Incendiaria en combustión

Cunqueiriana

¿Puede alguien al mismo tiempo ser y no ser? Con esa pregunta inscrita en el prólogo de su «Don Hamlet», Álvaro Cunqueiro repensaba a Shakespeare.

El miércoles 22 de diciembre daba comienzo el Año Cunqueiriano con la celebración del 99 aniversario del nacimiento del autor gallego Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, 1911-Vigo, 1981). Este 2011 en el que se cumplirán los cien años de su nacimiento y los treinta años de su muerte estará dedicado a conmemorar la figura y la obra de este prolífico dramaturgo, novelista, ensayista, poeta y periodista. Entre los proyectos más inmediatos destinados a recordar la figura de Cunqueiro se encuentra el especial que prepara la revista coruñesa Casahamlet en la que se incluirán artículos y nuevos trabajos de creación inspirados en sus obras.

Pensando de nuevo en Hamlet y pensando que es preciso iniciar el año con Cunqueiro en este espacio de calcinación, me parece interesante rescatar el texto con el que Cunqueiro aportó su personal mirada sobre la obra de Shakespeare y que tituló: «O incerto señor Don Hamlet, príncipe de Dinamarca».

Tal y como indica el subtítulo de la obra, es ésta una pieza en tres jornadas en la que se presentan las dudas y la muerte del príncipe y se informa sobre otras gentes. La de Cunqueiro es una tragedia repensada que sucede en una muy venteada Elsinor, donde el viento lo condiciona todo y donde un coro toma parte junto a los diferentes personajes en el devenir de los acontecimientos. El Rei Halmar de Dinamarca, la reina Gerda, el príncipe Hamlet, Ofelia, Laertes y Polonio son los personajes shakespearianos que Cunqueiro recupera para construír su obra. Junto a ellos, dispone a una troupe de actores italianos (Pantalone, Escaramuza, Colombina, Arlequín, Dona Giuglielma) que sirven de juego y homenaje a las máscaras de la commedia dell’arte y que, representando la ficción que les solicita Hamlet, desencadenan la más cruda realidad.

La versión de Cunqueiro, escrita en 1958 construye a Hamlet como hijo del que cree que es su tío y a la reina Gerda como incitadora de la muerte de su marido a manos del padre de Hamlet, además de seductora de su propio hijo. Cunqueiro piensa así la tragedia y aborda el mito edípico al estilo nórdico, donde la madre interviene voluntariamente en la tragedia (no se trataría entonces sólo del hombre que mata al padre y se casa con la madre, sino que la madre se casa con el hijo sabiendo que éste mató al padre). Pero el incesto no se llega a producir en el Hamlet de Cunqueiro y el matricidio es la venganza y tras la venganza, llega el suicidio.

La escena también es el terreno de Cunqueiro, el refugio de sus palabras y la materialización de sus ideas. Podemos recordar así, la adaptación de su novela «Si el viejo Sinbad volviese a las islas» realizada por el Centro Dramático Galego o «Los otros feriantes», de Teatro do Noroeste. En este 2010, la compañía ourensana Sarabela Teatro iniciaba un proyecto escénico a partir del comentado «Don Hamlet» cuyos primeros pasos se veían truncados por la muerte del actor Suso Díaz (Suiza, 1971-Ourense, 2010). Sin duda, este Año Cunqueiriano que empieza también llevará consigo un homenaje perenne a este actor que además de actor era «poeta del espacio y alquimista de la luz», como define su directora Ánxeles Cuña Bóveda.

«A noite vai coma un río», «Palabras de víspera», «Función de Romeo e Xulieta», «A dama que engañada por un demo elegante quixo mercarlle ó vento a perdiz que falaba», «Xan, o bo conspirador» y «Rúa 26» son otros títulos que completan la obra dramática de este literato y periodista que ganó el Premio Nadal en 1968 con «Un hombre que se parecía a Orestes» y que coleccionaba anécdotas como otros coleccionan años.

Para esta última columna de 2010 y primera de 2011, la forma de calcinación ha sido la fiebre, la mía, la propia. Para que no caer en ella: abríguense, aliméntense carnal y espiritualmente y aguanten la infelicidad cuando aparezca. Feliz Año Cunqueiriano en el que sigamos descubriendo nuevas autoras y nuevos autores.

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