Un cerebro compartido

Cuerpos en movimiento

¿Hay algún prerrequisito para la existencia del teatro además del intérprete y del espectador? Se puede pensar en el texto, pero ¿qué tipo de texto?, porque a lo largo de la historia, está ocupando distintos lugares; desde ser algo fundamental sobre lo que estructurar el trabajo, un elemento más de la propuesta con el mismo peso que otros recursos para establecer la narración escénica o ser algo que no solo no define el montaje, sino que lleva una trayectoria independiente, véase el teatro postdramático. La creación escénica actual es heterogénea y cada vez es más normal encontrar elementos significativos en la escenificación ajenos al propio texto, como el uso de vídeo, la pintura o la danza, así que no parece que el texto sea algo fundamental para definir el teatro. Algo que no ha cambiado es la presencia del cuerpo en escena, por lo que respondiendo a la pregunta con la que arranca este párrafo, no encuentro más prerrequisito para que exista el teatro que la corporalidad del espectador y el intérprete.

 

El cuerpo del intérprete media en la aparición de la conciencia, del pensamiento y del deseo del personaje que construye para condicionar su accionar. Los actores están constantemente negociando con su recurso corporal para que de él fluyan estos pensamientos, razones y sentimientos que vayan formando el esquema corporal de su personaje con el que dibuje sus movimientos en el espacio y construya sus tiempos de percepción y acción. Este cuerpo en movimiento es el que le llega a los sistemas sensoriales del espectador.

El cuerpo del intérprete es el material del que nace la narración y, por tanto, del que nace el teatro. De él emerge la creación de sensaciones en el espectador quien acepta la lucha por mantener el baile de percepciones que lo está embrujando haciendo que se adhiera a la verdad construida en la escena. Así es como conoce el espectador. Así es como percibe, gracias al cuerpo del intérprete. Hay distintas teorías que hablan de la cognición corporeizada y de la enacción. En resumen, puede decirse que aplicadas a una representación en vivo, buscan definir el proceso cognitivo en recepción como un sistema dinámico que percibe el cuerpo del intérprete e incorpora su propio organismo en un vínculo activo con el evento y quien lo genera, y no solamente incorpora su cerebro físico como elemento decodificador, también incorpora la mente corporeizada.

Hablar de enacción y cognición corporeizada es posible gracias al trabajo, principalmente, de Francisco Varela quien junto a otros biólogos, filósofos y psicólogos como Humberto Maturana, Evan Thompson y Eleanor Rosch describieron la cognición como algo inseparable del contexto donde se produce. Inseparable a todos los efectos: psicológicos, antropológicos, sociológicos y ecológicos ya que en todos hay cuerpos en movimiento. Varela era de la convicción de que la cognición no es la representación de un mundo dado, por una mente dada (esto es, una propuesta escénica dada, por mi mente presenciándola) sino que es la enacción de un mundo y una mente basados en las acciones (esto es, la enacción de una propuesta escénica por las acciones que presencio en el intérprete) Es difícil traducir enacción. Es un neologismo que viene de enaction relacionado con “representar” en el sentido de llevar a cabo un papel, por lo que podría traducirse como representar o actuar, pero este concepto parece que se queda corto frente a lo que realmente abarca. Sería más preciso pensar en enacción como un “hacer emerger” algo. De esta manera, puede definirse la recepción escénica como el resultado de una interpretación (personal, no la interpretación del intérprete) que emerge de nuestra capacidad de comprender lo que experimento, y esta capacidad, está arraigada en nuestra biología y nuestra mente.

De esta manera, se puede hablar de la experiencia del espectador o del accionar del espectador en un proceso en vivo, proceso no supeditado a medidas objetivas. Una vez más, recurro a Varela quien, en The embodied mind, definió esta aproximación cognitiva apoyándose en dos puntos: 1) la percepción es una acción guiada perceptualmente y 2) las estructuras cognitivas emergen de los patrones sensoriales y motores recurrentes que habilitan que la acción sea guiada perceptualmente. Pensemos en teatro: 1) mi percepción como espectador sobre el trabajo actoral que presencio se considera acción guiada por esa misma percepción (ya lo dijo Roland Barthes, percibir es accionar) y 2) lo que estoy percibiendo durante la representación emerge de mis patrones sensoriales y motores que me hacen comprender el accionar escénico que va modelando mi percepción.

Puede sonar complicado, enrevesado. Puede necesitar leerse un par de veces, pero es una verdad como una casa; yo como espectador necesito ver accionar un cuerpo y tomando como referente mi propio cuerpo, de manera inconsciente pongo en marcha los mecanismos perceptivos de los que emerge el sentido, el mío, que es intransferible. Todo arranca con un espectador viendo un cuerpo en movimiento.

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