Y no es coña

Con dignidad

La situación económica es la que es, tanto en lo local, como en los autonómico, como en lo estatal y hasta en lo europeo. Las decisiones políticas, antes y durante esta crisis, deben analizarse a la luz de la realidad. Las consecuencias que la crisis va a tener en todo el ordenamiento de las Artes Escénicas es algo que deberemos ver, sufrir, intentar que sea lo menos lesivo posible, pero además de todo lo que sea política económica, gestión, deberemos seguir pensando en lo esencial: la creación, la producción como expresión tozuda de llamar al proceso de convertir una idea en un hecho teatral.

Quizás hablar desde este punto, desde la autoría, la dirección, la interpretación, con sus correspondientes ejecuciones de producción y exhibición, mirando sin restricciones, es decir admitiendo la multitud de variedades existentes y de probabilidades que las nuevas tecnologías y sus aplicaciones pueden influir, sea la mejor manera de hacer una política cultural, teatral, que mire hacia el futuro con los mínimos vicios adquiridos de la época anterior, a la que debemos dar como amortizada, en una de sus más amplias probabilidades de acción.

En muchas actividades humanas en donde todo no se puede pesar y medir con objetividad absoluta, en tiempos de crisis se acostumbra a volver a los orígenes, a los fundamentalismos, a buscar la esencia desde la que ir reconstruyendo un discurso de cohesión interno que a la vez se pueda convertir en mensaje externo para el reconocimiento. En estos asuntos de las artes performativas, del teatro, la danza, en especial, que viven en lo artístico un momento de gran efervescencia, rompiéndose casi todos los lindes entre unos y otros, admitiéndose todos los mestizajes, hay que volver a marcar el territorio de manera muy clara, para buscar una revalorización del Teatro y de la Danza, empezando por lo básico, apoyando lo existente, dándole salida a lo que llega, pero señalando también lo que no es, o está poco detallado en sus componentes como para admitir la denominación.

No se trata de prescindir de nada, sino de valorar cada cosa en su autenticidad. Por decirlo de alguna manera: acabar con el virus televisivo, el de audiencias rápidas, instantáneas, con productos baratos, sin que exista ni control de calidad ni de idoneidad. En las Artes Escénicas se necesita hacer el viaje de refundación de todo su entramado, desde valores culturales, éticos, artísticos, que conlleven dar cabida a todas las formas de producción existentes y las que se puedan imaginar, que empiece desde los centros de formación, muchos de ellos obsoletos, inerciales, perpetuando frustraciones e instalados en las doctrinas de principios del siglo pasado, pero en sus versiones más degeneradas, y que, por lógica, se deberá incardinar en una remodelación ideológica, económica, de uso, de los instrumentos ya existentes para la exhibición, que no solamente deben ser contenedores que esperan producciones ajenas, sino que deben involucrarse de manera activa en el recorrido del proceso, en la producción.

Todo esto no se hace de hoy para mañana; es obvio. Pero si queremos que el Teatro que circule por los teatros y salas de las redes estatales sean algo más que una colección de obritas comerciales de más o menos buena factura con repartos televisivos, si queremos que el Teatro y la Danza, funcione, se debe empezar casi de cero, se deben hacer campañas de impregnación, de conocimiento por parte de la sociedad, desde las guarderías hasta los clubes de jubilados o residencias de ancianos, y pensar mucho, no en el caso particular, personal, sino en lo que es bueno para el Teatro y la Danza en general.

La mercadotecnia del futuro en estos campos no puede ser el mismo que para una serie de televisión. Debe ser específica, fundacional, porque no existe nada igual hoy en la vida de los ciudadanos. Y se deben responder preguntas muy sencillas, ¿por qué se debe mantener la existencia de una profesión, de unas compañías, en base única y exclusivamente a las giras, al bolo a bolo? Con tantos teatros infrautilizados, ¿no es el momento del compromiso histórico entre las partes para darles vida y crear cientos de focos de producción y de estabilización de compañías y de públicos? Además, es bastante sostenible y económicamente más viable.

Existen otras maneras de la organización teatral. Empecinarse en mantener un sistema que se ha demostrado inviable es mantenerse en le pensamiento único, el nihilismo. Sin indignación, simplemente con ilusión, ganas, humildad, generosidad. Todo en positivo. Pero acabando con los parásitos y mercaderes demagógicos. Así como con los vividores, con las marcas sin contenido que venden un pasado imperfecto. Revisar el sistema de principio a fin. Armarse de razones, defender intelectualmente la creación teatral más allá de los resultados de ocupación. Y paciencia, mucha paciencia.

Quizás deberíamos estudiar, ampliar, completar, imitar, mejorar el modelo de las Salas Alternativas que en su conjunto dan una idea bastante más actual de lo que es el Teatro y la Danza, y que utilizan, obviamente, otros criterios de producción y de exhibición y tienen una relación con los públicos bastante más activa.

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