Y no es coña

Corto y cambio

Llevo décadas intentando descifrar los mensajes que me manda el contexto. Es más, llevo décadas intentando saber qué es exactamente el contexto, la voluntad, el destino o las decisiones tomadas de manera inocente, despreocupada que van acumulando errores que suman una desgracia irreparable. En esas estoy, atrapado en un laberinto que a veces parece disolverse en esperanzas pero que hay amaneceres en el que se ve claramente que han crecido las dificultades y la “escape room” parece un búnker sellado de manera total.

Siento la necesidad perentoria de reiniciarme, resetearme, volver a empezar, terminar una etapa y comenzar otra, lo que Alfonso Sastre llamaba trancos de su vida, porque estoy pagando con un deterioro pertinaz la falta de decisión para acabar de un vez con todo aquello que ya no tiene sentido ni mercantil, ni emocional, ni profesional. Firmar de una vez todo lo que se llevan meses analizando y dejando pudrirse por incapacidad, melancolía y ese optimismo caduco de los quinquenios acumulados.

Yo quisiera poder expresarme como mis compañeros de panel, la lucidez de las crónicas críticas de Afonso Becerra que cubre todo el noreste teatral de la península. Tiene capacidad, tiempo y sabiduría. O esas reflexiones tan profundas de Manuela Vera desde Bogotá, siempre enfrentándose a lo que es la docencia o la producción teatral, con ideas o puntos de vista que siempre despiertan en mí la urgencia por responderme a sus peguntas íntimas. Y qué decir de la sabiduría memorística de José Manuel Villafaina en esta ocasión sobre la Historia del Festival de Mérida.

En cambio, yo que veo, seguramente, más obras cada semana que los tres, que podría mostrar mi reflexiones analíticas sobre las mismas, que disfruto o simplemente sobrevivo a muchas propuestas, estoy atrapado siempre en asuntos periféricos, en intentar detectar síntomas de políticas culturales donde al parecer no hay otra cosa que impulsos y rutinas, a veces muy oportunistas, acabo por consumirme en una auto combustión que roza con la patología.

Por lo tanto, vamos a cortar el rollo, vamos a dedicar parte de nuestra energía para solucionar la situación económica, salvar lo que de verdad nos interese, no lo que creamos es importante para una comunidad teatral muy poco solidaria y seguir con nuestra vida armoniosa con nuestros principios e ideas básicas, pero volviendo más a la acción, más a lo que alguna vez fuimos y dejamos de serlo por una tendencia al mesianismo barato.

Además, hemos cumplido una función durante un cuarto de siglo y todo se agota, especialmente cuando se acumulan errores, negligencias y falta de lucidez para detectar el fin de trayecto.

Así que corto y cambio. Nos seguiremos viendo en los teatros.


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba