Críticas de espectáculos

Coriolano/Arán Dramática/60 Festival de Teatro Clásico de Mérida

Apasionante Coriolano

 

«Coriolano» de W. Shakespeare es un texto basado en las páginas de Plutarco sobre este militar romano de prodigiosa valentía, célebre por el admirable espectáculo de sus cicatrices de batalla y por su incontenible soberbia, héroe y traidor que a punto estuvo de arrasar la cuna del imperio romano. Un texto donde el autor transformó la vida del personaje en una parábola trágica, en la que pueden verificarse cada uno de los procedimientos de la tragedia isabelina, en sus vínculos y diferencias con la tragedia clásica grecolatina. Un texto poco recordado, escrito en 5 actos y 29 escenas (hoy tocho infumable) que, sin embargo -según vieron Bertolt Brecht y John Osborne- contiene embotellada la tragedia más relevante de todas las escritas por el bardo inglés: su cínico, devastador análisis de la alta política romana, envuelta en la lucha de clases entre plebeyos y patricios, que hace de ella una fábula universal aplicable a cualquier contexto histórico.

Se trata pues de una interesante obra de dimensión poética-ficcional que multiplica sus alcances simbólicos, sobre la que el director teatral Eugenio Amaya ha investigado profundizando en las fuentes históricas no solo de Plutarco sino de Dionisio de Halicarnaso y Tito Livio, de donde extrae un material literario de la tradición de la Antigua Roma que enriquece tanto la leyenda del trágico personaje como el fatum de la lucha de clases que utiliza Shakespeare. Todo un material informativo y de compromiso de lo que determinadas obras clásicas pueden prestar al público contemporáneo que debe enfrentar la realidad actual. Material puesto en mano del dramaturgo Fermín Cabal que ha realizado una apasionante versión fiel a la forma épica y poética del original, pero con unos cambios formales, podando las escenas más redundantes para que la obra clásica sea legible en el lenguaje artístico actual. De este modo, recrea también las tramas de los debates para la reflexión sobre una política que resulta muy vigente y cercana (de protestas callejeras, de degradante clase política y de profunda crisis de liderazgo). Y convierte la obra, reducida ahora a 16 escenas, en un drama de acción que se precipita inexorablemente hacia el encuentro del héroe -atrapado en la paradoja de haberlo dado todo por su pueblo pero no querer ser gobernado por él- con su destino.

La representación teatral en el Teatro Romano corrió a cargo de la compañía extremeña Arán Dramática, dirigida por Amaya, con un montaje trabajado más para la reflexión que para la emoción (como hizo Brecht en su versión de teatro didáctico), que destaca tanto por la claridad expresiva y dominio de la declamación -templada en las complejas escenas- como por la depurada ambientación catártica y el riguroso sentido de la composición escénica: de la sobria escenografía (de Claudio Martin) y luminotecnia (de Kiko Planas/Javier Mata), de los pulcros vestuarios clásicos (de Celia Molano), de la armonía musical (de Mariano P. Lozano) y de los movimientos escénicos -con sus coreografías de tumultos y de batallas, instruidas por Antonio Gil y Jon Bermúdez- utilizados a lo largo y ancho del monumento, que permiten todo un juego de vitalidad dramática, lírica y plástica. El espectáculo fluye progresivamente con el tono de tragedia, logrando la intensidad gradual y evolutiva del clímax y esas atmósferas de influencias sensibles, aunque invisibles – exclusivas de Shakespeare-, que obran sobre los destinos de los personajes, en sus dos horas de duración.

La interpretación resultó efectiva en su conjunto, todos los actores están bien en sus roles tanto individuales como colectivos. Destacan María Luisa Borruel (Volumnia), grandiosa, su entrada llena de luz dramática la escena y borda con gestos contenidos y finura de voz el difícil papel de una patricia inquietante en su representación de un matriarcado maquiavélico y cruel. Protagoniza con Elías González (Coriolano) la más hermosa escena -hasta ahora- de este Festival, en un diálogo final lleno de patetismo y fuerza dramática. Quino Díez (Menenio) y Francisco Blanco (Apio Claudio) están magníficos, dotados de gran convicción en las arengas y debates entre plebeyos y patricios. Pablo Bigeriego (Aufidio) muestra impecable el carácter del militar resentido. Y Elena Sánchez (Virgilia) cumple muy segura en su papel de sufrida esposa. A Elías González, que imprime tensión y verdad a esa naturaleza de su personaje de héroe imperfecto, con luces y sombras, quizás le falte un toque de mayor carácter -el que hemos visto en las obras de Shakespeare a José Pedro Carrión-. No obstante, realiza un papel protagónico muy digno.

La función, que transcurre con el silencio de una ceremonia religiosa, fue aplaudida en cada escena y muy aplaudida al final.

José Manuel Villafaina

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