gobierno que había permitido su continuidad este año. Cuestión que debían haber tenido en cuenta considerando que el PSOE la había rechazado en la oposición, tachándola de «vergüenza indecente» por el excesivo gasto, y porque se trata de un acto de propaganda en un escenario de televisión, pagado por el contribuyente, que «no añade nada ni a la cultura extremeña y española» (Santos Jorna, portavoz socialista de la Asamblea, en Europapress, 23-8-2013)

Esta controvertida gala que califiqué en su primer año como una «ceremonia de escaparatismo necio en tiempo de crisis» no se ha digerido bien como autobombo de unos premios intrusos ni como política cultural «generosísima», a golpe de talonario en tiempo de crisis. Ha sido una actividad sostenida de forma recalcitrante por el anterior gobierno extremeño. Algo paradójico culturalmente para muchos artistas y público amante del teatro grecolatino que la consideran como una gala publicitaria engañosa con lo inexistente en la realidad agigantada en el embuste de su reflejo informativo, en la persistente estafa de esa jerga suntuosa y grotesca de hacer ruido. Y una actividad trasnochada (con ridícula alfombra naranja para la entrada de artistas y autoridades) que en momentos de recortes y prioridades supone una mancha negra de la cultura en la región.

La gala ofrecida este año ha sido tan insulsa como las anteriores. Dirigida otra vez por Manuel Palacios ha consistido en una esbozada narración dedicada a la memoria y al futuro del teatro -poco convincente por el simplón argumento-, presentada por Carlos Sobera -al que vi esta vez más entonado y menos «sobón» dirigiéndose a las autoridades políticas- junto a algunos actores y actrices interpretando -con escaso juego escénico- personajes clásicos y entregando los galardones. Y con las plúmbeas dedicatorias y reivindicaciones de los premiados -entre ellas las de Carles Alfaro que se hizo un taco y no sabía lo que decía-, todo arropado por la actuación de dos cantantes y las proyecciones, efectos especiales, rayos laser, pantallas LED, casi todo visto otras veces -que también se da en espectáculos de luz y sonido de otros lugares con monumentos- pero que siempre resultan atractivos en el marco del Teatro Romano.

Para mí, lo más revelador de este año ha sido comprobar que los Premios Ceres se han convertido en un espectáculo para marujas. Lo digo por ese público mayoritario que asiste gratis a la gala seducido más que nada por la presencia de actores conocidos (del «famoseo»). Un público que en su 99% no conoce las obras premiadas y nada le importan (volví a hacer una encuesta), y que se pone de pie y aplaude emocionado -en el video de los artistas fallecidos- a Lina Morgan (la excelente cómica representante del teatro más banal que nunca participó en el Festival), homenajeada especialmente con el lema «agradecida y emocionada» que se convirtió en un leit motiv de los organizadores y premiados.

En fin, otro año donde el director del festival ha dado palos de ciego, incapaz de crear -a la medida de las verdaderas necesidades e intereses culturales de la región- esos espectáculos de inauguración y de clausura que ilustren el mundo grecolatino. Espectáculos que representen didácticamente y de forma inmanente la verdadera identidad del Festival (sin descartar la inclusión de premios a sus mejores obras y artistas participantes).

El crítico de esta revista, que ha asistido a todas las obras, valorando los mejores trabajos artísticos de esta 61 edición del Festival, cree que merecen una corona de hiedra y placa de bronce (sencillo reconocimiento que se otorgaba en los certámenes teatrales de las Grandes Dionisias griegas) los siguientes:

Mejor tragedia: «EL CERCO DE NUMANCIA», de Verbo Producciones

Mejor comedia: «HÉRCULES», de Rodetacón Teatro

Mejor Versión: FLORIAN RECIO (por «El cerco de Numancia»)

Mejor dirección: RICARD REGUANT (por «Hércules»)

Mejor actor: PEDRO MARI SÁNCHEZ (por «La asamblea de las mujeres», producción especial del Festival)

Mejor actriz: ANA BELÉN (por «Medea», de Pentación Espectáculos)

Mejor actor de reparto: JUAN CARLOS TIRADO (por «El cerco de Numancia»)

Mejor actriz de reparto: PACA VELARDIEZ (por «El cerco de Numancia»)

Mejor escenografía: DAMIAN GALÁN (por «El cerco de Numancia»)

Mejor vestuario: MAITE ÁLVAREZ (por «Hércules»)

Mejor maquillaje: JUAN PEDRO HERNÁNDEZ (por «Medea», de Pentación Espectáculos)

Mejor iluminación: FRANCISCO CORDERO (por «El cerco de Numancia»)

Mejor música: FERRÁN GONZÁLEZ (por «Hércules»)

Mejor coreografía: NURIA DE CÓRDOBA (por «Hércules»)

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