Rebel delirium

De estos dos no me creo nada

«Fingir» es la última propuesta del Colectivo 96º, integrado por Lidia González Zoilo y David Franch, que se pudo recientemente en el Antic Teatre de Barcelona. A la salida del espectáculo, una vez uno ya está en el hall, aparecen unas imágenes proyectadas de los dos actores de la compañía haciéndose unos tatuajes. Se ve perfectamente que todo es real y que el tatuador no está bromeando. ¿Pero son realmente sus cuerpos? En algún plano se aprecia el rostro de dolor de la actriz, ¿pero será verdad que la estará tatuando en ese momento o es un montaje? En principio la obra ya ha acabado, ha habido los aplausos y el público se ha marchado de la sala… pero de hecho los actores no han salido a saludar. De acuerdo, ahora lo pillo: no han salido a saludar y por eso nos los encontramos en la salida proyectados en una pantalla tatuándose el cuerpo. Es verdad, durante la obra se aprecia que los actores llevan algunos tatuajes, ¿pero son los mismos que se hicieron durante el rodaje de la mini película del final? ¿Importa algo esto?

«Fingir» parece ser que es la celebración del décimo aniversario de la compañía. En la pieza se repasa su trayectoria, se habla de sus momentos estelares, de los problemas que han tenido y de sus manías, como por ejemplo, lo de desnudarse en el escenario. En algún momento, el conjunto de la obra me recuerda el espectáculo «The End», la despedida de Rigola del Lliure, un divertimento teatral que quería por encima de todo reírse de si mismo y de la profesión. Lo digo porque en «Fingir» parece como si estuviera metido todo el adn concentrado del Colectivo 96º. La pieza es un interesante trabajo sobre lo que no existe, sobre lo que nos imaginamos. Como los millones de besos falsos que los actores y actrices se han hecho en los escenarios a la largo de la historia del teatro: poniendo el dedo encima de los labios de la dama, enseñando la mejilla en el último momento…

Leo la crítica que hizo Marcos Ordóñez del espectáculo y no puedo estar más de acuerdo con las primeras líneas: «Eso, sin aflicción: con alegría. Alegría por contar, por interpretar. Alegría y vitalidad, a diferencia de esa presunta vanguardia teatral ceñuda, cuyos oficiantes se toman tan en serio a sí mismos y tan poco a su obra». (Entre paréntesis, es muy grande el libro que acaba de publicar este hombre: «Telón de fondo», El Aleph Editores, 2011, de lectura obligatoria para la profesión teatral). Decía, que estoy muy de acuerdo con esta frase del maestro. La obra hace reír, divierte, y lo más importante, logra comunicar las ideas nítidamente, cosa desgraciadamente no muy habitual entre aquellos que investigan cada día en el mundo de lo escénico.

«Después de mí, epitafios», el anterior espectáculo de la compañía lo pude ver en el Adrià Antic, actualmente lugar de ensayo y de investigación para compañías, pero que también fue espacio de exhibición, durante el tiempo que duraron las obras del Antic Teatre. El espectáculo era como un documental que hablaba de dos artistas que habían estado trabajando en Berlín sobre el tema del género. El espectador conocía sus vidas, sus obras, sus blogs, etc. En un momento, había una escena preciosa: Lidia y David aparecían desnudos, enfocados por una luz lateral, repasando las poses más memorables de la historia de la pintura con música clásica de fondo. Otra vez más, todo era una gran mentira: ni existían los artistas, ni los blogs eran reales, ni nada.

De estos dos, de Lidia y de David, no me creo nada. Pero cuánto deseo que continúen engañándome.

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